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Durmiendo con el enemigo: el conmovedor juicio por la mayor violación de la historia francesa

Es por el caso de Gisèle, una mujer de 71 años que, por casi una década, fue sedada por su esposo para que desconocidos abusen de ella mientras estaba inconsciente. No lo hacía por dinero sino por perversidad voyeurista. En el banquillo, hay 51 acusados de los 72 violadores.


Por Gabriel Michi



Durmiendo con el enemigo. Un enemigo que se suponía el compañero leal de toda la vida. Ese con el que se habían compartido décadas de amor. Y tres hijos. Y dos nietos. Pero un día, la verdad afloró. Con una revelación destructiva, conmovedora. Fue cuando en medio de un interrogatorio en la sede policial de Avignón, en el sureste de Francia, los oficiales comenzaron a preguntarle a Gisèle cómo era su relación con su marido Dominique Pelicot. La mujer, de 71 años, se sorprendió y sólo atinó a responder con buenos y amorosos conceptos para describir a su marido. Fue allí cuando los uniformados le empezaron a mostrar una serie de fotos donde se veía a la mujer desnuda -en estado de inconsciencia- siendo violada por distintos hombres a los que ella no conocía. Y allí se enteró del resto de la historia de terror: por años su marido la sedó sin que supiera e invitaba a desconocidos a tener sexo con su mujer inerte. Hoy comenzó el histórico juicio en el que la propia víctima pidió que se haga público para concientizar sobre lo que había padecido para que no se repita con otra mujeres. En el banquillo de los acusados está su ex esposo y unos 50 de los hombres que participaron de las repetidas violaciones, en más de 92 ocasiones entre los años 2011 y 2020. En total hay 72 sospechosos en el caso, pero sólo ese medio centenar fueron localizados: de ellos 18 (entre ellos Pelicot), están detenidos, mientras que otros 32 acusados ​​asisten al juicio en libertad y hay un 51º acusado está siendo juzgado en ausencia. En el transcurso de la investigación otros dos fueron sobreseídos por falta de pruebas y uno murió.


En el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse la abuela enfrentará con mucha valentía cara a cara a quienes la ultrajaron por más de una década, incluyendo al principal responsable de semejante atrocidad: el propio Dominique. Ese hombre de 72 años que por años ofreció vía Internet a su esposa a la que drogaba -con ansiolíticos como Temesta y Zolpidem) aparentemente no para obtener beneficio económico, sino por un perverso voyeurismo. El juicio se extenderá por cuatro meses: comenzó esta semana y terminará en diciembre. Los violadores tienen entre 26 y 74 años, de diferentes extractos sociales y profesiones, llegados de distintos puntos del país e incluso de un amplio abanico racial. Este caso se considera la violación más grave de la que se tenga registro en toda la historia de Francia


En el cuarto día del juicio la víctima brindó su testimonio desgarrador: Mi mundo se derrumbó, todo se derrumbó, todo lo que construí durante 50 años”, dijo Gisèle Pelicot, al recordar el momento en que los policías le mostraron algunas fotografías el 2 de noviembre de 2020. Y agregó: “Son escenas de barbarie, de violación”, en las que "estoy inerte, en mi cama y están violándome”, relató ante los cinco magistrados sobre las violaciones organizadas por su marido Dominique. Fue allí que se fue de su hogar apenas con dos valijas: “era lo único que me quedaba de 50 años de vida juntos,. Ya no tengo identidad... No sé si algún día podré reconstruirme”. Y completó: “Fui sacrificada en el altar del vicio. Me consideraban como una muñeca de trapo, como una bolsa de basura. El cuerpo está caliente, no frío, pero yo estoy muerta en mi cama”.







Lo que se sabe es que a través de la "sumisión química", Dominique ponía en estado de inconsciencia a su mujer Gisèle, sin que ella se diera cuenta. Ella no tuvo jamás ningún registro de lo ocurrido, ni durante ni después; sólo le llamaba la atención las profundas lagunas que sufría, con grandes blancos en su memoria. Por ello, la mujer había recurrido a por lo menos tres neurólogos, pero ninguno encontró un problema. Sus hijos -de entre 24 y 37 años- pensaron que Gisèle sufría Alzheimer, pero nadie se imaginó que la perversidad de su marido era la que estaba detrás de todo eso. Algo realmente impensado por quienes conocían a esta pareja que estaba junta desde 1971.


Cuando fue detenido, Dominique Pelicot, explicó a los investigadores que esa brutal práctica de dormir a su esposa para que otros hombres la violen, era porque le gustaba ver cómo la tocaban otros hombres y no por dinero. Sin embargo, no puede aducir ningún tipo de inimputabilidad ya que en el examen psicológico que se le realizó no se descubrió ninguna patología o anomalía mental, pero sí una desviación sexual voyeurista y "una personalidad perversa".


Como si el propio padecimiento psicológico y sentimental fuera poco, a la víctima le diagnosticaron cuatro enfermedades sexualmente transmisibles vinculadas a las violaciones, además de un fuerte estrés postraumático con pensamientos suicidas. Durante años, ella se quejó de un cansancio casi crónico y de problemas ginecológicos, que ahora tienen explicación. Obviamente,  Gisèle solicitó el divorcio ni bien se enteró de lo ocurrido, aunque su reacción inmediata -quizás por el propio shock que significó- fue llevarle una muda de ropa a la comisaría a su marido victimario.



Gisèle, junto a su familia, en el juicio que ella pidió que sea público para que "la vergüenza cambie de bando"



Al descubrimiento de la pesadilla que sufrió la mujer se llegó por otros tipos de actos perversos de Dominique Pelicot: la Policía lo detuvo tras la denuncia de tres mujeres que lo acusaban de haberles sacado fotografías y filmado por debajo de sus polleras en un supermercado de la ciudad de Carpentras. Cuando le secuestraron el celular al perverso y luego la computadora encontraron una carpeta (bajo el rótulo "ABUSOS") en la que había más de 20.000 imágenes con las violaciones de distintos individuos contra su esposa. También tenía separada una carpeta con una suerte de expediente de cada uno de los hombres que violaban a su mujer, algo que sirvió a los investigadores encabezados por el comisario comisario Jérémie Bosse Platiere, que seleccionó a cuatro personas de su más extrema confianza y que pudieran soportar semejante caso.


Los investigadores siguieron las rutas utilizaron de los intercambios telefónicos y las conversaciones entre el marido y los agresores de su esposa, que comenzaban en el sitio de encuentros Coco.gg, y luego se trasladaron a un salón privado de la misma aplicación que fue cerrada por la Justicia que la definió como un “lugar de depredadores”. Luego las conversaciones seguían en Skype y por teléfono.


Además de imágenes de sus nueras filmadas en el baño, utilizando un teléfono escondido en un neceser, que luego publicó en una web. Incluso había alguna imagen de su hija mientras dormía en ropa interior, por lo que ella no sabe si pudo haber sido violada por su propio padre o por alguno otro de sus cómplices. De hecho, en la computadora de Dominique Pelicot se encontraron fotomontajes de su hija -que utiliza el seudónimo de Caroline Darian- sin ropa, en una carpeta titulada: “Alrededor de mi hija, desnuda”. Darian rompió en lágrimas en medio del juicio cuando y tuvo que ser escoltada fuera de la sala por sus dos hermanos y su abogado. En 2022, ella escribió un libro, "Et J'ai Cesse de T'appeler Papa" ("Y dejé de llamarte papá"), sobre el efecto destructivo que produjo el descubrimiento de los presuntos crímenes de su padre. Durante las primeras audiencias, Gisèle Pélicot se mantuvo tranquila y en silencio hasta el momento de declarar, mientras su marido estaba sentado justo frente a ella, en el otro extremo de la sala, escuchando atentamente.


Pelicot parecía el típico vecino, electricista de formación, con algunas actividades como empresario y ciclista apasionado, que incluso se mostraba como muy afectuoso con su familia. De hecho, sus hijos que ahora lo rechazan lo describen como "un padre cercano". Cuando se jubilaron en 2014, Gisèle y Dominique se mudaron de París a la localidad de Mazan, en el departamento de Vaucluse. Y allí, en medio de esta tranquilidad aparente, transcurrían las pesadillas puertas adentro. Pesadillas que en realidad ya habían comenzado dos años antes, en 2011, cuando la pareja aún vivía en la región de París.


Otro capítulo indignante en esta terrorífica historia es que nadie denunció nada: porque si bien hubo tres hombres se negaron a mantener sexo con la mujer cuando, al llegar al lugar, la vieron inconsciente, no fueron a la Policía para avisar. Otros cometían la violación una vez, pero después no volvían. Pero hubo varios que repetían el abuso en distintas ocasiones: incluso alguno de ellos lo hizo al menos seis veces. Según la información con la que se cuenta, un alto porcentaje de los hombres a los que Dominique ofrecía el cuerpo de su esposa decían que sí. Algunos, incluso, vivían cerca y hasta se podían cruzar con la mujer en la calle. Sin embargo, en el juicio la víctima sólo dijo reconocer a uno que acudió a su domicilio para hablar de ciclismo con su marido. “Me lo cruzaba a veces en la panadería y lo saludaba. No se me pasó por la cabeza que me había violado”, señaló.



En la lista de acusados figuran policías, bomberos, periodistas y funcionarios, todas personas con buena reputación en sus comunidades y hasta padres de familia. Sin embargo -y pese a estar fotografiados y filmados- muy pocos reconocieron su participación en estos actos criminales. Por eso, este juicio debe demostrar el grado de responsabilidad de cada uno en el delito de violación agravada, que está penado con hasta 20 años de cárcel. Y esa condena es la que piden grupos feministas que se han movilizado hasta las puertas de los tribunales donde se realiza el juicio.



Grupos feministas se manifiestan frente a los tribunales pidiendo pena máxima a los abusadores.



En ese marco de abusos, la mayor parte de los acusados alegó que pensaba que la mujer se hacía la dormida; incluso señalaron que creían que ella había consentido en ser drogada y violada como parte de una fantasía sexual. Es más, muchos intentaron justificarse diciendo que para ellos el consentimiento del marido, con su propia presencia en el lugar, era suficiente. Y hasta argumentaron que no creían que fuera una violación, porque su marido estaba allí y creían que podía dar su consentimiento por ambos. Según los investigadores, los vídeos dejan pocas dudas sobre esa cuestión.


Pero otros datos que también comprometen al organizador y a los abusadores son aquellos que surgen en cómo se preparaban y planificaban los ataques sexuales. Porque resulta extraño que ni siquiera les haya llamado la atención que el perverso del esposo les pidiera a los violadores que no usaran perfumes y que no fumasen, para no dejar rastros ni ser detectados por la mujer, y les sugería que fueran lo más silenciosos posible. E incluso les exigía que calienten sus manos en la calefacción del auto para evitar que si estaban frías eso despertase a Gisèle. Es más, los obligaba a dejar el coche en un estacionamiento a poca distancia del domicilio y hacer a pie el resto del camino, para evitar ser rastreados. Y todos los acusados aceptaron. Tanto los 50 que van a juicio como los otros 22 que aún no pudieron ser capturados.


 Antoine Camus, abogado de la víctima, señala: “Produce escalofríos el estado de cosas en la sociedad francesa. Si esa es la concepción del consentimiento en materia sexual en 2024, entonces tenemos mucho, mucho, mucho trabajo por hacer". La audiencia es pública por decisión de la propia víctima que, pese al dolor al revivir todo lo sufrido, cree que es "hora de que la vergüenza cambie de bando". Cuando declaró en el juicio  Gisèle miró a su ex marido y los otros acusados y tener “un sentimiento de asco”: “Asuman la responsabilidad de sus actos al menos una vez en la vida”, los urgió durante su determinada declaración en el Palacio de Justicia de Avignon. Y subrayó, con mucha valentía: “Hablo por todas estas mujeres que son drogadas y no lo saben, en nombre de todas estas mujeres que quizás no lo sabrán nunca (...), para que ninguna mujer más tenga que sufrir la sumisión química”.


Como si todo esto fuera poco, los estudios de ADN al victimario Dominique Pelicot arrojaron hallazgos sorprendentes porque se pudo cotejar en los archivos judiciales que estuvo relacionado con otros crímenes en el pasado. Se lo pudo acusar del crimen de Sophie Narme en París, una joven de 23 años asesinada el 4 de diciembre de 1991, un caso que desde entonces permaneció sin resolver. Y, también, por la agresión sexual a una mujer en mayo de 1999 en la región de París. Ahora un juez de instrucción de Nanterre lo inculpó por ambos crímenes. Hoy esos casos cobran sentido en medio de una pesadilla que se está ventilando en este juicio. La peor multiviolación de su historia conmueve a Francia. Por las dimensiones y las características del caso. Y por lo terrorífico que resulta para esa víctima que estuvo, por años y sin saberlo, durmiendo con el enemigo.



El retrato de Dominique Pelicot en el juicio, el hombre que dormía a su mujer para que otros la violen.


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