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Finlandia: el país más feliz, en busca de inmigrantes

La nación nórdica encabeza la nómina en cuanto a satisfacción de la calidad de vida de sus habitantes pero necesita encontrar trabajadores extranjeros calificados. Es uno de los Estados europeos que enfrenta más problemas demográficos y déficit en la mano de obra. Gobernado por mujeres, el nivel de equidad e igualdad es un ejemplo para todo el Mundo.


Por Gabriel Michi



Finlandia es desde hace tiempo un país ejemplo para todo el Mundo. Gobernado en este momento por mujeres, hace años que sus estándares en materia de transparencia, igualdad y equidad, son faros de cómo se puede construir una sociedad basada en el respeto al otro, como concepto rector de su vida cotidiana. Y así, por cuarto año consecutivo, Finlandia resultó ser el país con las personas más felices del Planeta. Pero como la felicidad pareciera que nunca puede ser completa hoy enfrentan una necesidad: mano de obra. Por eso salió a la búsqueda de trabajadores extranjeros calificados que puedan cubrir ese faltante.


Pese a tener esos parámetros de calidad de vida, lo cierto es que en envejecimiento de su población y la escasa demografía, están llevando a este país hacia esa necesidad de conseguir mano de obra para varios sectores productivos. Y esa búsqueda ya no se limita puertas adentro de su propia frontera, sino que abre la puerta a potenciales inmigrantes.


Según los especialistas, es imprescindible para Finlandia captar trabajadores para ayudar a cubrir el costo de la generación que envejece. Y los datos así lo apuntan: Cada 100 personas en edad laboral casi 40 son mayores de 65 años. Eso ubica a esta nación nórdica en el segundo escalón mundial (sólo detrás de Japón) en el porcentaje de su población envejecida. Y, según la ONU, esa tendencia se agravará en los próximos años: se calcula que en 2030, ese porcentaje ascenderá al 47.5%.



En Finlandia viven 5.5 millones de personas y hoy necesita duplicar los niveles de migración llevándola a 20 mil o 30 mil ingresos por año: Eso es fundamental para poder, por ejemplo, mantener los servicios públicos en funcionamiento, siendo uno de los más eficientes del Mundo. Pero también -y sobre todo- para poder financiar el sistema de pensiones.



Pros y contras


El país escandinavo no sólo encabeza los ránkings mundiales en materia de calidad de vida sino que es vanguardia también en materia de igualdad de género, lucha y freno a la corrupción, prevención del delito y políticas medioambientales.


Si bien su cultura progresista suele favorecer el respeto a los inmigrantes, en los últimos años -como en otras naciones europeas- han aparecido expresiones políticas de extrema derecha que rechazan a los extranjeros, tal como el opositor Partido Finlandés. Esas posturas ganaron apoyos en los últimos años y hay cada vez más sectores que se niegan a emplear extranjeros. Pero la realidad del envejecimiento poblacional y la falta de mano de obra, sin duda, los obligará a replantear sus posicionamientos.



De hecho, hoy el gobierno y las empresas privadas se enfrentan a un desafío difícil de resolver. "Están ahora en el punto de inflexión y están reconociendo el problema" que plantea una población que envejece, señaló Charles Mathies, investigador de la Academia de Finlandia. Mathies forma parte de los expertos que asesoran al programa 'Talent Boost' ('Impulso al Talento') del gobierno que ya va por su cuarto año desde que se puso en marcha. Este programa busca mostrar a Finlandia como un destino más atractivo internacionalmente, en parte a través de esquemas de reclutamiento local. Así han captado a trabajadores sanitarios de España, metalúrgicos de Eslovaquia y expertos en Tecnologías de la Información y marítimos de Rusia, India y el sudeste asiático. Pero ahora con esos esfuerzos no alcanza y se ven obligados a ampliar su horizonte con otro tipo de trabajadores calificados en distintos lugares del Mundo.


Es cierto que hay algunas cuestiones que juegan en contra de la tentación finlandesa: el clima muy frío durante la mayor parte del año, el costo de vida altísimo y un idioma muy difícil (aunque la mayoría de sus habitantes hablan inglés con facilidad), son algunos de los factores determinantes que terminan alejando la posibilidad de una mayor migración.


Pese a esos elemento disuasivos, Finlandia sigue teniendo desde hace años un flujo positivo de migrantes, con más de 15.000 personas que se radican allí por sobre las que se van. Sin embargo, muchos de los que abandonan el país son personas con estudios superiores. Por eso la escasez de trabajadores calificados (la mayor de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -OCDE-). Por eso, muchas empresas finlandesas crearon un sitio de carreras conjuntas para ir a la caza del talento extranjero.


Otra limitante suele ser el tema del estado civil de los aspirantes a soñar un futuro mejor en Finlandia. En general los que más chances laborales tienen son aquellos que no tienen mayores compromisos maritales. El alcalde de la capital, Jan Vapaavuori, señaló que "me han dicho que pueden conseguir que cualquier persona del mundo venga a trabajar para ellas en Helsinki, siempre que sea soltero. Sus cónyuges todavía tienen grandes problemas para conseguir un trabajo decente".







Aunque el propio alcalde de Helsinki el lugar de privilegio de Finlandia, encabezando por cuatro años consecutivos, el ránking de países más felices en el Mundo "todavía no han ayudado tanto como podríamos haber esperado". De hecho, él mismo salió a convocar a empresas internacionales de relaciones públicas para elevar el perfil de la ciudad capital. Y sueña que cuando la situación mundial por la Pandemia mejore, haya más postulantes a una nueva vida en Finlandia que, dicho sea de paso, ha sabido manejar muy bien el COVID 19, llegando a tener a fines de junio un promedio diario de 80 nuevos contagios y varios días sin ninguna víctima fatal y que en total, desde la llegada del virus, apenas 94.000 casos y menos de 1.000 muertos. Y también logró campear esa tormenta con una fuerte presencia del Estado. Según la ONU, Finlandia también es la nación más feliz del mundo por el peso que también tiene allí el respaldo que para todos tiene lo público.


El ex primer ministro Antti Rinne sostiene que: “En nuestra sociedad hay equidad, el Estado de bienestar significa que cada persona posee el mismo derecho a la educación y a las prestaciones sociales. Es, además, un país seguro para todos. Creo que debido a esas dos cosas somos tan felices". Y ¿cómo se sostiene esto? Con impuestos altos que los finlandeses pagan pero que saben que vuelven a sus vidas a través de prestaciones de excelencia (y sin corrupción de por medio) que les brinda el Estado. Si bien la la presión fiscal de Finlandia es mayor al 40% sobre el PBI, siendo superior a otros países europeos no genera enojo de los ciudadanos porque la sensación de que eso es correspondido por servicios de calidad en todas las áreas. Por ejemplo, el 30% del PBI esta país lo destina a la protección social. Algo que es muy valorado por los finlandeses que se enorgullecen del sistema educativo que tienen (a la vanguardia mundial) y, en general, con el Estado de bienestar.


En este país nórdico la educación es pública y gratuita, en todos los niveles, incluso hasta los estudios de doctorado. Y es tal la calidad (y la exigencia) que los docentes para ejercer deben tener un máster en la materia que enseñan. Sus salarios son bien remunerados y, a contramano de otros lugares del Planeta, es una de las profesiones más deseadas. Tienen un programa anti-bullying entre los estudiantes que es referencia para todo el Mundo y, entre las particularidades, hay características que sorprenden: los alumnos casi no se llevan tareas a sus casas y hay un seguimiento personalizado de cada chico.


En materia social, también las políticas públicas finlandesas marcan diferencias: el Estado les brinda hogar a los "sin techo" (único a ese nivel en la Unión Europea) y eso parte de un concepto muy arraigado y que entiende que la casa es el primer paso para reconstruir la dignidad entre las personas que quedaron al margen de todo: el sistema "Housing First", que algunos otros países comienzan a mirar con atención.






El tema medioambiental también está en la agenda cotidiana de Finlandia. A tal punto que planea para dentro de 14 años, para el 2035, ser neutro en la emisión de carbono. Para ello se planteó ir reduciendo el uso de combustibles fósiles y volcarse de lleno al uso de energía limpia, como por ejemplo la eólica y la solar. Además busca transformar el transporte público y la calefacción al sistema eléctrico para, de esa manera, dejar de consumir gas.


En el rango de los claroscuros que presenta el país "mas felizdel Mundo" hay dos estadísticas que preocupan desde hace años: el alto nivel de alcoholismo y de suicidios.

Frente al endémico problema del abuso del alcohol, el Estado puso manos a la obra hace tiempo y una delas formas que encontró para desalentar el consumo fue atacar por el lado del bolsillo: en Finlandia es mucho más caro que en cualquier otro país de la Unión Europea.

Con respecto al tema -también endémico- de los suicidios, con una tasa superior al resto de la UE (14 por cada 100 mil habitantes) hay programas de contención psicológica muy extendidos que han logrado descender los casos en las últimas décadas, aunque aún las cifras siguen siendo muy elevadas.



Mujeres al poder


Finlandia está a la vanguardia de la equidad de género a nivel mundial. Incluso en los espacios centrales del poder. De hecho está gobernada por Sanna Marin, una joven política de 34 años del Partido Social Demócrata, que se convirtió en la primera ministra más joven del Planeta. Es más: su coalición de Gobierno está integrada por cinco partidos. Todos ellos liderados por mujeres. Y, además, cuatro de ellas tienen menos de 35 años. Junto a Marin, forman parte de la Administración que conduce los destinos de este país, Li Andersson (Alianza de Izquierda), de 32 años; Maria Ohisalo (Liga Verde), de 34; Anna-Maja Henriksson (Partido Popular Sueco de Finlandia), de 55; y Katri Kulmuni (Partido de Centro), de 32.





No es una novedad en Finlandia que la Primera Magistratura sea ejercida por una mujer. De hecho, Sanna Marin es la cuarta primera ministra. "La igualdad es parte de la identidad del país, así que la gente siguió muy de cerca lo que este Gobierno estaba haciendo", explicó Johanna Kantola, profesora de estudios de género en la Universidad de Tampere.


La Primera Ministra llegó al poder con una agenda muy nutrida en materia de igualdad de género y de cuidado del medioambiente. Pero la irrupción de la Pandemia de Coronavirus la puso frente a un desafío impensado (tanto para ella como para los demás líderes del Mundo) que decidió afrontar con un fuerte rol asistencial del Estado. Y su actitud de cuidado y de rigurosidad en las medidas ayudó a tener tasas muy bajas de contagios y muertes por COVID 19, muy diferente a lo que ocurrió en la vecina Suecia, que optó por no tener tantas restricciones y cuarentenas, y que terminó pagando muy caro. En el caso de Finlandia, Sanna Marin (junto a su equipo) decidió que, por ejemplo, sus prestigiosas escuelas permanecieran cerradas y dispuso que su país se confinara cuando recién tenía 300 casos de Coronavirus. Todo eso teloneado con un fuerte acompañamiento del Estado ante las necesidades especiales que planteó la Pandemia. Y los resultados fueron de los mejores en todo el Planeta.


Lo cierto es que hoy el país más feliz del Mundo necesita inmigrantes. Su envejecimiento poblacional está demandando mano de obra calificada que llegue desde distintas naciones. Y, en medio de una crisis planetaria donde hay muchos más lugares que expulsan personas que los que las aceptan, Finlandia se muestra a contramano de esa triste tendencia. Y abre sus brazos (con condiciones) por sus propio presente. Ofrece un respaldo muy seductor: un Estado de Bienestar vigente, una educación de excelencia (y gratuita), una seria preocupación por el cuidado del medioambiente, un escenario donde prima la igualdad de género y donde los derechos colectivos e individuales están garantizados. Y, sobre todo, una calidad de vida que pocas naciones pueden brindar.




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