La muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi, junto a otros altos funcionarios en un accidente en helicóptero, se da en un escenario de mucha conflictividad interna y externa. ¿Por qué?
Por Gabriel Michi
Toda muerte, salvo aquellas que suceden a una enfermedad terminal, suelen ser inesperadas. Y, muchas veces, son muy inoportunas. Para sus familias. Pero también para determinados contextos. Sobre todo cuando la persona que fallece ejerce algún tipo de injerencia que influye en la vida de muchos otros. Y más cuando lo hace en un escenario de enorme conflictividad interna y externa. Un escenario complejo donde no faltan las sospechas, las miradas conspiranoides y donde cualquier hecho puede convertirse en una mecha que enciende una bomba muy peligrosa. Y en ese contexto se inscribe la trágica muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi, en una accidente con su helicóptero, cuando regresaba de un acto en una represa que Irán ha construido con su vecino Azerbaiyán. Junto a él viajaban el ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amirabdollahian, y otros seis pasajeros y tripulantes que fueron encontrados a primera hora del lunes tras una intensa búsqueda nocturna de decenas de brigadas que debieron enfrentar condiciones extremas y una feroz tormenta de nieve. De hecho, esas condiciones climáticas habrían sido las que causaron la tragedia y, a su vez, las que dificultaron las tareas de localización y rescate.
La muerte de Raisi, un hombre de línea dura visto como un posible sucesor del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, llega -como se dijo- en un contexto muy conflictivo, con choques directos con Israel -que incluyeron bombardeos cruzados en el mes de abril, tras la destrucción de la Embajada iraní en Damasco por un bombardeo de ese país- y también de mucha tensión interna dentro de las fronteras persas, en particular por la crisis económica producto de las sanciones de Occidente. Aun así, no hubo sospechas de ningún tipo de atentado ya que desde el primer momento las autoridades iraníes marcaron que las malas condiciones climáticas habrían sido las que ocasionaron el accidente del helicóptero -un Bell 212 de fabricación estadounidense- en las montañas de la región de Varzeqan, al norte de Tabriz, cercanas a la frontera con Azerbaiyán.
El líder supremo Jamenei, que ostenta el poder supremo con la última palabra sobre la política exterior y el programa nuclear de Irán, dijo que el primer vicepresidente Mohammad Mokhber asumiría el cargo de presidente interino. "Anuncio cinco días de luto público y ofrezco mis condolencias al querido pueblo de Irán", dijo Jamenei en un comunicado. Vale decir que Mokhber, al igual que Raisi, es considerado cercano a Jamenei. El hasta ahora vicepresidente tiene 50 días para convocar a elecciones para votar a un nuevo presidente, de acuerdo a lo que dice la Constitución iraní.
Las horas previas al hallazgo de los cuerpos fueron de mucha tensión y rezos colectivos. Las imágenes de la televisión estatal iraní mostraron los restos esparcidos en una ladera brumosa, mientras trabajadores de la Media Luna Roja cargaban un cuerpo cubierto en una camilla. Todos los que estaban a bordo del helicóptero murieron. El viceministro de Asuntos Exteriores, Ali Bagheri Kani, fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en funciones tras la muerte de Amirabdollahian.
Raisi regresaba de una visita oficial a la frontera con Azerbaiyán en el noroeste de Irán. Este hombre de 63 años, (elegido presidente en 2021) pertenecía a una línea dura dentro de la política iraní. De hecho, desde que asumió el cargo, ordenó un endurecimiento de las leyes morales, supervisó una sangrienta represión de las protestas antigubernamentales -sobre todo después de la muerte de la joven kurda Mahsa Amini, quien falleció tras la detención de la "Policía de la Moral" por no llevar bien colocado el velo- y presionó con fuerza en las conversaciones nucleares con las potencias mundiales. Lo cual había generado más tensiones regionales y mundiales, más allá de una serie de crisis políticas, sociales y económicas hacia adentro del país. Además, los gobernantes clericales de Irán enfrentan presión internacional por el controvertido programa nuclear de Teherán y sus vínculos militares cada vez más profundos con Rusia durante la guerra con Ucrania, donde las Fuerzas Armadas del Kremlin suelen utilizar drones de fabricación iraní. Pero no sólo eso: a Irán le asignan una responsabilidad directa en el apoyo al Hezbollah, que suele atacar desde el Líbano en forma persistente el norte de Israel, como también en el respaldo a los hutíes de Yemen, que suelen atacar embarcaciones de todo el Mundo en el Mar Rojo. Esas son sólo algunas de las acusaciones que Occidente suele apuntar a Irán. Pero no son las únicas. También la sombra del Hamás se proyecta entre los aliados iraníes, a tal punto que fueron de los primeros en salir a expresar sus condolencias por la trágica muerte de un líder que, según sus propias palabras, los ayudó mucho. Lo mismo ocurrió con Hezsbollah y los hutíes.
También el presidente ruso, Vladimir Putin, fue contundente en su pésame. De hecho llamó a Raisi "un verdadero amigo de Rusia", mientras que el primer ministro indio, Narendra Modi, dijo estar "profundamente consternado y entristecido". Sin embargo, hubo menos reacción de las capitales occidentales, aunque la Unión Europea y Japón expresaron sus condolencias. Por su parte, el grupo opositor en el exilio, el Consejo Nacional de Resistencia de Irán, calificó su muerte en un comunicado como un "golpe estratégico monumental e irreparable" a la República Islámica.
Se avecinan tiempos convulsionados en un Irán que tiene un sistema político dual: está dividido entre el establishment clerical y el gobierno, es Jamenei, mentor de Raisi, de 85 años y líder supremo desde 1989, quien tiene el poder de decisión sobre todas las políticas importantes. El fallecido Raisi, quien era visto como un potencial sucesor de Jamenei, ganó las elecciones en 2021 e inmediatamente puso a todas las ramas del poder bajo el control de la línea dura, después de ocho años en los que la presidencia había estado en manos del pragmático y más moderado Hassan Rouhani y un acuerdo nuclear negociado con potencias como Washington. Frente a ese escenario la posición radicalizada de Raisi ganó las elecciones.
Esas divisiones internas también se vieron reflejadas en las calles en los últimos tiempos con las protestas desatadas tras la muerte de Mahsa Amini, que fueron fuertemente reprimidas por el gobierno de línea dura de Raisi que tomó medidas violentas para poner fin a las mayores manifestaciones antisistema desde la revolución de 1979. A tal punto el clima está tan radicalizado que hubo opositores que incluso, confirmada la muerte del presidente, publicaron videos de festejos furtivos -muy arriesgados frente a la dureza represiva del Estado teocrático- pero lo que más se vivió fue un profundo silencio. Mientras los leales al gobierno abarrotaban mezquitas y plazas para orar por Raisi, la mayoría de las tiendas permanecían abiertas y las autoridades hacían pocos esfuerzos por interrumpir la vida cotidiana, aun habiendo declarado 5 días de luto oficial.
Grupos de Derechos Humanos denuncian que cientos de iraníes murieron en las manifestaciones de 2022-2023 provocadas por la muerte bajo custodia de una joven kurda iraní arrestada por la "Policía de la Moral" por violar los estrictos códigos de vestimenta del país. El manejo por parte de las autoridades de una serie de crisis políticas, sociales y económicas profundizaron la brecha entre los gobernantes clericales y la sociedad.
Ahora, tras la trágica muerte de presidente iraní, se abre un abanico de interrogantes sobre el futuro. Hacia adentro del país pero también en su vinculación internacional. En un escenario muy complejo donde un desenlace inesperado como éste puede significar el final de un ciclo para el inicio de otro. O bien, una continuidad del existente -lo más probable- pero con otros nombres. En definitiva, no deja de ser una muerte inesperada, peligrosa y explosiva en medio de un presente que es un polvorín.
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