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Turquía y Siria en una carrera contrarreloj bajo los escombros

Tras los devastadores terremotos y sus infinitas réplicas que mataron a miles de personas en ambos países, los rescatistas tienen una ventana de apenas 72 horas para encontrar sobrevivientes entre la destrucción. Hay quienes extienden esa esperanza a 7 días.


Por Gabriel Michi



"¡¡¡Silencio!!!". Una palabra que se repite cada tanto en medio de la destrucción total. Es un pedido, una exigencia, que encierra una esperanza: la posibilidad de escuchar aunque sea la más mínima señal de que un sobreviviente pueda hacerse oír entre la montaña de escombros. Es la pequeña puerta a la expectativa de un milagro. Una puerta que se va cerrando cruelmente a medida que pasan las horas y los días. Cuando ocurren terremotos como los desatados en Turquía y Siria eso es algo que se repite. Y es que esa carrera contrarreloj frente a lo peor se vuelve desesperante, tal como se vivió también en la Argentina en 1994 en el atentado contra la AMIA donde murieron 85 personas. Hoy ese escenario se repite entre los más de 16.000 rescatistas que trabajan a destajo entre los más de 5.000 edificios turcos y sirios que se vinieron abajo por los sismos (de 7,7 y 7,8 grados) que provocaron una destrucción total. Y que encima se dio en medio de la noche, cuando mucha gente estaba durmiendo, lo que potencia la cantidad de víctimas. Hasta el momento se logró rescatar a más de 8.000 personas entre los escombros, en un cuadro donde habiendo pasado un día desde los terremotos ya las víctimas fatales son más de 5.000 -y 20.000 heridos- pero esa cifra crece minuto a minuto. Y aún se deconoce cuál será el trágico resultado final de estos temblores que afectaron las ciudades turcas de Adana, Gaziantep, Sanliurfa y Diayarbakir, así como en varias otras del lado sirio.


Según especialistas y de acuerdo a la experiencia internacional los rescatistas tienen una pequeña ventana de 72 horas para encontrar sobrevivientes entre los escombros. Lo más optimistas lo extienden hasta una semana. Pero son casos excepcionales. Se tienen que dar determinadas condiciones tanto en las características del derrumbe, los huecos para el ingreso de oxígeno que puedan haber quedado, las heridas del superviviente y sus condiciones físicas. Por eso las primeras horas de esos rescates son fundamentales y determinantes. De hecho, Lody Korua, un experto en búsqueda y rescate de Indonesia que trabaja como voluntario operaciones de este tipo desde hace más de 15 años señaló que el "período dorado" para salvar vidas después del terremoto va de uno a tres días. “Las personas que estamos rescatando están heridas, están bajo los escombros y no sabemos a qué profundidad. Están atrapados, tal vez con las piernas aplastadas por la estructura derrumbada, con los huesos rotos, y no pueden pedir ayuda a gritos” explicó Korua.


Frente a la gravísima situación que están padeciendo tanto Turquía como Siria (que encima viene sufriendo una guerra que ya lleva más de una década) están llegando equipos de salvamento de distintos países del Mundo y algunos de ellos con sus perros de rescate que pueden detectar vida entre las piedras.


Es cierto que ha habido circunstancias en las que fueron rescatados sobrevivientes cuatro o más días después de un terremoto. David Lewis, quien coordina un equipo internacional de búsqueda y rescate urbano para la agencia de bomberos y rescate en Nueva Gales del Sur, Australia, explicó que "la cantidad de tiempo que una persona puede sobrevivir en los escombros depende de varias variables, incluida la temperatura, su acceso a alimentos y agua y la forma en que quedó atrapada".


Los equipos de emergencia lograron rescatar a más de 8.000 personas entre los escombros. Muchos, niños.

A todas las complicaciones que ya de por sí tienen estos dos potentes terremotos (y sus innumerables réplicas) que, según el presidente turco Recep Erdogan fueron los peores en 100 años en su país, se suma que donde ocurrieron son zonas remotas, muy alejadas de los centros urbanos donde el acceso es más sencillo. Eso hace que no haya suficiente infraestructura en el lugar para atender una emergencia semejante y encima que les cueste llegar al territorio a las misiones humanitarias y equipos técnicos que se predisponen a brindar su ayuda. Los aeropuertos son pequeños y no tienen capacidad para recepcionar al personal de búsqueda y rescate y su equipo pesado. Lo que obliga a un transporte terrestre hacia esos territorios que ralentiza esas tareas, en caminos que tampoco están en condiciones óptimas (ni hablar del lado sirio donde los efectos de la guerra agravan todo). Y, con eso, esas esperanzas de sobrevida se alejan.


Una vez en el lugar el trabajo de los rescatistas -profesonales o improvisados- se vuelve una tarea tiránica y contrarreloj. Muchas veces sacando a mano piedra por piedra para poder llegar a su objetivo. Las máquinas como retroescavadoras -de contar con ellas- sólo se pueden usar para quitar bloques grandes de concreto y siempre y cuando no representen un mayor peligro para quienes estén debajo de las estructuras caídas. Los rescatistas también se enfrentan a peligros de derrumbes cuando realizan las tareas de búsqueda de víctimas.


A esa complejidad se suman las propias dificultades que representan las estructuras edilicias locales que, como quedó demostrado, no eran antisísmicas pese a estar en una región donde los movimientos telúricos son frecuentes. Eso lleva a que de persistir las replicas -como viene ocurriendo- hay riesgo de más derrumbes.


En ese desesperante panorama con miles de muertos, hay algunos mojones que despiertan la esperanza. Por ejemplo, en Hatay (Turquía), a unos 170 kilómetros al sur de donde se registró el primer terremoto, los equipos de rescate lograron establecer contacto con una familia de cuatro miembros atrapada entre los escombros; en Diyarbakir, a unos 350 kilómetros al este de la provincia donde tuvo su epicentro el primer temblor, una mujer fue rescatada tras estar 31 horas atrapada entre los escombros de su vivienda, y trasladada a un hospital entre los aplausos de los equipos de emergencia; en Osmaniye un hombre de 30 años fue rescatado entre las ruinas de un edificio de diez pisos que se derrumbó; y un chico de 14 años fue encontrado con vida en la provincia de Kahramanmaras. Y quizás una de las escenas más emotivas y dolorosa a la vez ocurrió cuando una madre dio a luz debajo de los escombros y el bebé recién nacido logró ser rescatado con vida, pero no así la mujer.



La catastrófica situación se agrava con el correr de las horas. Como la desesperación de ver cómo esa puerta de esperanza se va cerrando a medida que transcurre el tiempo. Esa carrera contrarreloj tan cruel y despiadada, con apenas algunos destellos de esperanza, en medio una tragedia omnipresente.

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