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Hacinamiento en las cárceles: la otra condena para los presos

En América Latina la sobrepoblación en las prisiones es un problema mayúsculo, no sólo por ser violaciones a los DD.HH. sino también por no cumplir el fin resociablizador que debería.


Por Gabriel Michi



"Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice", señala el Artículo 18 de la Constitución argentina. Ese concepto "reparatorio" que se persigue y que significa en otras palabras que las prisiones deben servir para "resociabilizar" a los individuos que fueron encarcelados por violar las leyes, se repite en la concepción de la mayoría de los países. Sin embargo, el gran parte del Mundo -donde en total se calcula hay 11 millones de presos- y en especial en América Latina se está muy lejos de que eso sea una realidad. Las cárceles suelen ser depósitos de personas que viven en condiciones infrahumanas para "pagar" el daño que le pudieren haber provocado a la sociedad. Y, en general, los que terminan tras las rejas suelen ser personas de bajos recursos o nivel educativo inferior ya que los estamentos altos de la sociedad suelen recurrir a hábiles abogados que consiguen atajos para evitar que sus clientes vayan presos. En ese contexto, hay una situación que preocupa especialmente a las Organizaciones de Derechos Humanos de la región: el brutal hacinamiento y la sobrepoblación que se dan en las cárceles latinoamericanas. Semejante cuadro genera también que las cárceles terminen retroalimentando el perfil criminal de los detenidos y que esos lugares deriven en una suerte de "escuelas del delito", además de nidos de mafias que desde el encierro manejan el crimen que se da dentro y fuera de esos muros, tal como se ha visto en Brasil, Ecuador y hasta Argentina, entre otros casos.


Según datos de World Prison Brief, las cárceles de Haití operan en 2024 al 302% de su capacidad, lo que lo convierte en el país de la región con más reclusos respecto a su capacidad real. El segundo lugar lo ocupa Guatemala, con una tasa de ocupación de casi el 300%, seguida de Bolivia, que roza el 288%. También en el top de hacinamiento figura El Salvador, con un 237%. Los tres países más grandes -en cuanto a su superficie- también tienen más presos que espacio para retenerlos: Brasil con un 174%, Argentina con 119% y México con 104%.


De acuerdo con InSight Crime, "los sistemas penitenciarios de Latinoamérica y el Caribe se han convertido en una de las principales incubadoras de crimen organizado". Según el sitio, "el hacinamiento ha creado muchos más problemas de los que se han podido resolver encarcelando a los sospechosos de manera masiva. Los prisioneros (...) viven en condiciones deplorables e inhumanas que los hacen vulnerables a la coerción y el reclutamiento por parte las bandas criminales más sofisticadas".






Según las estadísticas de World Prison Brief, en el Mundo habrían alrededor de 11 millones de personas privadas de la libertad, aunque es probable que el total "supere los 11,5 millones si se incluyen las cifras estimadas de reclusos en centros de detención de China y en campos penitenciarios de Corea del Norte". En ese marco hay países que tienen una política represiva mucho más dura. Quizás el caso más emblemático sea el de El Salvador, el pequeño Estado de Centroamérica donde la mano dura del presidente Nayib Bukele, multiplicó la cantidad de prisioneros en los últimos años, llevándolo al escalón más alto en la escala internacional de personas detenidas sobre la cantidad de habitantes. Hoy El Salvador tiene la tasa de encarcelamiento más alta del mundo: 1.086 personas por cada 100.000 habitantes. En ese contexto, en 2023, en medio de un operativo que fue filmado y presentado con estética hollywoodense, esta pequeña nación inauguró la mayor cárcel de América Latina, donde actualmente se hacinan unos 25.000 delincuentes en condiciones deplorables, como consecuencia del "Estado de Excepción" contra las pandillas -conocidas como "maras", que por años sumergieron al país en una violencia extrema- decretado en marzo de 2022 por Bukele.


A nivel mundial, le siguen Cuba (794 presos por cada 100.000 habitantes), Ruanda (621), Turkmenistán (576) y Estados Unidos (531). Es también una realidad que el número de personas privadas de la libertad también es relativamente elevado en regímenes autoritarios como Rusia e Irán, donde hay entre 200 y 300 personas encarceladas por cada 100.000 habitantes (según los últimos datos disponibles, que son parciales). Del otro lado de la escala, el país con menos encarcelamientos de acuerdo a su población es Japón que cuenta con 33 presos por cada 100.000 habitantes.


La situación de las cárceles en Latinoamérica es lamentable desde hace décadas. Pero ha ido empeorando a medida que aumenta la población general y el delito, y los Estados no siguen el ritmo en la construcción de nuevos complejos penitenciarios. Y así, se produce ese efecto de sobrepoblación que se extiende sin límites. Y donde lejos de resocializar a los reclusos para evitar que vuelvan a delinquir terminan produciendo todo lo contrario. Mientras cumplen otra condena: la del brutal hacinamiento.





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