Tras una enorme presión de referentes demócratas, Joe Biden se bajó de la candidatura presidencial y apoyó a su vice Kamala Harris para que lo releve en la carrera frente a Trump.
Por Gabriel Michi
Es la crónica de una renuncia anunciada. Una renuncia que era demandada primero entre susurros y después a gritos por sus propios correligionarios. Pero él se negaba a aceptarlo. Y se enojaba con quienes se lo planteaban. Pero finalmente el peso de los hechos y de las proyecciones futuras lo llevaron a convencerse. El presidente de los EE.UU. Joe Biden (81) se bajó de la debilitada candidatura presidencial por el Partido Demócrata para las elecciones de Noviembre donde debe enfrentarse a un fortalecido Donald Trump, quien supo capitalizar también el intento de magnicidio que sufrió en Pensilvania y por el que resultó herido en una oreja. El "operativo clamor" a la inversa -porque en general se desata para que alguien se postule y no que abandone la carrera- hizo efecto y el actual inquilino de la Casa Blanca dio un paso al costado para ungir en su lugar a la actual vicepresidenta Kamala Harris.
La decisión de Biden llegó después de que al menos 35 legisladores ya habían hecho público su reclamo para que deje esa postulación y tras trascender que incluso dos de los máximos referentes demócratas se lo pidieran en forma privada: el ex presidente Barack Obama y la ex titular de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Si bien ya el viernes se insinuaba desde su entorno que, en medio del aislamiento por el COVID positivo en su residencia de fin de semana en Delaware, estaba meditando seriamente qué hacer. Y llegó lo que todo el mundo suponía que iba o debía pasar.
Su candidatura venía a los tumbos desde la pésima actuación que Biden tuvo en el debate presidencial frente a Trump que organizó la CNN. Allí se vio al actual mandatario desvariando, confuso e inseguro, cosa que fue aprovechada por el magnate republicano que incluso en alguna ocasión ironizó: "no entiendo nada de lo que está diciendo. Y creo que él tampoco se entiende". Después de esa errática performance arreciaron los pedidos de muchos demócratas -políticos, artistas, intelectuales, periodistas, personas de a pie- exigiéndole que renuncie a la nominación. El tema de la salud mental del Presidente pasó a ser el centro de la campaña, desplazando la atención de la polémica situación judicial de Trump que venía de recibir una condena por el escándalo de la actriz porno Stormy Daniels.
Para colmo de males, después de ese lamentable papel en el debate, Biden tuvo una serie de yerros muy vergonzosos que lo expusieron aún más. Uno ocurrió en la Cumbre de la OTAN en Washington en la que los 32 países que forman parte de esa alianza militar se reunieron para ratificar el apoyo a Ucrania en la guerra con Rusia. En ese particular contexto, el presidente estadounidense confundió -al presentarlo- al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky con su archienemigo, el ruso Vladimir Putin. Horas más tarde, en una conferencia de prensa a la que convocó su equipo de campaña para intentar ahuyentar fantasmas, Biden quiso mencionar a su vice Harris pero la nombró "Trump". La idea de la senilidad del presidente por su avanzada edad pasó a ser el eje de la campaña. Y por eso, tras la demanda colectiva para que se corra, el presidente de los EE.UU. dio un paso al costado en su candidatura, siendo el primer mandatario que se baja de una carrera para ser reelecto en más de 50 años.
Si bien hay algunos antecedentes de candidatos demócratas que abandonaron la contienda hacia las urnas (Harry S. Truman en 1953 y Lyndon B. Johnson en 1968), nunca había pasado que eso ocurra tan entrada la campaña y a apenas unos días de la Convención Demócrata en la que se oficializan las postulaciones. Tampoco jamás se había dado que un mandatario abandone esa carrera por la enorme presión acerca de las preocupaciones sobre salud mental. Pero a diferencia de Biden, tanto Truman como Johnson tuvieron fuertes competencias internas en sus partidos y después de malos resultados en las primarias de Nueva Hampshire y de la impopularidad creciente de sus figuras, dejaron de lado la reelección. El actual presidente dio este paso al costado cuando faltan muy pocos días para la Convención que reunirá a los demócratas en Chicago. Y cada vez ser le cerraban más puertas. Los apoyos se diluían. Y no había más resistencia posible. Por a eso Biden no le quedó más remedio que dar un paso al costado. En un triste y solitario final. Una crónica de una renuncia más que anunciada.
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