"Lula" fue electo como presidente por el 51% de los brasileños, derrotando a Jair Bolsonaro quien se quedó con el 49% restante. La polarización extrema presagia una tarea muy difícil para el líder del PT, quien es el único mandatario votado para un tercer mandato. ¿Funcionará el llamado a la unidad que hizo Da Silva en medio de un país partido al medio? Los desafíos.
Por Gabriel Michi
Un gigante, partido al medio. Brasil, quinto país más grande en superficie del Mundo, sexto en cantidad de pobladores y undécimo en PBI, votó. Y eligió, en el ballotage, que Luis Inácio "Lula" Da Silva como presidente por tercera vez, algo que nunca había ocurrido en la historia brasileña. El 50,90% de los votantes optó porque el candidato del PT vuelva al poder a partir del próximo 1 de enero. "Lula" derrotó al actual presidente Jair Bolsonaro que obtuvo el 49,20% y de esa manera se convirtió en el primer mandatario en no lograr ser reelecto. Claro que el triunfo del ex obrero metalúrgico fue mucho más ajustado de lo que presagiaban todas las encuestas, que volvieron a fallar en sus pronósticos sobre todo en cuanto a la performance del derrotado. Lo concreto es que la diferencia a favor de "Lula" fue de 1,8%. Traducido en votos, esa distancia fue de apenas 2 millones de voluntades, sobre un universo de votantes de casi 120 millones. El ganador obtuvo 60 millones de apoyos. El perdedor, 58 millones. O sea, un país partido al medio.
"Lula" tendrá por delante 4 años muy difíciles por delante. En primer lugar por cómo Bolsonaro deja al país desde lo económico y social -con 33 millones de personas que no tienen ni para comer sobre 215 millones de habitantes- y también desde lo cultural, con un clima de intolerancia y violencia inusitado. Pero no sólo el presidente electo deberá afrontar semejante herencia, sino que también deberá lidiar con un congreso en desventaja, con varias gobernaciones en manos de aliados de Bolsonaro y también con la complejidad de su propia alianza interna en la que conviven sectores que piensan muy diferente.
Además "Lula" deberá tomar nota de que entre la primera vuelta (donde había sacado el 48,43%, alrededor de 57 millones de votos) y la segunda, apenas pudo cosechar 3 millones más, pese al apoyo de quienes habían salido tercera y cuarto (Simone Tebet y Ciro Gomes, respectivamente). Mientras que su contrincante Bolsonaro, que había obtenido el 43,20%, traducido en 51 millones de votos ahora capitalizó 7 millones más. Es decir, hubo más de 10 millones nuevos votos para los dos candidatos que pasaron al ballotage, y 7 fueron para Bolsonaro y 3 a "Lula". Lo que hablan de una mayor resistencia de los sectores que no querían a ninguno de los dos como presidente.
Si bien el mandatario electo sostuvo que en las elecciones se pusieron en juego dos modelos de países totalmente opuestos, cuando se conocieron los resultados, hizo un llamado a la unidad de los brasileños. "Voy a gobernar para todos los 215 millones de brasileños, incluso para quienes no me votaron", señaló "Lula". "Los principales problemas pueden resolverse con diálogo y no con fuerza bruta", manifestó el líder de izquierda, remarcando lo ocurrido en materia de armas, violencia e intolerancia que se volvieron moneda corriente en el Brasil de Bolsonaro. "Es hora de bajar las armas que jamás deberían haber sido empuñadas, las armas matan y defendemos la vida", siguió Da Silva.
"Lula" subrayó que Brasil "dejará de ser un paria internacional. Es un país grande y no puede estar relegado al nivel de paria que se encuentra actualmente". Con esto, reivindicó la pertenencia a los BRICS, la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) y el Mercosur, mercado común al que Bolsonaro suele fustigar buscando acuerdos bilaterales por fuera de él. "Vamos a recuperar la credibilidad, la previsibilidad y la estabilidad del país, para que los inversores, nacionales y extranjeros, puedan recuperar la confianza en Brasil. Para que dejen de ver a nuestro país como una fuente de lucro inmediato y depredador, y se conviertan en nuestros socios en la reanudación del crecimiento económico con inclusión social y sustentabilidad ambiental", señaló.
Además, Da Silva ratificó el compromiso en la preservación de la Amazonia. "Queremos la pacificación ambiental, no nos interesa la guerra por el medio ambiente. Brasil y el planeta necesitan de una Amazonia viva. Un árbol en pie vale más que la deforestación, el río limpio vale más que todo el oro extraído con las aguas contaminadas por mercurio", diferenciándose claramente del actual mandatario quien potenció la desforestación del "pulmón del Mundo".
El regreso de "Lula" al poder no sólo constituye una enorme esperanza para los sectores más vulnerables de Brasil. También representa una ventana de aire fresco para los sectores progresistas de la región. Que el gigante de Sudamérica vuelva a ser conducido por un gobierno de centroizquierda reactiva la ilusión de esos dirigentes. Y replantean un nuevo juego de equilibrios y sintonías políticas en la región.
"Brasil es mi causa y el pueblo y combatir la miseria es la mayor razón de mi vida", dijo el presidente electo, antes de volver a convocar a la unidad de los brasileños, algo que en el escenario actual parece de ciencia ficción. Y "Lula" lo sabe. Frente así tiene a un gigante partido al medio. Dividido en dos mitades.
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