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Argentina, en su encrucijada

Enfrenta una segunda ola de COVID 19 mucho más complicada que la primera. La cantidad de contagios crece semana a semana y los muertos se acercan a los 60.000. Las Terapias Intensivas están cerca del colapso, sobre todo en la zona de Capital Federal y el Conurbano bonaerense. Y el cansancio, la necesidad y la irresponsabilidad jaquean toda las medidas.


Por Gabriel Michi



"Más que segunda ola esto es un tsunami". Así graficó el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, la situación que Argentina atraviesa en materia de COVID 19. La velocidad de los contagios no se había visto en la primera ola del Coronavirus. Promediando abril del 2021, un año y un mes después del primer caso detectado -el 3 de marzo de 2020- cada día se registran alrededor de 25.000 contagios, cuando el pico anterior del 21 de octubre había contado con 18.000 casos. El promedio semanal de nuevos registros se acercó a los 20.000 contagios diarios, superando los 100.000 nuevos casos en 7 días. Para mediados de abril, Argentina ya acumulaba 2,6 millones de contagios confirmados desde el inicio de la Pandemia, y se acercaba peligrosamente a los 60.000 muertes por COVID 19. Eso equivale a casi un 20% de total de fallecidos que anualmente se producen en el país en todo concepto.


Esa vorágine de contagios llevó a que la presión sobre el sistema sanitario se tense como no había ocurrido desde la llegada del Coronavirus. Pese a que el promedio de ocupación de las camas de Unidades de Cuidados Intensivos en el país ronda el 62% y en la zona AMBA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Conurbano bonaerense) superó el 70%, hay cada vez más testimonios de especialistas que señalan que se alcanzó la total ocupación de esos espacios en numerosos hospitales públicos y privados, sobre todo en la región metropolitana. Esa había sido una de las principales batallas que el gobierno de Alberto Fernández había encarado cuando decretó en inicio del confinamiento el 20 de marzo de 2020, cuando en Argentina sólo había 128 casos de contagios y 3 muertos. El objetivo de la temprana cuarentena fue "robustecer el sistema de salud", dotando de más camas a las Terapias Intensivas para evitar la saturación. Ese objetivo se logró y durante meses no existió una amenaza concreta en la materia. Sin embargo, esa misión se puso en riesgo con la llegada de una virulenta segunda ola.







La relajación de las medidas sanitarias, las necesidades socio-económicas y una permanente puja por los excesos de numerosos sectores de la sociedad -graficados claramente en las denominadas "fiestas clandestinas", pero ejemplificados en miles de actos irresponsables de los ciudadanos-, llevaron a una situación que colocó a la Argentina al borde del abismo. Y, como la necesidad tiene cara de hereje, la crisis generada por la Pandemia lleva a que millones de personas no quieran saber nada de la posibilidad de nuevos cierres totales pese al acecho de, nada más y nada menos, la muerte.


Si bien Argentina fue uno de los primeros países en empezar a vacunar en el Mundo -tras su apuesta al vinculo con Rusia cuando la Sputnik V aún no era codiciada como hoy- las demoras en las entregas de dosis que jaquean a todo el Planeta, pero en especial a los países en vías de desarrollo y aquellos que ni siquiera llegan a ese status, también alcanzó a este país. Habiendo recibido unos 7 millones de vacunas -la rusa Sputnik, la china de SinoPharm y la de AstraZeneca fabricada en la India- para una población de 44 millones de habitantes, queda un sabor amargo frente a esa escasez.








Según los epidemiólogos más respetados una de las causas de esta aceleración de los casos pudo tener que ver también con la presencia en el país de otras cepas, mucho más contagiosas, como la de Manaos, la de Río de Janeiro y la del Reino Unido, y la sospecha de la aparición de algunas otras mutaciones como la de California. El Proyecto Argentino Interinstitucional de Genómica, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, publicó un informe que señalaba que casos de esas variaciones fueron rastreados no sólo en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense, sino en distintos puntos del país. Y, lo más preocupante, muchos de esos casos no tenían antecedentes de haber viajado o de haber tenido contacto con viajeros, por lo que hay sospechas claras de circulación comunitaria. (Ver gráfico)





Pero, sin dudas, el tema que se coló en el debate es la conducta de la sociedad. Tras un confinamiento duro al comienzo de la cuarentena, que luego de unos meses se fue flexibilizando hasta llegar a una vida casi "normal", con las consecuentes dificultades en materia económica, los argentinos (o una parte importante de ellos) se muestran renuentes a aceptar nuevas limitaciones. Algunos con racionalidad, pero no faltan los "terraplanistas sanitarios" que niegan la gravedad de la Pandemia y descreen de toda medida. Otros, en cambio, saben que la situación es una bomba de tiempo y que no queda más remedio que ir hacia nuevos confinamientos.


Frente a este cuadro de situación el presidente Alberto Fernández estableció primero un cierre de actividades desde 22:00 a las 6:00 AM (con cese de movilidad desde las 0 horas) y, días después, una profundización de las medidas, extendiendo ese cierre en la zona del AMBA desde las 20:00 horas, con las suspensión de actividades de esparcimiento en espacios cerrados y también de shoppings, y -una medida que generó una disputa con el opositor jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta- la vuelta a la virtualidad de la educación por dos semanas.


Así, Argentina se encuentra en un laberinto muy complicado. Con los contagios disparados, la Terapias Intensivas casi colapsadas y poco margen de maniobra en materia socio-económica. Y una sociedad que, entre el cansancio, la necesidad y las muestras permanentes de rebeldía, desafía las reglas. Una verdadera encrucijada.






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