Tras las fiestas y conciertos multitudinarios en Mallorca se desató una nueva ola de casos de Coronavirus con epicentro en la juventud. La tasa de transmisión entre ellos se disparó y es casi el triple que en el resto de la población. Rechazo a las restricciones y falta de vacunas en esas edades, claves para entender qué pasa en un país que busca la "nueva normalidad".
Por Gabriel Michi
Fiestas. Descontrol. Falta de distanciamiento y cuidados. Baja vacunación. Un cóctel letal que llevó a España a ver cómo se multiplicaron los contagios de COVID 19 entre los jóvenes. Y que tuvo un origen claro y definido. Evidente. Y hasta geográfico. Palma de Mallorca. Islas Baleares. Una serie de festejos, conciertos y todo tipo de divertimentos, llevaron a que muchos chicos que, por ejemplo, disfrutaban de sus viajes de fin de curso, contraigan Coronavirus en un momento en que en toda España la curva de contagios venía descendiendo de manera contundente, lo mismo que los fallecimientos.
Tan es así que la tasa de incidencia acumulada entre los jóvenes de 20 a 29 años subió 70,41 puntos en cuestión de horas. El mes de julio comenzó en España con una tasa de 345 casos cada 100.000 habitantes entre los adolescentes de entre 12 y 19 años y de 366 casos cada 100.000 habitantes entre los jóvenes de 20 a 29 años, Mientras que en toda la población se ubicó en 134 casos cada 100.000 habitantes. Es decir 2,7 veces más.
Esa explosión de contagios entre los jóvenes no sólo ocurre en una España que, gracias al crecimiento en la vacunación, logró ir disminuyendo sus casos de COVID 19, sino que incluso se da en un avance en el fin de las restricciones: casi en simultáneo de este fenómeno juvenil en tierra ibérica se eliminaba el uso obligatorio de los barbijos o mascarillas en espacios abiertos y ya casi no quedan limitaciones en la vida cotidiana. En definitiva, en una España que comenzaba a transitar el camino de la "nueva normalidad".
La génesis del "macrobrote"
Lo cierto es que pocas veces en el Mundo se pudo identificar el origen de un masivo contagio explosivo como en esta ocasión. El "Macrobrote" -como lo han dado a llamar en España- surgió de las fiestas y conciertos -sin ningún tipo de cuidado preventivo ni distanciamiento social- que se dieron durante las vacaciones de fin de curso en Palma de Mallorca de jóvenes llegados desde todo el país y del extranjero. En cuestión de días se registraron más de 1.200 casos positivos de COVID 19, lo que obligó a otros tantos a quedar aislados. Ese aislamiento compulsivo en hoteles de Mallorca disparó una enorme polémica entre padres, políticos anti-cuarentenas y los propios jóvenes contra las autoridades locales que los obligaron a permanecer allí, con custodia policial incluida. Algunos pocos se fugaron, pero los 250 que mantuvieron el aislamiento protagonizaron una ruidosa protesta en la que denunciaron estar "secuestrados" y clamaron por su supuesta "libertad". Finalmente, una orden judicial obligó a dejar que abandonaran los hoteles aquellos jóvenes que tenían test negativos.
Pero el problema se extendió mucho más allá de las Islas Baleares. Gran parte de esos jóvenes que durante esos días de relax estuvieron en discos, barcos alquilados para la ocasión y hasta en el más importante concierto de reggaetón en toda Europa -en la Plaza de Toros de Mallorca- regresaron a sus ciudades de origen en más de 8 regiones de España e incluso en otras naciones, como por ejemplo, los Países Bajos. Allí llevaron el virus con ellos, con el riesgo de diseminarlo en sus pagos. De hecho, eso ocurrió y todavía se desconocen los alcances finales de semejante imprudencia.
La idea -totalmente justificada- de festejar después de largos meses de encierro y de una vida ceñida por la virtualidad se descontroló y puso en peligro no sólo a esos jóvenes deseosos de celebrar sino a toda la población. De hecho, muchos de sus padres y abuelos se contagiaron tras el regreso a sus hogares.
Un ejemplo de lo que significó esa "importación" del Coronavirus desde Mallorca fue lo que ocurrió en la capital española, Madrid, donde se detectaron 363 casos positivos entre estudiantes de 17 a 19 años procedentes de más de una treintena institutos de la región y que se alojaron en ocho hoteles de Mallorca durante aquellos días de fiestas y conciertos. A raíz de eso, debieron poner en cuarentena a más de 3.000 estudiantes y las autoridades de Sanidad empezaron a rastrear a cada uno de los contactos estrechos de cada uno de ellos. La idea es neutralizar esos potenciales peligros antes de que se vuelvan un espiral imposible de frenar en plena "desescalada" de las medidas restrictivas.
El problema adicional es que justamente ese sector etario todavía no fue alcanzado por la campaña de vacunación contra el COVID 19. A comienzos de julio de 2021, en España el 55% de la población ya recibió al menos una dosis del inoculante, pero los jóvenes aún esperan. Y eso agrava la situación frente a la explosión de los contagios entre los sub-30 y a esa ansiada búsqueda -sin demasiados límites- de reconquistar las libertades perdidas o, al menos, suspendidas. Y todo eso se agrava aún más por la multiplicación de la cepa Delta, la que más preocupa en todo el Mundo y que ya hizo pie y crece día a día también en territorio español.
Así, entre los festivales masivos de reggaetón, las llamadas "boat parties" (fiestas en barcos), los "macrobotellones" (juntadas callejeras para beber) que las autoridades permitieron y los viajes ida y vuelta en los ferrys que comunican el territorio con las islas, además de lo que ocurría puertas adentro de los hoteles (al menos 9), el foco juvenil de Coronavirus que se desató en Palma de Mallorca y que se extendió por toda el país y más allá de su frontera, hoy es la principal preocupación para España. Porque todos saben como empezó este "festival" de contagios. Pero nadie sabe dónde terminará.
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