Alejandro Chaskielberg es un fotógrafo argentino multipremiado a nivel mundial. Y quedó "atrapado" por la cuarentena en un lugar mágico cerca del pueblo "El Hoyo", en Chubut, junto a su pequeña hija. Llegó en febrero y se instaló en una cabaña, para plasmar imágenes únicas del laberinto viviente más grande de Sudamérica. Allí están desde hace 7 meses.
Por Gabriel Michi
Sus imágenes son mágicas. Increíbles. Su talento artístico es reconocido en todo el Mundo. Es uno de los fotógrafos argentinos más multipremiado a escala planetaria. Tiene un estilo propio, donde la búsqueda de una luz especial le ponen un sello distintivo a cada una de sus imágenes. Alejandro Chaskielberg es un aventurero con una mirada única sobre las cosas y los objetivos a retratar, y con una sensibilidad especial para conseguirlo. Con esa impronta, planificó un viaje por la Patagonia, uno de sus lugares favoritos, junto a su hija y su novia, para una experiencia fotográfica diferente: en un laberinto viviente que es el más grande de Sudamérica. Estando allí, después de unas vacaciones en la Costa Atlántica argentina junto a toda su familia, los sorprendió la cuarentena por el COVID 19. Y allí quedaron, en medio de un bosque de cipreses, cercano a la localidad de El Hoyo, en la provincia de Chubut. Su pareja, Gabriela, debió regresar a Buenos Aires por su trabajo en publicidad. Y Alejandro y Lara, permanecieron en ese paisaje de ensueño. Aunque el invierno fue muy duro, despertar cada día en ese entorno es una experiencia inenarrable.
"Llegamos a Patagonia a mediados de febrero, manejando por la Costa argentina, junto a mi hija y mi novia. Habíamos estado una semana de vacaciones en la playa junto con mi familia: mis padres, mis hermanos y mis sobrinos. Llegué a Patagonia convencido de que me quería quedar un mes para poder fotografiar y comenzar un nuevo proyecto en la meseta patagónica. A comienzos de marzo estábamos viajando por la zona de Piedra Parada, donde no hay señal de celular e Internet en los campos, y cuando nos conectábamos íbamos conociendo las noticias de Europa, que eran bastante desalentadoras, las cuarentenas, las muertes... Parecía una película de ciencia ficción porque cada cuatro o cinco días que volvíamos a tener noticias, el Mundo se iba cayendo a pedazos", cuenta Alejandro.
Esa intermitencia informativa continuó hasta que llegaron al pueblo de El Hoyo. "Ahí ya la situación en Argentina estaba cerca de la cuarentena. Las clases de Lara habían comenzado pero nosotros estábamos acá". Hasta ese momento, las cosas marchaban dentro de lo planificado porque la idea desde el inicio era que la niña comience las clases un par de semanas más tarde. "Ahí fue cuando mi novia se tuvo que volver a Buenos Aires por trabajo. Y nos quedamos con Larita y decidí no volver cuando se impuso la cuarentena. Y, desde ese momento es que estamos viviendo en una pequeña casita rodante, en un bosque, cerca del pueblo de El Hoyo", relata. La experiencia fotográfica de "Chaski", tal como lo conocen sus colegas en Argentina, empezó a dar sus frutos, con imágenes increíbles de ese laberinto y del entorno boscoso que lo rodea. Las proyecciones de luces en los árboles, el juego de iluminación natural que brinda el lugar y la propia magia y el talento del fotógrafo hizo el resto.
- MundoNews: ¿Cómo es el día a día, allí en el bosque?
- Alejandro Chaskielberg: El día a día acá consiste en ayudar a Lara con la escuela, para que se conecte a los Zooms y que pueda resolver las tareas. Tengo mucho trabajo en la computadora porque estoy planeando algunos proyectos y tengo algunas entregas que terminar. También estoy trabajando las imágenes que estoy haciendo en este momento. Y, por la tarde, salgo a buscar locaciones para hacer fotos. Muchas veces voy a fotografiar a la noche temprano, donde me acompaña Lara. Y otras veces espero que ella se duerma y salgo a fotografiar más tarde, generalmente acá dentro de la chacra.
- MundoNews; ¿Y cómo hacen en ese caso?
- Alejandro Chaskielberg: Generalmente cuando voy a fotografiar solo, le dejo un Walkie-Talkie a Lari. Aunque ella esté despierta, prefiere quedarse en la casa, jugando, o haciendo sus cosas. Y en el caso que necesite hablar conmigo, me mensajea.
- MundoNews: ¿Cómo se adaptó Lara a toda esta situación?
- Alejandro Chaskielberg: Se adaptó re bien. Somos amigos de la familia que nos está hospedando. Se siente muy a gusto. Y ella es muy adaptable también porque está acostumbrada a viajar conmigo desde bebé. Siempre me acompañó para mis proyectos. Y es muy híper-sociable, con lo cual se híper-adaptó al momento, al lugar y está re feliz.
Lara cumplió 8 años en abril, estando ya en el medio del bosque. Hubo un festejo especial con la gente que vive en la chacra, un total de 9 personas. Como cuenta Alejandro, ella está acostumbrada a viajar y acompañar a su padre en cada proyecto, desde bebé. Y disfruta de esa hermosa "sociedad" que han construido con su papá que no sólo la crió sino que la hizo partícipe de todas sus iniciativas.
Quizás una de las dificultades que más padecen es el conexión a Internet, algo fundamental no sólo para estar comunicados con el resto de la familia, sino también en el proceso de educación a distancia de la niña y en los trabajos que tiene que realizar y enviar el fotógrafo. "En teoría tenemos 3 megabytes, pero en realidad suele funcionar uno solo. Apenas alcanza para hacer un Zoom y Lara tiene que ir apagando la cámara en algún momento porque se corta la señal", narra Alejandro.
La cabaña es pequeña y confortable. Tiene 5 metros por 3. "Está muy bien aislada del frío y aún con temperaturas bajo cero, adentro está muy calentita. Y tiene muy buena presión de agua. Es todo eléctrico, por lo que hornallas, calefón y todo depende de la electricidad. Se ha cortado en algunos días la luz y es difícil porque no sale ni siquiera agua", describe Chaskielberg. La cabaña pertenece a los dueños de la chacra. "La compraron un poco por gusto y la tenían sin uso. Tienen otra pero preferí quedarme en esta porque es más simple de calentar y está aislada. Es muy linda", explica Alejandro. Si bien la casa tiene ruedas y podría ser transportada, en este momento está conectada a la electricidad y el desagüe, lo que impide su traslado hoy en día.
En su Instagram, "Chaski" muestra la fotografía de la cabaña y describe así sus vivencias: "Esta es la casita donde vivimos desde hace seis meses debido a la Pandemia. Nuestro lugar de éxodo. Estamos en un bosque de cipreses cerca de El Bolsón. A pesar del tamaño es bastante cómoda y con el tiempo parece que va creciendo. Armé un escritorio de dos metros de largo y también le construí uno a Lara. Hasta tenemos una hamaca en el living y cuando Lari se hamaca me avisa para que no nos golpeemos. Sus piernas se balancean desde la puerta de entrada, atraviesan toda la casa y las veo entrar de repente a través de la puerta de la cocina, cuando estoy ahí. Viví mucho tiempo en casas mini como esta y rodeado de naturaleza. En el Delta estuve dos años en cabañas de este tipo. Hay que aprovechar el espacio al máximo y ser muy ordenado porque el caos es inmediato. La casa es muy calentita como para estar en remera, aún con los -3 C que llegan a hacer durante la noche. Está muy bien aislada y las paredes tienen doble capa de fibra de vidrio. No pasa el sonido tampoco, es como un estudio de grabación. Se escuchan hasta los latidos. Es el silencio dentro del silencio. Acá estamos".
"Chaski" es muy reconocido y respetado por sus colegas. Tras trabajar en varios medios nacionales, comenzó su performance más artística. Su primer proyecto con muy alto impacto internacional fue "La Creciente", que terminó siendo un libro y que retrata a los isleños del Delta del Río Paraná. Cada uno de ellos fueron fotografiados por Alejandro bajo la luna llena. "En ese proyecto estuve casi tres años viviendo en las Islas, para poder localizar y fotografiar a las personas que viven allí, utilizando una cámara de gran formato, linternas y la luz de la luna para iluminar", cuenta. Ese trabajo tuvo mucha difusión y fue premiado por National Geographic, la Fundación Magnum, entre otros. Y le valió el premio del "Fotógrafo del año", en 2011. Ese proyecto fue exhibido en muchos lugares del Planeta: Buenos Aires, Nueva York, Tokio. Y su técnica habitual de plasmar las fotografías en escenarios nocturnos y con alto contenido de iluminación natural, o en algunos casos apoyada con iluminación artificial de color pero sin un trabajo de Photoshop sino logrado por su impresionante técnica, se fue convirtiendo en un sello distintivo de la obra de este artista.
En 2012 "Chaski" viajó a Japón. Un año antes había ocurrido el famoso tsunami y ahí comenzó su segundo proyecto de libro que se llamó "Otsuyi: Memorias del futuro". Según describe: "Ahí hice un trabajo documental pero con esta forma de entenderlo de una manera más experimental o personal. Ahí trabaje con sobrevivientes del tsunami, fotografiados en los restos de sus casas y también con el uso de fotografías recuperadas, fotografías familiares que fueron destruídas por el tsunami. Es un proyecto que de alguna manera se compone de mis fotografías y de aquellas que fueron encontradas. Y hay un cruce en el color entre las imágenes mías y las recuperadas". Ese proyecto se publicó en 2015 y recibió el premio "Iberoamerican Books Award", de la Asociación de Estudios Latinoamericanos" (LASA).
Después de eso encaminó su destino hacia lugares como Surinam y África donde hizo trabajos para la ONG Oxfam, que lucha contra la pobreza y las hambrunas extremas. En uno de los documentales, "Turkana", las imágenes de Chaskielberg brillan por su calidad y por todo lo que trasmiten. En su página web esta Organización No Gubernamental cuenta: "Oxfam ha estado trabajando en Turkana, en el noroeste de Kenia, para ayudar a las personas que han sido defraudadas por el sistema alimentario mundial. Gracias a este proyecto fotografiado por Chaskielberg, Oxfam GB recibió donaciones de 150 mil libras para seguir trabajando en Turkana durante tres años más". "Chaski" utilizó nuevamente la luz de la luna llena para iluminar con una exposición más larga en el tiempo.
En 2019 estuvo desarrollando un proyecto increíble denominado "Píxeles". "Ahí quería hablar de esta manía contemporánea de estar frente a las pantallas y, de alguna manera, perder contacto con el mundo real. Es un proyecto en el que las personas retratadas, tanto individualmente como grupalmente, utilizan un color particular para iluminarse la cara. Son puestas grupales en la naturaleza en las que cada persona elige un color y después se forman imágenes multicolor que, de alguna manera, hablan de la diversidad que tenemos como grupos sociales", describe. Este proyecto lo comenzó a finales de 2018 y una de las primeras imágenes que hizo fue en el Teatro Colón repleto de personas, como parte de una charla TED que brindó Chaskielberg. Ahí retrató a todos los presentes en el Colón con luces de colores.
Pero "Píxeles" no se quedó sólo en la toma del teatro más importante de la Argentina. Esta misma técnica Alejandro la utilizó en distintos escenarios y situaciones. Y, en cada uno de ellos, consiguió algo diferente. Ya sea en la nieve, en un bosque, en un laberinto, en un tren o en el Paseo de la Memoria, en la Costanera Norte de la Ciudad de Buenos Aires.
El tercer libro de Chaskielberg, que se llamó "Laberinto", es el que lo llevó a su actual estadía en la Patagonia. "Es un libro sobre este Laberinto Patagonia, este laberinto mágico contruido en las montañas y también sobre lo que es la Comarca Andina; los pueblos que están acá cerca, los paisajes, los personajes que viven acá. Es un libro que va hacia lo documental pero también hacia la magia de este lugar. Y gracias a hacer ese libro y de conocer a los dueños del laberinto es que después lo seguí visitando en el transcurso del tiempo. Y cuando comenzó la cuarentena me invitaron a quedarme acá, dentro de su chacra", explica.
Así fue como Alejandro y Larita se anclaron en ese espacio diferente, en ese bosque lleno de magia al que llegaron en su cabaña rodante. Y que es un motivo más que inspirador para el impresionante talento de este artista de la fotografía mundial. El estar "atrapado" en ese paisaje no parece ser algo que le moleste. Al contrario. Es tener a mano la mejor materia prima para convertirla en una obra única, deslumbrante. En una postal irrepetible.
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