En la Ciudad donde se desató la Pandemia ya no quedan pacientes con Coronavirus en sus hospitales y, de a poco, se reabre su economía, incluso el polémico mercado de animales donde se supone que empezó a transmitirse la enfermedad. Pero no todo es lo que parece.
Por Gabriel Michi
Allí fue la génesis de esta especie de apocalipsis moderno que sacude al Mundo. Donde comenzó todo: Wuhan, la séptima ciudad en importancia de China. Una de las regiones más potentes del gigante asiático. Allí, donde se abrieron las puertas del infierno desatado por el COVID 19, todo pretende volver a la “normalidad”. O a una especie de “normalidad”, según sus autoridades. Porque sólo en esta ciudad de 11 millones de habitantes hubo más de 46.000 enfermos y 3.200 fallecidos. Si se toma toda la provincia de Hubei (de la que Wuhan es la capital), se registraron más de 68.000 casos y murieron más de 4.500 personas, el 97,3% de todos las personas fallecidas reportadas oficialmente por China (unos 4.700).
El anuncio del alta dado al últimos paciente -un hombre de 77 años de apellido Ding- fue realizado por las autoridades el domingo 26 de abril. Habían pasado más de cinco meses desde aquel 17 de noviembre de 2019 en el que se supone se dio el primer caso de Coronavirus en esta ciudad: un ciudadano de 55 años que habría estado en el mercado de animales vivos (y algunos exóticos) de Huanan. En esos 161 días, el virus se propagó a una velocidad inusitada, enfermó a 3 millones de personas y mató a más de 200.000 en 185 países del Mundo. Países en los que aún hoy hay registrados más de 2 millones infectados activos. La contracara de eso es Wuhan, donde ya no quedan internados por este mal que los tuvo como los protagonistas iniciales.
En este momento, si bien han reabierto empresas, comercios, entidades públicas y mercados, la actividad aparece aún muy resentida, quizás porque por el impacto que generó el Coronavirus, recuperarse les llevará muchos años. O quizás no logren hacerlo nunca. Pero las autoridades locales buscan que esta urbe que, antes del COVID 19 estaba en pleno crecimiento y se había convertido en el corazón industrial de la zona central de China, vuelva a ese sendero. Algo que parece muy difícil.
Ya no quedan rastros de la docena de hospitales modulares que se levantaron en tiempo récord durante la emergencia, ni tampoco de los vallados que impedían el acceso a determinas áreas consideradas riesgosas. Lo locales de comida -incluso de cadenas internacionales- prefieren atender en las veredas para evitar la aglomeración de personas en su interior y sólo pueden despachar. Y las mascarillas se ven por doquier. Incluso muchas personas prefieren portar trajes de aislamiento que les cubren todo el cuerpo. En los hoteles a los pasajeros se les consulta todo el recorrido previo, se les toma la fiebre y hasta se los rocía con un desinfectante.
Poco a poco la gente va regresando a los lugares públicos, en especial los parques y plazas, que son fumigados en forma permanente. Pero el temor y las restricciones todavía se sienten. Por ejemplo, según pudo averiguar MundoNews, hay muchas actividades que aún están paralizadas. En particular en la provincia de Hubei. La mayoría del resto de las provincias tienen un QR, como si fuera un código de salud. Entonces, dependiendo del código que se tiene -verde, amarillo o rojo- les permiten a las personas usar o no el transporte público. En Wuhan, como todo está recién empezando, todavía no hay un código QR de este tipo y, por ejemplo, a los estudiantes internacionales los obligan a mantenerse encerrados. Tienen una salida por día de una hora para ir al supermercado dentro del campus y enseguida deben regresar. No pueden salir fuera de ese espacio porque le piden ese QR y no lo tienen. Y eso les ocasionaría serios problemas. Obviamente no hay clases presenciales y sólo se estudia de manera virtual. Sin embargo, en la primera semana de mayo -si la situación se mantiene como hasta ahora- empiezan a regresar los alumnos del último año del colegio secundario. Y paulatinamente se irán sumando los demás cursos y niveles.
Wuhan había entrado en cuarentena total el 23 de enero, en una decisión muy tardía por parte del gobierno de Xi Jinping. Ya los enfermos superaban el millar. Y había 18 muertos. De hecho, el virus para ese entonces había atravesado fronteras (incluso mares) y se había propagado por al menos 7 países, entre ellos, Tailandia, Japón, Corea del Sur y hasta los Estados Unidos. En ese contexto y ante la creciente presión internacional, las autoridades chinas decidieron una medida excepcional: cerrar Wuhan y otras ciudades cercanas (Ezhou, Zhijiang y Chibi). La muralla simbólica (y a la vez, real) mantuvo dentro de sus fronteras a 20 millones de personas, pero luego se extendió a toda la región de Hubei y a otras cercanas.
Finalmente, el 8 de abril, tras 76 días de aislamiento y después de no registrar ningún nuevo caso, el gobierno de Xi decidió reabrir la ciudad. Hubo una mega fiesta, como si se tratara de la celebración del Año Nuevo. O de una "Vida Nueva". Una especie de "Resurrección". Pero en el camino habían quedado miles de víctimas. Para muchos, esos festejos quedaron fuera de lugar frente a semejante tragedia y más aún cuando la enfermedad seguía creciendo en el resto del Mundo.
Ese día, cientos de personas que habían quedado varadas en la ciudad, sin poder regresar a sus hogares en algún otro punto de China, lograron tomarse un avión o un tren para volver a sus hogares. Para ese entonces la mayoría de los ciudadanos extranjeros (incluso varios argentinos) que residían o estaban de visita en Wuhan, ya habían concretado el regreso a sus países de orígenes repatriados por sus respectivos gobiernos.
Lo cierto es que la recuperación económica de Wuhan como también de toda la provincia china de Hubei va a demandar mucho tiempo. El cálculo que hicieron las autoridades es que sólo en el primer trimestre del 2020 han perdido el 40% del PBI regional. Aunque aseguran que eso lograrán revertirlo ya que, desde el 14 de abril, el 98% de las principales empresas de la provincia reanudó la producción. Desde la oficina de Estadísticas de Hubei señalaron que el consumo también se está recuperando rápidamente, impulsado por las ventas vía Internet.
A eso apuestan los habitantes de esta megapolis. A reinventarse, después de la Pandemia. Imaginan con volver a poner en marcha esa maquinaria gigantesca que los impulsó hasta que apareció ese virus microscópico que los destruyó. Saben que nada volverá a ser lo mismo. Y que sus vulnerabilidades (como las del resto de la Humanidad) quedaron al desnudo. Pero sueñan con la resurrección. Allí donde fue la génesis del apocalpsis.
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