En los primeros 10 días de 2025 el 1% más rico del planeta ya produjo la cuota de CO2 que le corresponde para todo un año, mientras que a los pobres eso les llevaría 1.100 días. Exigen impuestos especiales para los que más contaminan para compensar las pérdidas de todos.
Por Gabriel Michi

La desigualdad tiene muchas formas de manifestarse. La más evidente es la de la ostentación de sus grandes fortunas por parte de grupos extremadamente minoritarios frente a la pobreza y miseria de una enorme y mayoritaria proporción de la población mundial. Los grandes lujos de pocos frente a las paupérrimas condiciones de vida de muchos. Esas diferencias también se notan en el acceso a todo tipo de derechos: económicos, políticos, sociales, medioambientales, entre muchos otros. Y dentro de esos últimos aparece también la desigualdad en materia de contaminación y, como contracara, el uso discrecional del aire puro, del oxígeno. Porque está demostrado que los detentores de las mayores fortunas de la Tierra son los que provocan (a través de su vida particular, pero especialmente de sus empresas) los más altos índices de contaminación del Mundo. Y eso se traduce en que por la avaricia de unos pocos, sufra el resto de la Humanidad. Los superricos del planeta ya completaron en los primeros 10 días de 2025 su cuota límite de gases contaminantes prevista para todo un año. O, dicho de otra forma, el 1% de las personas más ricas del Mundo solo necesitó de esas 10 jornadas para consumir su parte del CO2 per cápita que le corresponde. Así se desprende de un nuevo análisis de OXFAM, que denuncia que el estilo de vida de los más afortunados es gran responsable de la crisis climática global. Ese mismo 1 % más rico contamina tanto como los dos tercios más pobres de la Humanidad.
Según Nafkote Dabi, responsable de políticas de cambio climático de OXFAM Internacional, "el futuro de nuestro planeta pende de un hilo. El margen de actuación es muy estrecho, pero los superricos siguen dilapidando las posibilidades de la humanidad con sus fastuosos estilos de vida, sus inversiones en empresas contaminantes y su perniciosa influencia política". La especialista agrega: "Son unos pocos que roban el futuro a miles de millones de personas para alimentar su insaciable codicia. Los supercontaminadores deberían pagar la factura". Por esta injusta situación, la organización ha creado el "Día del contaminócrata", para generar conciencia, mientras que los devastadores incendios en Los Ángeles (EE.UU) mostraban una de las caras más brutales del efecto del cambio climático y también que semejante fenómeno no discrimina.
Para llegar a estos cálculos, OXFAM toma en cuenta la cantidad de CO2 que puede añadirse a la atmósfera sin sobrepasar los 1,5 ºC de calentamiento, por encima de los cuales proliferarán desastres climáticos extremos como dichos incendios o las DANAs como las que afectaron a Valencia (España) en 2024. Se proyecta que para el año 2023, en la Tierra vivirán alrededor de 8.500 millones de personas y, en ese panorama, la "cuota justa" de emisiones de CO2 para no sobrepasar esa temperatura debería rondar de 2,1 toneladas al año per cápita. Sin embargo, el 1% de la población más rica emite unas 76 toneladas de CO2 al año. Son 77 millones de personas -que ganan más de 136.000 euros al año y no solamente millonarios o multimillonarios- que condicionan la vida de más de 8.000 millones en este presente.
No es la primera vez que OXFAM advierte sobre esto. Otras Investigaciones previas de esta organización ya habían alertado en 2019 que esta minoría rica era responsable del 15,9% de las emisiones mundiales de CO2. Como contracara, el 50% más pobre representó sólo el 7,7% de todas las emisiones ese año. Así se llega a este presente en el que los superricos ya alcanzaron su límite de 2025 en apenas 10 días, mientras que a una persona que forme parte de la mitad más pobre de la población mundial eso mismo le llevaría casi tres años. Sí, en sólo 10 días de contaminación, los más ricos agotaron su parte del presupuesto mundial anual de carbono, algo que a los más pobres les acarrearía, por lo menos, 1.100 jornadas.
Según OXFAM, para alcanzar el objetivo de 1,5 ºC, el 1% de la población más rica debería reducir sus emisiones en un 97% de aquí a 2030. Algo que parece una utopía inalcanzable ya que el poder que detentan esas personas y su capacidad de lobby y presión sobre las autoridades los vuelve "intocables". Por eso la proyección es pesimista. "Los gobiernos deben dejar de complacer a los más ricos. Los grandes contaminadores deben pagar por los estragos que están causando en nuestro planeta. Pónganles impuestos, reduzcan sus emisiones y prohíban sus caprichos: jets privados, superyates y demás. Los dirigentes que no actúan están optando por la complicidad en una crisis que amenaza la vida de miles de millones de personas", afirma Nafkote Dabi .
Vale decir que el tema de aumentar los impuestos a los más ultrarricos del planeta, que a su vez son los mayores contaminadores, es algo que está en debate en la agenda pública internacional. De hecho, en el G20 se discutió la posibilidad de creación de un impuesto mínimo global sobre los aproximadamente 3.000 multimillonarios del planeta. Pero fue rechazado por las principales potencias del Mundo en la reunión en Río de Janeiro que se celebró en el pasado mes de noviembre. La iniciativa fue impulsada por el gobierno brasileño de Luis Inacio "Lula" Da Silva y contaba con el apoyo de Francia y España, entre otros países.
En la COP29 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) que se realizó en Bakú (Azerbaiyán) del 11 al 22 de noviembre, también se pidió que se gravara a los megaricos para obtener la tan necesaria financiación para atender los efectos del cambio climático. Entre las propuestas se planteó la posibilidad de gravar a los pasajeros frecuentes ya que se sabe que los aviones son uno de los mayores contaminantes del planeta y que en la ecuación -dada la cantidad limitada de personas que puede transportar en cada viaje- el saldo es más que negativo para el planeta. Con los fondos que se recaudarían con esas y otras medidas creen que no sólo limitarían la contaminación sino ayudarían a obtener recursos para financiar las perdidas y daños ocasionados. Aunque sea un remedio frente a esa enorme e inequitativa enfermedad. Una enfermedad potenciada a fuerza de la ambición desmedida y, sobre todo, de una desigualdad lacerante que hasta se siente en el uso del aire que todos respiran.

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