Se cumple el primer aniversario del asesinato de George Floyd, el afroamericano asfixiado durante más de 9 minutos por el oficial Derek Chauvin, en Minneapolis. Un hecho que mostró la actitud segregacionista de las Fuerzas e hizo explotar a la sociedad norteamericana que salió a la calle a decir "basta" a años de abusos y discriminaciones. Lo que dejó el caso.
Por Gabriel Michi
"I can't breath" ("No puedo respirar"). Una frase desesperada que se convirtió en el más potente grito. Más de 20 veces la repitió, en forma de ruego, George Floyd al policía de Minneapolis Derek Chauvin, quien, con su rodilla lo asfixiaba sobre el asalto. Fueron más de nueve minutos de agonía, mientras los transeúntes lo filmaban con sus celulares y exigían a este oficial que cese con esa tortura. Pero Chauvin y sus secuaces, hicieron oídos sordos. Floyd murió allí, sobre el cemento. Pero aquella suplica ("no puedo respirar") se convirtió en un "grito de guerra" de los miles, millones, que salieron a las calles de las más diversas ciudades de los Estados Unidos para decir "basta" a los abusos policiales en general y a los que tenían una clara connotación racial, en particular. Un "basta" a años, décadas, donde los afroamericanos (como también los latinos) fueron las víctimas predilectas de los atropellos de los uniformados. Un año pasó desde aquel 25 de mayo de 2020 en que en EE.UU. se comenzó a escribir otra historia. Una historia difícil de cambiar ya que el 25% de los muertos por balas policiales son afroamericanos, siendo el 13% de la población.
El "caso Floyd" tuvo un alto impacto político. Y también electoral. Mientras el entonces presidente Donald Trump -que aspiraba a su reelección- se ponía del lado de la Policía y arremetía contra las manifestaciones, algunas de las cuales derivaron en hechos de violencia, su contendiente Joe Biden abrazaba el camino inverso: criticaba muy duramente los abusos policiales y raciales. El resultado fue claro: la enorme mayoría de los afroamericanos votaron por el candidato demócrata.
Y los reflejos políticos de Biden fueron inmediatos: primero eligió como su compañera de fórmula para la Vicepresidencia a Kamala Harris, una mujer afroamericana. Y, después, nombró a otros afroamericanos en puestos clave: Lloyd Austin, como secretario de Defensa, Marcia Fudge, como secretaria de Vivienda y Desarrollo Urbano y a Cedric Richmond, como director de la Oficina de Participación Pública de la Casa Blanca. También designó a Deb Haaland, una mujer indígena y que fue la primera persona de esa comunidad que tiene un cargo en un gabinete presidencial en la Historia de EEUU: Es la Secretaria del Interior de los EE.UU..
Enfrente, el Partido Republicano se va centrando cada vez más en el "voto blanco" duro y la polarización racial que muchas veces alimentan las más extremas posiciones supremacistas, tal como quedó reflejado en los grupos de choque que dieron su apoyo incondicional a Donald Trump y que, en algunos casos, participaron de la violenta toma del Capitolio, el 6 de enero pasado. Esos extremistas son excepciones pero las posiciones de los republicanos aún parecen bloquear los avances en los castigos a la discriminación racial y los abusos policiales, al punto de haber frenado la denominada "Ley George Floyd para la Justicia en la Acción Policial", propuesta por el Gobierno demócrata y que plantea las responsabilidades civiles de los agentes de Policía en este tipo de crímenes.
Un año, un juicio, una sentencia
Este primer aniversario llegó con masivas manifestaciones en EE.UU., que siguen reclamando por el fin de los abusos policiales que, si bien han quedado expuestos a partir del "caso Floyd", siguen repitiéndose. Y, a pesar de que Derek Chauvin fue encontrado culpable hace un par de meses por parte de un jurado popular, aún se espera conocer la cantidad de años de prisión al que lo condenará el juez y cuya sentencia se escuchará el próximo 25 de junio. La sentencia contra el policía aparece como una excepción dentro de años de impunidad para este tipo de crímenes raciales protagonizados por uniformados, particularmente blancos. De hecho, la consigna para las marchas del primer aniversario del crimen de George Floyd fue: "de muchos, uno". Es decir, de muchos casos impunes, uno obtuvo justicia.
La revuelta que se generó durante 2020 no se veía desde las tensiones raciales de 1968 y que, en aquel entonces, se cobraron decenas de muertos. Más de medio siglo después, las calles se volvieron a llenar de personas indignadas por esa brutalidad.
De hecho, desde hace años, Organizaciones de la Sociedad Civil vienen reclamando la reforma de la policía en Estados Unidos. Un documento de Amnesty Internacional, cita las medidas que deberían tomarse para evitar los constantes abusos de la fuerzas policiales en territorio norteamericano. Y ellas son:
- El Congreso y los 50 estados deben aprobar leyes que limiten el uso de los medios letales por la Policía.
- El Departamento de Justicia debe recopilar y publicar datos pormenorizados y desglosados sobre las personas muertas a manos de la Policía.
- Todos los casos del uso de medios letales por la policía deben ser investigados con exhaustividad, independencia, imparcialidad y transparencia, y quienes resulten responsables deben comparecer ante la justicia.
- El Departamento de Justicia debe supervisar a los organismos encargados de hacer cumplir la ley que hayan cometido violaciones de derechos humanos.
Así, el crimen de George Floyd generó un impacto político y social sin precedentes en los EE.UU.. Un impacto que busca cambiar una historia de segregación y violencia por parte de policías, muchas veces amparados por los poderosos sindicatos. Una historia que necesita de otro paradigma donde los más vulnerables puedan respirar igualdad y justicia.
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