El personal de salud y, en particular, el de las Terapias Intensivas ruegan a la sociedad argentina que tome conciencia de la gravedad de lo que se está viviendo por el COVID 19. Mientras mucha gente protesta contra la cuarentena, ellos se exponen, aumentan los contagios y las muertes en sus filas y se acelera la falta de recursos humanos necesarios.
Por Gabriel Michi
Es un grito desesperado. Un llamado a la reflexión. Un pedido angustiado de toma de conciencia. Ven que todos sus esfuerzos, donde se les va -literalmente- la vida, caen en saco roto. ¿Por qué? Porque vastos sectores de la sociedad parecen darles la espalda. No los escuchan. Son indiferentes. El personal de salud de la Argentina está agotado, agobiado, desesperanzado. Sienten -con mucha razón- que los ciudadanos no entendieron la gravedad del cuadro que se está enfrentando como consecuencia del Coronavirus. Se angustian por ver cómo se les evaporan las vidas de sus pacientes con un virus que no perdona, cómo se saturan las Unidades de Cuidados Intensivos y cómo van quedando cada vez menos dentro de ese ejército de héroes porque se contagian, quedan fuera de circulación (ellos y sus colegas) y, en muchos casos, hasta mueren.
Todo eso mientras amplios sectores de la sociedad reclaman -con mayor o menor razón- más flexibilizaciones en las actividades para desarrollar en la cuarentena, exigen que "los liberen" porque se sienten prisioneros de estas restricciones para evitar la circulación del COVID 19, se manifiestan en marchas donde no se mantiene el distanciamiento social y hasta algunos desafían en forma permanente a la ley violando lo establecido, en fiestas o reuniones clandestinas, entre muchas otras cosas. Poniéndose en riesgo a sí mismo, a sus seres queridos y a quienes los rodean. Y, quizás sean los que en el futuro requieran de atención médica por haber contraído la enfermedad. Ya no sólo no los aplauden como era religioso al inicio de la cuarentena, sino que los ponen en peligro y los ignoran.
Y el personal de salud mira atónito esa realidad. No comprenden que no los comprendan. Ya han contabilizado más de 20.000 contagiados entre sus filas y 70 fallecidos. Y, en algunos lugares como en el Alto Valle de Río Negro ya está presente el famoso "dilema de la última cama", tal como informó MundoNews. Agobiados por la situación, los especialistas de las Terapias Intensivas hicieron público un comunicado donde instan a la sociedad argentina a sopesar la gravedad de lo que está ocurriendo y a tomar conciencia sobre el terrorífico escenario con el que se enfrentan día a día.
En la carta pública señalan que son médicos, enfermeros, kinesiólogos y otros miembros de la comunidad de la terapia intensiva y que le quieren expresar a la sociedad argentina lo siguiente: "sentimos que estamos perdiendo la batalla. Sentimos que los recursos para salvar a los pacientes con Coronavirus se están agotando. La mayoría de las Unidades de Terapia Intensiva del país se encuentran con un altísimo nivel de ocupación. Los recursos físicos y tecnológicos, como las camas con respiradores y monitores, son cada vez más escasos".
Pero el diagnóstico no se queda sólo en el faltante de materiales: "La cuestión principal, sin embargo, es la escasez de los trabajadores de la Terapia Intensiva, que a diferencia de las camas y los respiradores, no pueden multiplicarse. Los intensivistas, que ya éramos pocos antes de la Pandemia, hoy nos encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el trabajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes. Estas cuestiones deterioran la calidad de atención que habitualmente brindamos. Enfundados en los equipos de protección personal, apenas podemos respirar, hablar, comunicarnos entre nosotros. También tenemos que lamentar bajas, personal infectado y lamentablemente, fallecidos; colegas y amigos caídos que nos duelen, que nos desgarran tan profundamente".
Y describen lo que es el día a día: "Terminamos una guardia en una Unidad de Terapia Intensiva y salimos apresuradamente para otro trabajo. Necesitamos trabajar en más de un lugar para llegar a fin de mes. Por horas y horas de trabajo estresante, agotador, pese a ser profesionales altamente calificados y entrenados, ganamos sueldos increíblemente bajos, que dejan estupefactos a quienes escuchan cuál es nuestro salario. También nos entrenamos para lidiar con la muerte todos los días y le ganamos muchas veces. Aprendimos a ser resilientes".
Los profesionales de las Unidades Intensivas perciben que cada día los abruma una soledad que va creciendo: "Ahora sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos; encerrados en la Unidades de Terapias Intensivas con nuestros equipos de protección personal y con nuestros pacientes, sólo alentándonos entre nosotros. Observamos en las calles cada vez más gente que quiere disfrutar, que reclama sus derechos, la gente que se siente bien por ahora. ¿Qué pasará con ellos y sus familiares mañana? ¡Ojalá que no se transformen en uno de nuestros pacientes que, con fuerzas, trataremos de arrebatarle a la muerte! Porque nadie sabe cuándo el virus los infectará".
"Sólo le pedimos a la sociedad que reflexione, y que cumpla con tres simples pero importantes medidas, recomendadas científicamente: distanciamiento social (permanecer a más de 1,5 metros), uso de tapabocas (cubriendo nariz y boca), lavado frecuente de manos (con agua y jabón o alcohol gel), no aglomerarse, no hacer fiestas, ¡No desafiar al virus, porque el virus nos está ganando! Les suplicamos no salir si no es necesario. El personal sanitario está colapsado, los intensivistas están colapsados, el sistema de salud está al borde del colapso. Nosotros queremos ganarle al virus. Necesitamos que la sociedad toda nos ayude porque no podemos solos. ¡Por favor, ayudanos, quedate en tu casa!", culmina la desgarrado carta firmada por la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI)
Un cuadro complicado
El Instituto de Investigaciones Epidemiológicas señaló que: "En los últimos 30 días de observa una aceleración en las infecciones en los cuales se han producido el 40% del total en los más de 170 días de la Pandemia, asociado al importante incremento de casos". Y que esa aceleración tiene una expresión nítida en lo que está ocurriendo con los trabajadores de salud: en un mes se triplicaron los contagiados. Eso hace que haya una gran falta de médicos y personal de enfermería, lo que produce una enorme carga adicional con los que siguen batallando sin haberse enfermado hasta el momento.
Los infectados dentro de los equipos de salud de la República Argentina representan aproximadamente el 6% del total de casos del país. Según un estudio, la edad promedio es de 30 años y el 65% son mujeres. Por suerte, la letalidad es baja: 0,35%. Sin embargo, alrededor de 70 profesionales de la salud han fallecido en el país desde el inicio de la Pandemia y dentro de los más de 20.000 que han contraído el COVID 19, sobre una población estimada de entre 600.000 y 750.000 profesionales.
En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la zona con más contagios, hay más de 17.000 infectados dentro del staff sanitario. Corresponden a 122 lugares registrados, públicos y privados. Específicamente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el último dato señalaba que más de 6.700 profesionales de la salud resultaron contagiados y es particularmente preocupante la situación del Hospital Durand, donde hubo más de 200 infectados y fallecieron 3 enfermeros. En tanto, en la Provincia de Buenos Aires, el personal de salud contagiado sumó 12.616 trabajadores.
Historias y dolores
Los 20.000 infectados y más de 70 muertos dentro del personal de salud no son sólo números. Son mujeres y hombres con una historia, con una familia, con muchos sueños. Y que en su afán por salvar vidas se contagiaron del COVID 19. Y, en muchos casos, ellos mismos quedaron en el camino.
Y hay que ponerle nombre y apellido. Por citar sólo a algunos que dejaron, sin metáforas, su vida en esta batalla: Mónica Albornoz, enfermera de Tigre (Provincia de Buenos Aires); Grover Licona y Julio Gutiérrez, enfermeros del Hospital Durand (CABA); Noemí Gómez, del Hospital Sanguinetti, de Pilar (PBA); Cristina Lorenzo, enfermera, y Jorge Quispe, pediatra, ambos del Hospital de San Isidro (PBA); Luis Bordón, neumonólogo del Hospital Perrando, de Chaco. Sergio Rey, jefe de Enfermeros del Hospital Evita, en Lanús (PBA). Martín Arjona, enfermero Hospital Posadas de El Palomar (PBA); Liliana Ríos, pediatra de La Rioja (que contrajo Dengue y Coronavirus al mismo tiempo); Francisco “Paco” Marin, médico del Chaco; José Aguirre enfermero y Liliana Stagna, médica neonatologa, ambos del Hospital Rivadavia (CABA). Esas son sólo algunas de las historias que quedaron inconclusas. Por culpa del COVID 19.
Un caso que dejó una imagen impactante y conmovedora fue el de Juan Lobel, quien tenía 47 años, era padre de cuatros hijos y falleció a fines de agosto, víctima del Coronavirus. Fue el primer médico del SAME que murió por COVID 19. Sus compañeros hicieron sonar las sirenas de los móviles en el Obelisco, en homenaje desgarrador y, a su vez, que buscaba llamar la atención de los que aún permanecen indiferentes o actúan de esa manera.
Presionados y olvidados
Esa realidad dramática del personal médico del país también se ve reflejada en las presiones psicológicas y físicas a las que están sometidos. Y se suman a la enorme carga de trabajo, no sólo porque cada vez quedan menos activos pudiendo trabajar, sino porque tienen salarios muy bajos que los obligan a tener múltiples empleos en distintos lugares, algo que -como se demostró- potencia los riesgos de contagios entre ellos y entre sus pacientes, ya que esa circulación termina siendo un canal para que el virus se siga propagando. De hecho eso fue una de las causales de la explosión de contagios en geriátricos ya que los adultos mayores no salían del lugar ni recibían visitas, y la enfermedad llegó igual.
Esa carga horaria excesiva también los expone a cualquier descuido y a un stress comprometedor. Ese stress se agudiza por el temor a contagiar a familiares o seres queridos. Algunos de ellos han resuelto no volver a sus hogares por meses e instalarse en otro sitio para no exponer a los suyos, tal como lo contó MundoNews en la historia del médico José Coarsi.
Esos temores y preocupaciones adicionales quedaron reflejados en la encuesta que realizó la Fundación Cardiológica Argentina entre más de 2.000 trabajadores de la salud. Allí se demostró que los profesionales enfrentan cuadros de insomnio, angustia y ansiedad. El 82% sostuvo que tuvo un fuerte impacto emocional por las consecuencias de la Pandemia.
Y, como si eso fuera poco, muchos han sufrido también un golpe adicional en sus finanzas. 7 de cada 10 encuestados aseguraron que desde la llegada de la Pandemia a la Argentina, vieron reducidos sus ingresos. Casi 4 de cada 10, ese impacto representó entre un cuarto y la mitad de lo que percibían previo al mes de marzo.
Pero como corolario de la locura del destrato que reciben quienes batallan día a día por la salud de todos, el 26% aseguró haber sido víctima de discriminación producto de su actividad sanitaria. Es decir, de aquellos aplausos y homenajes que se dieron en reconocimiento a los trabajadores sanitarios se pasó a la indiferencia y la discriminación, Increíblemente por estar dando la vida por los otros. Por eso ese grito sagrado hoy se escucha con tanta fuerza. Y nadie se puede hacer el sordo. Es el grito de los héroes. Y hay que escucharlo.
Una realidad en toda América
La situación dramática del personal de salud de la Argentina no es distinta a la que ocurre en el resto de América. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) este continente es el que registra el mayor número de profesionales de la salud infectados por COVID 19. De acuerdo a la OPS "ningún otro grupo ha sentido más agudamente" el impacto del Coronavirus como los trabajadores sanitarios. Y entre ellos son las mujeres las que más han sido afectadas. En toda América, tres de cada cuatri trabajadores de salud contagiados son mujeres.
En países como Estados Unidos y México uno de cada siete infectados es un trabajador sanitario. Esas dos naciones concentran el 85% del personal de salud fallecido en el continente por el Coronavirus.
A comienzos de septiembre del 2020, América Latina y el Caribe sumaban 280.367 fallecidos (7.437.660 contagios) y Estados Unidos y Canadá, 193.854 (6.205.463). Según la OPS, 570.000 trabajadores de la salud en todo el continente contrajeron el COVID 19 y 2.500 fallecieron.
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