En un acto desesperado por escapar de la miseria, 6.000 migrantes cruzaron a nado la frontera entre Marruecos y la española Ceuta, aprovechando los desacuerdos entre ambos países. La mayoría fueron devueltos en horas, en medio de un duro conflicto diplomático. Pero semejante acción, que representó el máximo récord de cruces ilegales a España en un sólo día, desnuda la cara más terrible de la grave crisis humanitaria que se vive en África.
Por Gabriel Michi
Hay acciones que son más que elocuentes. Cuando una persona arriesga al límite su propia vida con el sueño de tener un porvenir mejor, eso se llama desesperación. Más si sabe que los riesgos no sólo se dan en el inicio de su desafío por sobrevivir sino que se repite y hasta potencia en el trayecto hacia ese sueño. E incluso, en el final de eses camino. Eso es lo que viven los cientos, miles, millones de migrantes que escapan de situaciones de guerras civiles, persecuciones étnicas o religiosas, o simplemente de la miseria más absoluta. Lo hacen en todo el Mundo. Pero aquellos que deciden abandonar África, sin duda, son unos de los que más se arriesgan. Se suben a precarias balsas abarrotadas con otros desesperados que, como ellos, intentan dejar atrás sus propios infiernos. A veces la urgencia es tan grande que ni siquiera esperan tener una embarcación para concretar su odisea. Y se sumergen al mar simplemente para intentar alcanzar su destino a nado. Eso fue lo que ocurrió en las últimas horas en Ceuta, una pequeña ciudad autónoma española enclavada en el Norte de África, frente al Canal de Gibraltar. Desde el vecino Marruecos no uno, ni diez, ni cien, ni mil, sino que alrededor de 6.000 personas se lanzaron nadando por el Mar Mediterráneo para saltear el espigón que separa el territorio marroquí del español.
Aprovecharon un desentendimiento entre los gobiernos de ambos países para emprender semejante acto de supervivencia. Los guardias marroquíes que en general custodian ese espigón para evitar los cruces, se habían esfumado. Y todo eso lo relacionan del lado español con un episodio en particular: el enojo de Marruecos por la internación hospitalaria en España (no se sabe si por COVID 19 o por cáncer) de Brahim Ghali, el líder del Movimiento Polisario, una agrupación que propugna por la independencia de Sahara Occidental, territorio reclamado por los marroquíes. Esto generó una escalada diplomática de máxima tensión entre el gobierno español y el de Marruecos, a tal punto que el Presidente Pedro Sánchez decidió suspender un viaje previsto a Francia por otro improvisado y subrepticio a Ceuta.
La incursión de esos 6.000 ciudadanos en ese enclave español es la mayor en un sólo día en toda la historia del país ibérico. Es una cifra récord no sólo en la frontera entre Ceuta y Marruecos, sino la más numerosa tomando en cuenta todo el territorio español. E incluso significa un aumento del 66% en un sólo día, con respecto a todos los inmigrantes que habían llegado a España en lo que va del año: en los primeros 4 meses del año (hasta el 9 de mayo) habían ingresado en forma irregular unas 9.160 personas, según datos suministrados por ACNUR. Todos ellos lo hicieron por mar, aún a riesgo de su propia vida.
Pero ese dato sobre la forma de acceder al suelo español no es una novedad de este año. La mayor parte de los inmigrantes que llegan irregularmente a España lo hacen por mar desde hace tiempo, tal como lo muestran los gráficos de Statista. Y de ellos, los marroquíes son el grupo más importante. Según las estadísticas de 2017, los de Marruecos representan el 17,6%, seguidos por los oriundos de Guinea (15,4%), Argelia (12,9%), Costa de Marfil (10,9%) y Gambia (7,7%).
Por su parte, Andalucía es la principal puerta de entrada de inmigrantes no sólo de España sino de toda Europa. Seguida por los enclaves también españoles de Melilla y Ceuta. Eso lleva a España a constituirse, según datos de 2018, como el país por donde más migrantes ingresan en Europa, seguida por Italia y Grecia.
Sueño frustrado
Para muchos de estos inmigrantes, el sueño de haber pisado territorio de un país europeo en continente africano -y con ello comenzar a protagonizar un largo y burocrático camino hacia la cualidad de "refugiados"- duró apenas unas horas. Al poco tiempo, miles de ellos fueron deportados nuevamente a Marruecos. Esa fue una de las medidas que tomó en forma inmediata la administración española, además del refuerzo militar y de la Guardia Civil en todos los flancos fronterizos vulnerables y el viaje del propio Presidente Pedro Sánchez. Las devoluciones inmediatas y masivas -sólo en las primeras horas fueron expulsados casi la mitad de los que habían ingresado- no sirvieron para disuadir a los que quieren cruzar esa frontera, al punto que largas filas de cientos de personas, deseosas de atravesar el vallado limítrofe, se siguieron abarrotando del lado marroquí.
Previo a la expulsión, los migrantes fueron separados entre mayores y menores de edad. A los adultos se los llevó al Estadio José Benoliel y los menores a un campamento de refugiados de Piniers. Alrededor de 1.500 niños y adolescentes, un 25% del total, fueron parte de esta inmigración masiva.
Ceuta, enclave español en África que cuenta con 85.000 habitantes en sus 18 kilómetros cuadrados, está en este momento custodiado por tanques españoles desplegados por toda la frontera.
Conflicto diplomático
El conflicto por la internación de Brahim Ghali (72 años) subió de tono cuando la diplomacia marroquí convocó al embajador de España en Marruecos para "deplorar" la actitud ibérica. Y es que acusan a Ghali, líder de las milicias separatistas del Polisario, de haber cometido graves crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos. De hecho, este hombre fue procesado por la Audiencia Nacional española por supuestos delitos cometidos contra la población de los campamentos de refugiados de Tinduf, al suroeste de Argelia.
Para los marroquíes esa actitud representaría un apoyo tácito a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), que reclama la independencia del Sáhara Occidental. Este territorio está ocupado por Marruecos desde 1975, cuando España abandonó la colonia. El Frente Polisario se presenta como un movimiento de liberación nacional que funciona a modo de Gobierno en el exilio.
Si bien oficialmente la Administración de Pedro Sánchez intentó alejar la sospecha de que el origen de esta situación tuviera que ver con este caso, la embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich, sostuvo que en las relaciones entre países "hay actos que tienen consecuencias, y se tienen que asumir" y que hay "actitudes que no se pueden aceptar". Eso llevó a que la Ministra de Asuntos Exteriores de España, Arancha González Laya, cite a la representante marroquí a "consulta" para manifestarle el malestar del gobierno peninsular. La crisis diplomática entre ambos países está desatada. Y, en el medio quedaron miles de migrantes que buscaban, tan sólo, una alternativa para sobrevivir.
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