Un submarino turístico para multimillonarios desapareció con cinco personas que querían llegar a los restos del trasatlántico hundido más famoso. Pero no es la primera historia dramática que lo rodea. El increíble caso de la momia a la que culpan de todos los males.
Por Gabriel Michi
El Titanic sigue dando que hablar. 101 años después del hundimiento más famoso de la historia de la navegación moderna, el gigantesco trasatlántico que disparó misterios e intrigas de todo tipo, que alentó las páginas más fabulosas y las películas más taquilleras, continúa generando noticias. Además de la sospecha popular de que hay una suerte de maldición que lo rodea y persigue a todo aquel que se acerca. Ahora esa historia tiene un nuevo capítulo: la desaparición de Titán, un submarino de la empresa OceanGate Expeditions que transportaba cuatro pasajeros y un piloto para llegar a ver los restos del Titanic, hundido desde 1912 en las profundidades del Océano Atlántico. Esta aventura reservada para multimillonarios dado que cuesta nada menos que 250.000 por persona puede haber terminado en tragedia tras el transcurso de muchas horas en las que se desconoce su destino.
En Titán viajaban el consejero delegado de la firma OceanGate -que opera el submarino-, Stockton Rush, el empresario paquistaní Shazada Dawood y su hijo Suleman, el explorador francés Paul-Henry Nargeolet y el explorador británico Hamish Harding. Este último es una figura muy conocida ya que tiene en su haber varios récords, como por ejemplo, en marzo de 2021 descendió a la profundidad máxima en la Fosa de las Marianas junto al explorador oceánico Victor Vescovo y en junio de 2022 viajó al espacio en el cohete New Shepard de Blue Origin.
Mientras pasan las horas, las esperanzas se diluyen. El submarino se sumergió el domingo a las 6 de la mañana y luego de una hora y 45 minutos perdió el contacto con la embarcación de apoyo, según informó la Guardia Costera de Boston. Desde el momento de la sumersión contaban con 96 horas de oxígeno para sobrevivir, 4 días que se agotarían el próximo jueves 22 de junio en condiciones ideales y sin otros contratiempos como los de la presión, ya que se supone que Titán podría estar sumergido a 4.000 metros de profundidad. Su pérdida se declaró unos 700 kilómetros al sur de St. Johns, en el estado canadiense de Terranova.
Este episodio reeditó la idea de que una supuesta maldición persigue al Titanic y que se llevó varias vidas más que las que se dieron durante su construcción y las 1.491 víctimas fatales (de las 2.201 personas a bordo, con tripulación incluida) que perecieron en el naufragio. El emblemático barco, Propiedad de la compañía naviera White Star Line, el RSM Titanic comenzó a diseñarse y construirse en 1908 y finalizó en 1911. Meses después, a principios de 1912, todo el equipamiento interior estaba completo. En ese proceso de desarrollo hubo de todo: desde peleas entre las empresas encargadas, falta de fondos, conflicto de todo tipo y hasta la muerte de ocho trabajadores de la constructora Harland and Wolff. Esos fallecimientos son los registrados, pero se estima que serían muchos más.
Luego de tan accidentado inicio, la cosa no podría ser peor cuando el barco más lujoso y promocionado de la época se puso en marcha desde el Reino Unido hacia los Estados Unidos hasta el momento en que chocó contra un iceberg y terminó sucumbiendo en el fondo del mar. Pasaron más de 7 décadas desde ese trágico 1912 hasta que en 1985 sus restos fueron descubiertos en el Mar de Terranova. Estaba partido en dos con una distancia de más de 800 metros entre la proa y la popa y restos diseminados por el suelo, a más de 3.800 metros de profundidad. Durante todo ese tiempo transcurrido hubo infinidad de intentos por encontrarlo y algunos de ellos también terminaron dramáticamente. Después del hallazgo, el lugar donde se situó el coloso despertó la curiosidad de muchos. Y ahora un negocio millonario de expediciones con este pequeño submarino -reservado sólo para ricos- que desapareció.
Esa historia de desgracias han colocado un velo de misterio sobre el Titanic. Y hubo condimentos que alimentaron esos relatos. Uno de ellos fue la tapa de ataúd egipcio de madera y yeso pintada, que alguna vez cubrió a la momia de una mujer, posiblemente una sacerdotisa de Amon Re y que era llevado por uno de los multimillonarios pasajeros que viajaron en el Titanic. Actualmente, esa pieza arqueológica se encuentra en el Museo Británico, en Londres, y es conocida como "la momia de la mala suerte". Aunque es importante señalar que la momia en realidad no existe (sólo es la tapa del ataúd de 1,62 metros, pintada de colores vivos y cubierta de jeroglíficos), la leyenda llegó a fantasear con que su sino de desgracia fue el causante del hundimiento del buque.
Según cuenta el boca a boca, William T. Stead, que viajaba a bordo del transatlántico y que no sobrevivió al accidente, habló sobre las maldiciones de la "momia" a los tripulantes, y aseguró que esta viajaba a bordo del embarque. Según el relato, entre 1860 y 1870, Thomas Douglas Murray se lo compró a un grupo de ladrones de tumbas en Tebas, Egipto. Este hombre y su equipo lo llevaron a Inglaterra. Y, a partir de ahí, se sucedieron múltiples desgracias sobre ellos: uno se perdió en el desierto y desapareció; otro recibió un disparo accidental en un brazo y perdió la extremidad; otro contrajo una grave enfermedad que lo dejó postrado. Y así las historias y las tragedias fueron creciendo.
Según National Geographic: "personajes de la talla de Yeats, Conan Doyle o Henry Rider Haggard hicieron referencia a la 'momia de la mala suerte', e incluso un periódico tan respetado como The Times publicó en 1921 un artículo que hablaba de los peligros que corrían quienes se cruzaban en su camino".
La publicación de NG también señala: "Al parecer, la leyenda sobre una momia maldita que iba en el barco fue lanzada por el periodista y espiritista William T. Stead, que viajaba a bordo del Titanic (y no sobrevivió). Reunido con otros viajeros en el salón de fumadores contó un relato de miedo protagonizado por las hazañas de la momia maldita, y añadió que viajaba a bordo del navío, enviada por su nuevo propietario, un multimillonario estadounidense, a su país. Pero aún hay más, ya tras el hundimiento surgió otra increíble historia sobre las peripecias de la "momia de la mala suerte". Según ésta, el objeto flotó y fue recogido por una empresa de salvamento que lo llevó a EE. UU. e intentó devolverlo a su propietario, que estaba en Londres. Pero el barco que transportaba a la "momia de la mala suerte" de nuevo a Inglaterra, el Empress of Ireland, también se hundió, y el sarcófago fue de nuevo recuperado de las aguas. Pero no acabarían aquí las tragedias. La momia fue entregada al káiser Guilermo, en Alemania, y poco después dio inicio la Primera Guerra Mundial".
Las historias de tragedias misteriosas en torno al coloso de los mares se multiplicaron por años. Algunas con bases reales. Otras alimentadas por las fantasías. Pero hoy la pérdida de este submarino vuelve a reeditarlas. Y la "maldición del Titanic" vuelve a ser noticia.
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