Olena Kushnir era una sargento y médica que se convirtió en un emblema de la resistencia ucraniana. Acaba de morir en los enfrentamientos en Mariupol. Irina Starikova, es una temible francotiradora rusa que mató a 40 personas y ahora fue capturada por las fuerzas enemigas.
Por Gabriel Michi
Lo humano y lo simbólico se cruzan en forma permanente en medio de una guerra. Si bien la historia de cada persona tiene su propio valor, hay algunas que -por distintos motivos- se enarbolan como estandartes en los que se embanderan muchos otros. Se convierten en íconos, a veces involuntariamente, pero la mayoría de las veces empujados por los intereses de los países en conflicto. De un lado y otro de las trincheras. En la guerra entre Rusia y Ucrania esto se vio expuesto exponencialmente. En los medios de comunicación, pero especialmente en las redes sociales. Y así sus figuras se elevan sobre sí mismas. Acentuando cualidades y proyectándolas en un imaginario colectivo que apela al nacionalismo en cada respiro. Así ocurrió con dos mujeres, convertidas en emblemas de ese espíritu de defensa de sus banderas y países. Y ambas, con un final dramático. Una más que otra. Una murió, la otra fue capturada.
Se trata de la ucraniana Olena Kushnir y la rusa Irina Starikova. Ambas eran oficiales de los respectivos ejércitos. Y debieron dejar atrás sus propias historias y hasta sus propios hijos para batallar en el frente de combate en defensa de los intereses de sus patrias. Olena resistía la invasión rusa sobre su devastada ciudad, Mariupol. Irina atacaba con su puntería de francotiradora a los militares ucranianos que se les cruzaba.
La ucraniana Olena combatía como sargento y ayudaba como médica militar. En las redes sociales había subido distintas publicaciones que generaron un alto impacto. En especial un video de hace pocos días, donde reclamaba un corredor humanitario para los miles de civiles que se están muriendo de hambre en lo poco que queda en Mariupol y que aún no fue tomado por las tropas rusas. Su pedido desesperado conmovió al Mundo. Horas después, otra noticia golpearía la autoestima de todos los ucranianos: Olena murió combatiendo. Y curando a los heridos.
Días antes su propio marido, también militar, fue abatido por las balas rusas. Olena había podido rescatar y sacar por un salvoconducto a su pequeño hijo por una mínima ventana de tiempo que se generó para un corredor humanitario. Y ella siguió dando pelea. Junto a otras 100 mujeres soldados que habían quedado en la última trinchera de su ciudad, la planta siderúrgica sobre el Mar de Azov. Sus cuidados médicos convirtieron a esos refugios subterráneos (entre escombros) en hospitales improvisados.
"No me compadezcan, soy una médica, una combatiente, soy ucraniana y cumplo con mi deber", dijo Olena, unos días antes de morir. "Estoy en el infierno, pero está bien así", escribió hace poco más de un mes. Una semana antes de partir escribió un post desgarrador sobre Mariupol: "Mi ciudad ha muerto. Para siempre".
Su muerte es un golpe desmoralizador para todo el Ejército y para toda Ucrania, ya que Olena se transformó en uno de los máximos emblemas de la resistencia frente a la invasión del enemigo. Y, dentro de esta perversa lógica de la propaganda bélica, su deceso fue festejado del lado ruso: "Murió la videoblogger de Azov", celebraron en las redes.
Así como Ucrania tuvo su heroína reflejada en el coraje de Olena, Rusia -dentro de la ilógica lógica de la guerra- no se quedó atrás. Y, como en el caso de la ucraniana, una reconocida oficial rusa también terminó mal. Con la diferencia de que en su caso, sigue con vida. Pero fue capturada por las tropas de Ucrania y hoy se desconoce su paradero. Irina Starikova es una francotiradora de élite que, según fuentes militares de su propio país, llegó a matar a 40 uniformados del país invadido. Hay quienes sostienen que en ese número no todos son militares sino también civiles.
Cualquiera que “asesine a personas pacíficas en nuestra tierra puede esperar represalias”, dijo el ejército de Kiev, cuando mostró las pruebas de que Irina había sido capturada por las tropas locales. Esto constituye también un golpe muy fuerte para la autoestima y la moral de los rusos, por lo que se había convertido esta mujer soldado en el boca a boca del Ejército. Pero es un golpe aún más duro porque, según dejaron trascender desde Ucrania, Starikova, de 41 años, alias “Bagheera” (como la pantera negra de “El Libro de la Selva”), habría sido abandonada por sus propios compañeros cuando cayó herida por la resistencia local.
Esta mujer, madre de dos niñas, Valeria (11) y Yulia (9), estaba casada con un luchador bielorruso llamado Alexandr y que responde al nombre clave “Gorynych”. Desde el 2014 venía combatiendo junto a los separatistas pro-rusos en la región del Donbass. Y se había convertido en un objetivo prioritario para las Fuerzas Armadas de Ucrania. Así como un estandarte de combate para las tropas de Rusia.
Hoy la guerra deja estas dos historias inconclusas, como tantas otras. Hijos sin sus madres que deberán afrontar el resto de sus vidas con esas ausencias. Y a los que sin duda poco les importará que ellas se hayan convertido en heroínas para muchos otros. Esos emblemas son para el resto de las personas. Para ellos sólo quedará el dolor.
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