Mientras la variante Ómicron crece por todo el Mundo y desata una ola gigantesca de contagios nunca vista, la letalidad bajó muchísimo gracias a la vacunación, que podría volverse permanente. Mientras aparecen más medicamentos para prevenir o tratar el Coronavirus, nadie sabe hasta cuánto se quedará entre nosotros. Las nuevas medidas.
Por Gabriel Michi
Hace dos años un fantasma desconocido empezó a recorrer el Mundo. Llegaban las primeras noticias desde China, más precisamente con eje en la ciudad de Wuhan, de la aparición de un nuevo y misterioso virus que llevaba al hospital a quienes lo portaban. Habiendo transcurrido ese tiempo, el COVID 19 ya contagió a 280 millones de personas y mató a 5,5 millones en todo el Planeta. La Pandemia mostró su ferocidad con una velocidad impensada, obligando a los gobiernos a tomar medidas sin precedentes: cierres de fronteras, confinamientos generales y cuarentenas por doquier. Con todo lo que eso conllevó. Y pese a que la ciencia, con sus impresionantes avances, logró dar una rápida y efectiva respuesta en tiempo récord (en un año ya se estaban aplicando vacunas que por lo general llevan un promedio de seis años de investigación), y hoy ya hay casi 9.000 millones de dosis aplicadas en todo el Mundo (la población mundial es de 7.500 millones de personas), los contagios se potencian, aunque con menor letalidad. Mientras aparecen nuevos tratamientos que se muestran como prometedores para tratar al COVID 19, y el negocio farmacéutico explota como pocas veces, los casos siguen en aumento batiendo todos los récords desde el inicio de la Pandemia.
Ahora bien, todavía hay muchas dudas. Por ejemplo, si la enfermedad se va a volver en una amenaza permanente o quizás como un mal endémico con el que va a haber que convivir por meses, años o décadas. O para siempre. Lo que sí reflejan los datos es que si bien los contagios se multiplicaron a nivel mundial (en consonancia con la aparición de la variante Ómicron, detectada en noviembre en el sur de África), bajaron considerablemente las internaciones en Cuidados Intensivos y, en particular, las muertes. Así, en los últimos días de este 2021 se batieron todos los récords de contagios desde el inicio de la Pandemia, pero no la letalidad.
Ómicron demostró ser mucho más contagiosa que las variantes anteriores (incluso que la peligrosa Delta) pero hasta el momento muestra menor gravedad en los casos. Y ha trastocado los planes de fin de año. De hecho sólo en el fin de semana de Navidad, con aeropuertos atestados de turistas, las aerolíneas debieron cancelar más de 8.300 vuelos en todo el Mundo, por el personal que debió ser aislado o quedó afectado por esta nueva ola de contagios del COVID 19.
Además, muchos gobiernos de todo el Planeta se vieron obligados a reimponer restricciones como por ejemplo la vuelta del uso obligatorio de los barbijos o mascarillas en espacios exteriores (como fue el caso en España e Italia) hasta el confinamiento total de su población (como por ejemplo en Austria). O bien la cuarentena de toda una región tal como dispuso el gobierno chino en Xian, donde quedaron aisladas 13 millones de personas.
También se ha vuelto bastante extendido el uso del "Pase Sanitario" por el que sólo se le permite el acceso a la vida pública (sea para entrar a un restaurante, un bar, un hotel, un comercio y hasta los servicios de transporte) a aquellos que tengan un certificado que demuestre que están completamente vacunados o bien un test de las últimas horas que evidencie que no está transitando el COVID 19. Este tipo de pase se convirtió en una política de Estado de gobiernos de las más diferentes ideologías (de derecha, de centro o de izquierda) pese a las resistencias de grupos anti-vacunas o sectores de extrema derecha. Es más, cada vez hay más convencimiento en la necesidad de volver obligatoria la vacunación tal como ya lo anunció Ecuador y también Austria y (quizás) Alemania.
Además de las vacunas, que ha demostrado una gran efectividad en el combate de los casos graves del Coronavirus, en los últimos tiempos han aparecido una serie de medicamentos que podrían ayudar a ir superando el mal: desde pastillas de las empresas Pfizer y Merck hasta muchos otros tratamientos experimentales que vienen arrojando buenos resultados. Pero también es cierto que crece la convicción en el consenso científico de que, dado las mutaciones constantes que tiene el virus, es probable que nunca se alcance la tan mentada "inmunidad de rebaño" o que tarde mucho más en llegar. Por eso, ya no sólo se avanza en la aplicación de dosis de refuerzo (la mayoría con una tercera aplicación) sino que se va hacia una cuarta dosis, tal como ya lo anunciaron países como Israel y Chile.
Pero lo que quedó en claro es que la distribución inequitativa de las vacunas a nivel mundial es un problema que traerá consecuencias. En realidad ya las trajo. Porque si hubiese existido un reparto más igualitario de las mismas, quizás la variante Ómicron jamás hubiese aparecido en una África donde en promedio sólo estaba vacunada el 7% de la población frente a otros lugares donde se superaba el 90% entre los adultos. Si no se supera esa desigualdad, la situación se repetirá ad infinitum. Por eso, a dos años del inicio de la Pandemia, su culminación aparece como muy lejana. Es la historia sin fin.
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