Cómo el museo más famoso y custodiado fue robado por quinta vez en su historia
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El parisino Louvre acaba de recibir otro golpe letal de un grupo de ladrones profesionales que se llevaron joyas invalorables. No es la primera vez. El caso del hurto de la Gioconda (1911) en el que estuvo involucrado un argentino es uno de los antecedentes más recordados.
Por Gabriel Michi

No es la primera vez. Y quien sabe si será la última. Lo que sí es claro es que es un nuevo ejemplo en el que la realidad supera a la ficción. Un robo de película, en el museo más famoso, visitado y custodiado del Mundo: Louvre. Un caso que conmociona y sorprende a todos pero que también tiene un nexo con la realidad política y económica de Francia: los recortes presupuestarios del gobierno de Emmanuel Macron -que ya le han costado un primer ministro y otro está en la picota- también se tradujeron en una falta de seguridad para proteger una de los escenarios culturales más trascendentes del planeta: sólo se destinan 2 millones de euros en seguridad de los 323 millones de presupuesto que tiene el Museo. Quizás conociendo esas circunstancias un grupo de cuatro ladrones hiperprofesionales dio un golpe letal llevándose joyas invalorables y todavía no fueron atrapados pese a que hay una brigada de 70 policías abocados especialmente al caso.
Los ladrones irrumpieron con pasamontaña en el Louvre de París -que cada año recibe 9 millones de visitas- para atracar la Galerie d'Apollon (Galería Apolo) y llevarse de ahí joyas de la corona francesa antes de escapar en motocicletas, dijeron las autoridades. Para uso usaron una escalera extensible (tipo grúa) que estaba siendo usada últimamente en tareas de refacción sobre el costado del Museo que da al río Sena. El equipo accionó el montacargas de un camión estacionado en la calle, cuya plataforma soportaba una escalera telescópica, lo que les permitió llegar a la primera planta y a la ventana de la suntuosa galería, que forzaron con una amoladora angular en pocos minutos antes de entrar en la sala. Rompieron una ventana del primer piso y luego las vitrinas de donde se llevaron 9 piezas (una se les cayó en el camino y fue recuperada: se trata de la corona de la esposa de Napoleón III, la emperatriz Eugenia, pieza hecha de oro, esmeralda y diamantes) en apenas 7 minutos antes de subirse a los scooters Yamaha TMax que los ayudaron en su huida triunfal.
Todo ocurrió el domingo 19 de octubre, a las 9.30 de la mañana, cuando el Museo de Louvre ya estaba abierto al público. Lo hicieron sin disparar un solo tiro: sólo amenazaron a los guardias con amoladoras angulares. Las alarmas estaban activadas y la central de seguridad las recibió , según la fiscal Laure Beccuau. Investigan si los guardias oyeron estas alarmas y si realmente sonaron en la habitación donde se produjo el robo. En el camino de su escape, además de la joya que se les cayó, se encontraron guantes, amoladoras, sopletes, combustible e intercomunicadores usados por la banda criminal.
Entre las joyas robadas los delincuentes se llevaron diademas, collares, pendientes y broches que datan del siglo XIX y pertenecieron a la realeza francesa. Los ladrones también se llevaron la corona de Eugenia de Montijo, pero se les cayó durante el robo y fue encontrada tiempo después: se trata de la corona que perteneció a la esposa de Napoleón III. Parece un simple accidente dentro de la "profesionalidad" delictiva de este grupo de ladrones, que dejó la gema más grande de la colección del emperador: un diamante de 140 quilates.

El valor total de los objetos robados es incalculable. Entre las piezas figura el ramillete de diamantes, adornado con 2.634 diamantes, que fue adquirido por el museo en 2008 por 6,72 millones de euros tras estar en manos privadas en Estados Unidos, También fue sustraído el broche de lazo de la emperatriz Eugenia que fue fabricado en 1855 por el joyero francés Alfred Bapst con diamantes de las joyas de la Corona Francesa.
Además fue robado la diadema de la emperatriz Eugenia, fabricada en 1853 por el joyero Alexandre-Gabriel Lemonnier como regalo de bodas y que está compuesta por 212 perlas y 1.998 diamantes. Las joyas provenían del Tesoro Público Francés y anteriormente habían pertenecido a la Emperatriz María Luisa y a la Duquesa de Angulema.

En el inventario de lo sustraído por los cacos también se encuentran el collar y los pendientes del arreglo de esmeraldas de la emperatriz María Luisa que fue un regalo de bodas que Napoleón I le regaló a María Luisa en 1810. El conjunto fue fabricado originalmente por la firma francesa Nitot et Fils, que luego se convertiría en la Casa Chaumet.
Y figuran además una tiara, un collar y un pendiente del conjunto de zafiros que pertenecieron a la reina María Amelia y a la reina Hortensia. Como también la diadema, el collar y los pendientes del arreglo de zafiros y diamantes de la reina María Amelia, que originalmente era de la emperatriz Josefina y fue heredado por su hija, Hortensia. Más tarde, Luis Felipe lo compró a Hortensia para su esposa, la reina María Amelia, en 1821. Por último también se llevaron el gran broche de lazo de la emperatriz Eugenia que fue creado en 1855 por el joyero François Kramer, aunque modificado por la mujer.
En su aventura delincuencial multimillonaria los ladrones utilizaron una carretilla elevadora para acceder al Museo, entrando en la Galería Apolo a través de una sección del edificio en remodelación. Hasta el momento, la Policía no pudo localizarlos ni identificarlos. Y hay un profundo secreto en la investigación.

Este es es el quinto gran robo que sufrió el Museo de Louvre. Los antecedentes más fuertes son los siguientes:
1911: Fue robada la pintura más emblemática de ese museo, La Gioconda de Leonardo Da Vinci. La obra fue sustraída por el carpintero Vicenzo Peruggia, quien estaba trabajando en tareas de refacciones en el lugar. El argentino Eduardo Valfierno, un estafador profesional que se hacía llamar "Marqués", lo contrató para esa misión con la idea de que La Mona Lisa desaparezca y él poder vender seis copias muy bien falsificadas por Yves Chaudron a coleccionistas millonarios. Al argentino no le interesaba tener la pintura en su poder, sólo que se conozca la noticia de que había sido robada para así vender los ejemplares apócrifos- El robo se concretó el 21 de agosto de 1911 a las 8 de la mañana, cuando Peruggia descolgó el cuadro, aprovechando un descuido del guardia de seguridad, le quitó el marco, lo ocultó bajo su guardapolvo y se fue al terminar su jornada laboral. El 22 de diciembre de 1913, el carpintero Peruggia -que se había quedado con la obra- contactó con un coleccionista italiano Alfredo Geri, a quien le ofreció la pintura por medio millón de liras y la promesa de que el cuadro no retornaría nunca a Francia. La entrega se realizó en la vía Borgognissanti (Florencia), y mientras el especialista Giovanne Poggi certificaba su autenticidad, la policía arrestaba al ladrón. Vicenzo Peruggia fue juzgado en ese país y condenado a un año y quince días de prisión, pero quedó en libertad luego de siete meses. Y así la obra volvió a Louvre.
1971: desapareció el cuadro La Vague (La ola), del pintor francés Gustave Courbet. La obra, de dimensiones medianas, fue sustraída de una sala secundaria y nunca se recuperó.
1983: Dos piezas de armadura del siglo XVI desaparecieron de la colección de artes decorativas. El robo, realizado fuera del horario de apertura, no se resolvió hasta décadas después, cuando las piezas fueron localizadas en una colección privada en Alemania.
1998: Desapareció la pintura Le Chemin de Sèvres, de Camille Corot, una obra del siglo XIX de gran valor. Nunca se recuperó y se considera el último gran robo del Louvre antes del ocurrido ahora.

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