En un plebiscito histórico el 78% de los chilenos apoyó que haya una nueva Constitución que sepulte a la del siniestro dictador en 1980 y que, 40 años después, sigue vigente. Fue el resultado de una lucha que explotó el año pasado a partir del aumento en la tarifa del Metro, pero que hizo emerger todas las desigualdades. El perfil de los votantes de uno y otro lado.
Por Gabriel Michi
La mecha se encendió por 38 centavos de dólar. Y, a partir de ahí, emergieron en la superficie todas las miserias, injusticias y desigualdades que estaban latentes y silenciadas en Chile. La gente dijo basta, salió a la calle y reclamó el fin de semejante escenario de exclusión (económica, social, política y de derechos) de uno se los sistemas más excluyentes e inequitativos de América Latina. Y así se comenzó a escribir otra historia. Una nueva historia en la que 8 de cada 10 chilenos patearon el tablero.
Esos 38 centavos de dólar (30 pesos chilenos) en el aumento del pasaje del servicio del Metro fue la chispa que encendió la mecha. A partir de allí, los estudiantes comenzaron a protagonizar las protestas, en principio saltando los molinetes para poder viajar, y luego tomando las calles para exigir un sistema educativo más justo. A los pocos días, eran miles los ciudadanos que se habían sumado, llegando -el 25 de octubre- a la manifestación más grande en la historia de Chile, cuando en la Plaza Italia se congregaron más de 1.200.000 personas. Estaba claro que no eran sólo los 30 pesos de aumento en el nuevo boleto lo que se exponía. Eran años y años de una construcción política y económica que mantenía los privilegios en un puñado de familias acaudaladas, una elite que construyó poder a fuerza golpes de Estado y gobiernos democráticos que no pudieron o no quisieron avanzar sobre esa concentración de riquezas y decisiones. Y que marginaron a la enorme mayoría de su sociedad convirtiendo a Chile no sólo en uno de los países más desiguales de la región sino también de todo el Mundo.
Por eso la consigna que ganó las calles fue clara: "No son 30 pesos, son 30 años". Sintetizaba el convencimiento de que en estas tres décadas de gobiernos elegidos por los ciudadanos el ADN del poder no había cambiado mucho. Y que estas tres décadas merecían un punto final. El hecho más simbólico para dejar atrás ese edificio de desigualdades era, ni más ni menos, la matriz y el andamiaje legal y de principios de su sistema: la Constitución que dejó plasmada en 1980 el siniestro dictador Augusto Pinochet y que, 40 años después, sigue vigente.
El domingo 25 de octubre el 78,27% de los chilenos (contra el 21,73%) ratificó que quiere una nueva Carta Magna que entierre en forma definitiva la pinochetista. En un plebiscito con concurrencia histórica (desde hace unos años los procesos electorales y plebiscitarios no son obligatorios en Chile), la amplia mayoría también exigió que esa nueva Constitución sea redactada por representantes elegidos en su totalidad por el pueblo y no bajo la fórmula mixta (mitad de esa manera, mitad con legisladores) que proponía parte del establishment político. El 86% de los votantes eligieron esa conformación totalmente novedosa de la Convención Constituyente (contra el 13% que optó por la segunda). El 11 de abril de 2021 serán elegidos quienes deban redactar la nueva Carta Magna.
Hubo enormes festejos al conocerse el resultado del plebiscito, sobre todo en la Plaza Italia, rebautizada por los manifestantes como "Plaza Dignidad". Y, por suerte, no hubo incidentes como los que sí ocurrieron en 2019 cuando la escalada de los reclamos fue creciendo y aprovechada por grupos violentos para generar más caos. Cerca de 30 personas murieron en aquellas jornadas, la mayoría de ellos producto de la represión descomunal que ordenó el gobierno del Presidente Sebastián Piñera.
Radiografía del votante
El contundente resultado del plebiscito de ayer era esperado. Pero no deja de ser histórico por todo lo que representa. Es interesante (y demostrativo) el relevamiento que hizo la consultora CADEM, a través de las encuestas a los votantes. De allí surge el perfil de quienes apoyaron el "Apruebo" (el cambio constitucional) y los que se inclinaron por el "Rechazo". Los datos hablan por sí mismos:
- Género: Fue mayor el porcentaje de mujeres (79%) que el de hombres (76%) que apoyó la reforma constitucional.
- Edad: En todas las edades se impuso el "Sí", pero entre los menores de 35 años ese apoyo fue del 85%, entre los de 35 a 55 promedió el 77% y entre los mayores de 55 alcanzó el 59%.
- Perfil socioeconómico: En cuanto a la segmentación socioeconómica, la reforma de la Carta Magna gozó de la aprobación del 89% de la clase baja, 76% en la clase media y el 68% de la clase baja.
- Ideología: Acerca de la identificación política o ideológica, el 95% de quienes se reconocen como "de izquierda" dieron su aval al "Apruebo", así como el 87% que se dicen "independientes", el 75% de los que se autoperciben como "de centro" y el 32% de aquellos que dicen ser "de derecha". En este grupo ideológico la opción por mantener la Constitución del dictador Pinochet llegó al 68%.
- Seguidores y detractores de Piñera: Entre los que apoyan al actual Presidente chileno ganó el rechazo al cambio constitucional. El 57% de sus votantes prefieren seguir con la Carta Magna del dictador Pinochet. En cambio, quienes desaprueban la gestión de Piñera, el 82% dijo que sí a una nueva Constitución.
- Religión. También hubo una estratificación importante en cuanto a los cultos y creencias religiosas y su aval a una u otra postura. Entre los "católicos", el "Apruebo" (un cambio constitucional) obtuvo un 74%. Pero entre los que se definen como "evangélicos", si bien el "Sí" triunfó, lo hizo de manera más ajustada: 57% a 43%. Donde resultó más contundente el apoyo a la necesidad de una nueva Carta Magna fue entre aquellos que afirmaron no profesar ninguna religión: El "Apruebo" obtuvo el 89% de los sufragios.
- Situación laboral: Si bien en todos los grupos ganó el "Sí" a la reforma, entre quienes tienen un trabajo sacó el 76%, entre los desocupados un 89% y entre los estudiantes un contundente 92%. Donde baja un poco ese apoyo es entre los jubilados (57%).
Ahora el pueblo chileno comienza a soñar con escribir otra historia. Una historia donde pueda ser escuchado. Una historia que comenzó a transitarse hace un año, cuando dijo basta a los atropellos e inequidades, cuando se encendió la mecha de los 38 centavos de dólar en los pasajes del subte y que rápidamente corrió como regadero de pólvora e hizo estallar todo ese arsenal de demandas que era ignorado por uno de los poderes más hiperconcentrados del Planeta. Aparecieron allí los gritos, silenciados por décadas, de los que quedaron a la vera del camino. Y que, con sangre y dolor, vieron cómo 40 años después de que el poder dictatorial instauró sus propias reglas para dominarlos y someterlos, eso todavía los seguía subsumiendo aún con tres décadas de democracia. Así, Chile se puso de pie. Y empezó a enterrar, de una vez y para siempre, el estigma de Pinochet.
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