De manera sigilosa, el Sumo Pontífice fue designando nuevos cardenales más acordes a su pensamiento y a su visión social de la Iglesia. De esta forma se garantizaría que, en el próximo Cónclave, el elegido sea alguien fiel a ese tipo de posicionamientos y no un conservador. Dos tercios de los 137 purpurados que pueden votar fueron nombrados por él.
Por Gabriel Michi
Diez años le bastaron al Papa Francisco para trazar una estrategia que le garantice que cuando él deje su lugar -sea por abdicar o por su fallecimiento- quien lo suceda sea alguien acorde a su pensamiento y su mirada de una Iglesia con un alto perfil social, y con "pastores con olor a oveja", como le gusta decir. Las designaciones (o "creaciones") de cardenales que él viene concretando desde hace tiempo apuntan a eso, buscando armar las mayorías necesarias para que en el próximo Cónclave se elija a un Sumo Pontífice que sea alguien que abrace ese modelo y que no forme parte de los poderosos sectores conservadores que digitaron a la Iglesia durante muchos años, generándole en esta década más de un dolor de cabeza a Jorge Bergoglio. Esa inteligente y arriesgada estrategia está construida no sólo en lo cuantitativo de esos nombramientos de nuevos cardenales sino también en los lugares clave donde los coloca o las tareas influyentes que les asigna. Así ocurrió, por ejemplo, en la última tanda de designaciones de cardenales en la que Francisco "creó" 21 nuevos, 3 de ellos argentinos, y entre los que se destaca su amigo Víctor "Tucho" Fernández, arzobispo de La Plata, a quien nombró como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Ministerio más importante del Vaticano. Fernández, con 60 años, podría estar mucho tiempo en ese lugar clave, lo que le garantiza una continuidad en sus posturas aperturistas dentro del Clero.
Su designación en un lugar tan neurálgico es una jugada audaz del Papa ya que ese órgano ha sido clave en las doctrinas de la Iglesia y en la imposición de políticas conservadoras, por ejemplo, la Inquisición. Por eso, la respuesta de esos sectores reaccionarios se hizo sentir de manera inmediata, blandiendo un libro escrito hace muchos años por Fernández llamado "El arte de besar", que era para "orientar" a los adolescentes. Uno de los que lo criticó abiertamente fue el ex prefecto de la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, quien puso en duda su formación teológica. "No me duele que me critique. Lo respeto y creo que es una persona inteligente. Sólo pido que me respeten", aseguró "Tucho" quien es el primer argentino que Francisco designa en un cargo de la curia romana.
Pero no sólo fue su elección lo que mostró la intención del Papa en cuanto a ese órgano considerado el "custodio de la fe". En la carta que Francisco le envió a Fernández para nombrarlo le marcó el camino a seguir: le recordó que ese Ministerio“en otras épocas llegó a utilizar métodos inmorales. Fueron tiempos donde más que promover el saber teológico se perseguían posibles errores doctrinales. Lo que espero de vos es sin duda algo muy diferente”. O sea, un cambio radical. Además le aclaró que ese órgano ya no tendrá a su cargo los juicios a los miembros de la Iglesia acusados de abusos sexuales -como era hasta ahora- y que eso recaerá en tribunales especialmente dedicados a la temática. Esta decisión de Francisco de designar para ese lugar a un sacerdote con ese perfil social también se alista con otro hecho relevante: el nombramiento de Jorge Ignacio García Cuerva (55) como arzobispo de Buenos Aires, la antigua arquidiócesis de Jorge Bergoglio.
Además del designio de Víctor Manuel “Tucho” Fernández, Francisco "creó" a otros dos cardenales argentinos. Ángel Rossi, Arzobispo de Córdoba, un jesuita de 64 años y Luis Pascual Dri, de 96 años, que vive en Buenos Aires, en el barrio de Pompeya, pero que por su edad no podrá votar al sucesor de Francisco. Así se llegó a un total de siete cardenales argentinos, de los que cuatro sí están en condiciones de votar en un Cónclave porque tienen menos de 80 años: los mencionados Fernández, Rossi y Mario Poli y Leonardo Sandri, cuyo nombre sonaba como potencial "papable" cuando finalmente fue elegido Bergoglio en marzo de 2013. Los otros dos cardenales argentinos (que no votan) son Estanislao Karlic y Héctor Villalba.
Pero más allá de ese nombramiento en particular, la estrategia de Francisco es mucho más profunda y estudiada. Las designaciones como cardenales a miembros de la Iglesia con una mirada similar a él, garantizarán que esos valores se perpetuarán en la institución por mucho tiempo y, en particular, en la elección de quien será el sucesor del Papa argentino. De hecho el próximo 30 de septiembre habrá un consistorio de cardenales donde Francisco ya tiene garantizado un apoyo muy importante a su mirada de una Iglesia más inclusiva, con un particular ahínco en las periferias más vulnerables. Así cuando se realice la próxima "fumata blanca" en la Capilla Sixtina, donde se hace el Cónclave de cardenales, la mayoría de los sectores aperturistas será una realidad insoslayable.
El número purpurados menores de 80 años que hoy votarían en un Cónclave es de 137 -de un total de 247 que conforman el Colegio Cardenalicio-, muy por encima del límite fijado por Pablo VI en 120. Y la cifra de cardenales propuestos por Bergoglio hasta el momento alcanza los dos tercios (2/3) del quórum necesario para la elección de su sucesor, algo que podría cincelar el perfil del próximo Sumo Pontífice de acuerdo al designio y los deseos del actual. Así, paso a paso, haciendo gala de su conocimiento en cuanto a estrategias "políticas" (en el más amplio sentido del término), Jorge Bergoglio fue ocupando lugares para intentar ganar una batalla que no fue nada fácil y que le quita el sueño desde el primer día de su Papado: la campaña de desgaste y la contraofensiva de los sectores conservadores que nunca aceptaron los vientos de cambios que ese Papa llegado desde "el fin del Mundo" buscó imponer para lograr un acercamiento entre la Iglesia y su prédica histórica hacia las personas más vulnerables. Esa Iglesia con "pastores con olor a oveja", que se aleje de esas intrigas y lujos palaciegos donde los conservadores se sienten tan a gusto. Francisco supo construir poder con su popularidad y sencillez, pero también con su estratégica política de garantizarse una sucesión acorde a sus ideas. O sea, proyectar su mirada más allá de su vida. E incluso más allá de su muerte.
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