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Un asesino de (la) verdad

El Colegio Público de Abogados de la Capital Federal expulsó de su Matrícula a Gustavo Prellezo, el policía que fusiló de dos tiros en la nuca al reportero gráfico José Luis Cabezas en 1997. El criminal no informó que tenía una condena vigente ni que ya le habían denegado esa posibilidad en la Provincia de Buenos Aires. Un acto de justicia para mi compañero y amigo.


Por Gabriel Michi (*)




Gustavo Daniel Prellezo, ex oficial de la Policía Bonaerense, ejecutó de dos tiros en la nuca a José Luis Cabezas, aquel nefasto 25 de enero de 1997. Luego ordenó a uno de sus secuaces de la "Banda de Los Hornos" que prenda fuego el cuerpo de mi compañero y amigo dentro del vehículo que nos había alquilado la Revista Noticias para cubrir la temporada de verano en Pinamar.


Con ese acto mafioso, ordenado por el empresario Alfredo Yabrán, Prellezo pretendió una cosa: silenciarnos. Acallar al periodismo. En definitiva, asesinar la verdad.


Fue condenado a reclusión perpetua en febrero de 2000, pero las injusticias de la Justicia hicieron que en 2010 consiga la "prisión domiciliaria" y seis años después, en 2016, la "libertad condicional". O sea que Prellezo pasó tras las rejas menos de 13 años (había sido detenido el 9 de abril de 1997) pese a la perpetua. Y pese a la atrocidad del asesinato cometido. Y toda la planificación criminal con la que organizó y ejecutó al reportero gráfico.


Estando preso y semi-preso se graduó de abogado y luego de escribano. E intentó engañar a las distintas organizaciones que agrupan a los profesionales del Derecho para poder sacar su matrícula y ejercer como abogado. La clave: no informar que tenía una condena en firme que sigue vigente hasta 2022 y eso lo inhabilita para ejercer como letrado.



Gustavo Prellezo, el policía que asesinó a José Luis Cabezas, mostrando su título de abogado.



Primero lo intentó hacer con el Colegio de Abogados de Quilmes y, al ser descubierto, le anularon esa posibilidad. Apeló y las distintas instancias en la Provincia de Buenos Aires se lo denegaron. Luego intento hacer lo mismo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y, alertada de esa irregularidad, la familia Cabezas -con Gladys Cabezas , la hermana de José Luis, como gran batalladora- logró que el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, a través de su Tribunal de Disciplina, dicte la "expulsión" de la Matrícula que ya había tramitado.


Los miembros del Tribunal determinaron no sólo que es deshonroso que una persona con semejante antecedente integre el Colegio sino que, una vez más, había mentido: cuando completó la documentación para conseguir la Matrícula nada dijo de que tenía una condena por homicidio agravado aún vigente, lo que le imposibilita tener ese beneficio. Pero tampoco mencionó el antecedente denegatorio que había recibido en Quilmes y en la Provincia de Buenos Aires. O, sea, una vez más, había ejecutado a la verdad.


Así, por ahora, un criminal que privó del derecho más básico, el de la vida, a una persona inocente como José Luis Cabezas, no podrá escudarse en la defensa de la Ley. Y eso es una tranquilidad para todos. Ese hombre que mató primero a un periodista para silenciar su verdad y luego intentó hacer lo mismo con su propia realidad, no podrá recorrer los Tribunales, al menos para defender a otra persona que no sea él mismo. Una buena noticia para la Justicia verdadera. Un freno a un asesino de la verdad. Un freno para un asesino de verdad.




(*) Compañero y amigo de José Luis Cabezas





Para quienes quieran conocer más sobre la historia de Gustavo Prellezo y su rol en el crimen de José Luis Cabezas, además de su vínculo con Alfredo Yabrán, los invito a leer esta nota que escribí en mi blog SecretoCero en 2010, en ocasión del beneficio de la "prisión domiciliaria" que le otorgaron al asesino de mi compañero.





Historia de un asesino




La "prisión domiciliaria" otorgada al policía Gustavo Prellezo, ejecutor de José Luis Cabezas, cierra el círculo de impunidad. En las calles o en sus casas, estos criminales son una amenaza para todos. Y profundizan una herida en la familia del fotógrafo, en quienes fuimos sus compañeros y en la sociedad toda. La historia de un delincuente peligroso y de cómo se movieron las fichas para el peor atentado contra la libertad de expresión desde el retorno democrático.


Por Gabriel Michi



Vestía uniforme. Se trasladaba con desparpajo por la Costa Atlántica. Tenía en su haber un rosario de delitos impunes, sin siquiera una acusación formal: falsificación y robo de documentos, protección de delincuentes, atentados contra la propiedad, entre otros. Pero ese 25 de enero de 1997 iba a cometer el peor de sus crímenes. Gustavo Daniel Prellezo tenía 35 años cuando desenrejó los dos disparos que mataron a José Luis Cabezas. Era oficial principal de la Policía Bonaerense y ganaba por ese entonces unos 900 pesos por mes (900 dólares en aquella época del 1 a 1).


Ese hombre fue quien se reunió a finales de 1996 con otro bastante distante en la pirámide de ingresos: el megaempresario Alfredo Yabrán. Antes habían tenido otros contactos, pero esa reunión -confirmada por los propios participantes-, llevada a cabo en las oficinas del magnate en Carlos Pellegrini al 1100, en pleno centro porteño, se iba a concretar un mes antes de la barbarie.


Yabrán y Prellezo se habían conocido en enero de 1995 cuando un equipo del Canal 8 de Mar del Plata se presentó a realizar una denuncia en la comisaria de Pinamar porque custodios del empresario los habían corrido a onderazos de la puerta de su casa veraniega "Narbay" -Yabrán al revés- cuando intentaban una nota. Fue después de un artículo de la revista Noticias que había descubierto la posada estival del acusado de ser -según Domingo Cavallo- el "jefe de una mafia enquistada en el poder", frase que había eyectado al ministro de Economía muy lejos del gobierno de Carlos Menem. Ese expediente de la agresión a los periodistas marplatense se conoció como “Causa Boyler”, por Claudio Boyler, uno de los custodios de Yabrán que quedó involucrado en el episodio.


En aquel encuentro original en la comisaría de Pinamar, Yabrán se presentó para tratar de minimizar los alcances de la agresión. Le dio su tarjeta personal a Prellezo y le dijo que cualquier cosa que necesite, lo llamase. El policía atesoró ese botín hasta su caída en desgracia: cuando en la mañana del 9 de abril de 1997 quedó detenido por el crimen de José Luis Cabezas, entre sus pertenencias estaba intacto ese presunto pase a ciertas mieles del poder.


Luego, con la causa judicial en curso y el sistema Excalibur cruzando datos, se comprobó en forma fehaciente los contactos que mantenía ese oficial de policía con uno de los hombres más influyentes de la Argentina.




La historia de Prellezo




El asesino de José Luis Cabezas nació en La Plata el 17 de febrero de 1962, apenas unos meses después que su víctima. Hizo el Servicio Militar Obligatorio y estudió para oficial en la Escuela Juan Vucetich.


En su trayectoria en la Policía Bonaerense tuvo distintos destinos: primero en Berisso, luego en la Agrupación Seguridad de la Gobernación -entre 1983 y 1988, durante la gestión de Alejandro Armendáriz y el inicio de la de Antonio Cafiero-. Más tarde, revistió servicios en el destacamento de Las Armas, Mar del Plata, Maipú y Chascomús. Hasta que, en 24 de noviembre de 1994, desembarcó como segundo jefe en la Comisaría de Pinamar, ya comandada por Alberto Pedro Gómez.


En noviembre de 1996, lo trasladaron a la Comisaría Segunda de Mar de Ajó. Desde allí organizó todo -a través de su amigo, el jefe del Destacamento de Valeria del Mar, Sergio Cammaratta- para que sus reclutados en el barrio de Los Hornos tuviesen donde parar hasta que llegase la orden del crimen.


Prellezo pagó el alquiler de 500 pesos para que "Los Horneros" -Horacio Braga, Sergio Gustavo González, Miguel Retana y José Luis Auge- se quedasen en el monoambiente del primer piso de la calle Granville 206, en Valeria del Mar. Además, les dejó 300 pesos y un Dodge 1500 celeste, modelo 1978, con chapa patente B1497603. Todo para que no les faltase nada a ese grupo de marginales que lo acompañarían en el secuestro y asesinato del fotógrafo de la revista Noticias.


El día del crimen no usaron ese auto porque se había descompuesto algunas jornadas antes en Cariló. Es más, su presencia sospechosa había alertado al jefe policial del lugar, Héctor Colo. Pero cuando ellos le dijeron que estaban de la mano de Prellezo, los dejó ir. También, en los días previos al crimen, otro policía se había sorprendido por el vínculo entre sus colegas y estos hombres: Cristian Pastore le había reclamado muy duro a Cammaratta cuando -seis días antes del asesinato de Cabezas- éste le pidió que le vaya a dar a "Los Horneros" un mensaje de Prellezo. Pastore le increpó: "Me mandaste a un aguantadero. Si caigo yo, caés vos".


Ya en sede judicial, esa declaración, sumada a otros indicios, hizo que -cuando apenas habían pasado 16 días del asesinato- a Prellezo lo declararan prescindible en una Policía Bonaerense convulsionada por el crimen y las sombras que se ceñían sobre ella. Era el 10 de febrero de 1997. Pero pasarían en total 74 días desde aquel 25 de enero hasta el 9 de abril en el que finalmente queda detenido en Dolores. Sin embargo, por aquel entonces los policías, la Justicia y el poder político se empecinaban por intentar involucrar a la denominada "Banda de Pepita La Pistolera", un chivo expiatorio que desviaba el foco de donde debería permanecer incandescente.


Después se supo que Prellezo, a comienzos de diciembre de 1996, le había pedido a su mujer policía Silvia Patricia Belawsky que le averiguara los antecedentes de José Luis Cabezas, fotógrafo de 35 años -como él-. A su vez, Belawsky se los pidió a la oficial María Martha Formigo, de la Dirección de Asuntos Judiciales de la Policía Bonaerense -que era su subalterna- y esta lo informó a la oficial María Cristina Ortiz, de la Dirección de Servicios Sociales de la misma fuerza. Todo eso quedó registrado. Poco le sirvió a Prellezo el curso de Inteligencia que había realizado en 1988 y que había aprobado con un promedio de 7,82.


Apenas 15 días después de esa pesquisa ilegal fallida, una fuente nuestra le dijo a José Luis: "gente de Yabrán estuvo intentado averiguar tu dirección en Buenos Aires". El rastreo fue en la Intendencia de Pinamar, comandada por Blas Altieri, amigo del empresario, proveedor de material de construcción para las obras en sus hoteles y el primero en salir a despegar a Yabrán del crimen de Cabezas.


Menos de 10 días después, en la víspera de la Navidad de 1996, ocurría la reunión de Yabrán y Prellezo en las oficinas del microcentro porteño.


A los datos sobre José Luis y sobre mi persona que recogió Prellezo antes del crimen, hay que sumarles los que le trasmitió otro oficial de la Comisaria de Pinamar, Aníbal Luna, quien había avisado sobre ciertos movimientos que realizábamos en nuestra cobertura periodística. Y quien sería el que le pasó la dirección de Cabezas en Pinamar, lugar desde donde fue secuestrado por Prellezo y "Los Horneros". Prellezo, Cammaratta y Luna se llamaban entre sí "primos", por el grado de afinidad que tenían.



Camino a prisión









En la fría mañana del miércoles 9 de abril de 1997 Gustavo Prellezo cruzó la puerta de los tribunales de Dolores. Esta vez, no llevaba los papeles de las denuncias que se presentaban en la Comisaría de Pinamar, como lo había hecho tantas veces al ser el oficial instructor en ese destacamento. En esta ocasión iba a quedar detenido. Una vez frente al juez José Luis Macchi, al que conocía de esos trámites, se le leyeron sus derechos.


Días antes, el viernes 4 de abril, el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, le había presentado al juez elementos "muy importantes" para la causa. Según se pudo saber posteriormente, se trataba de la declaración de un "arrepentido" -un puntero político del PJ de Los Hornos- que se había acercado a él tras oír la confesión de uno de "Los Horneros" que se había jactado del crimen. Dos de estos delincuentes eran barrabravas de Estudiantes de La Plata y hacían "trabajitos" extras -pintadas, aprietes- para ese referente barrial.


Cuando Prellezo quedó tras las rejas, también cayeron su mujer, tres de "Los Horneros" -Auge se entregó días después-, otros familiares de los implicados y hasta el propio padre del policía. Hoy, con la prisión domiciliaria que le otorgaron al oficial, sus días con brazalete electrónico transcurrirán en la casa de su padre Anastasio "Tasín" Linares Prellezo.


Su padre fue como una especie de tutor del "hornero" Auge. De ahí que el vínculo entre el policía asesino y "Los Horneros" tenga como nudo a este hombre. De hecho, días antes Auge había estado realizando trabajos de albañilería en la casa que Prellezo había comprado con Belawsky dos años y medio antes, en la calle Ripa Alberdi 1396, en la localidad de City Bell. Los policías se habían casado el 12 de enero de 1989 y tuvieron una hija que al momento del crimen pisaba los cinco años y que hoy ya es mayor de edad.


En esa casa estaba el Fiat Uno, propiedad de Belawsky, que Prellezo había utilizado el día del crimen de Cabezas. Le habían reparado el guardabarro delantero izquierdo, después del choque que protagonizaron con una joven en Pinamar, cuando nos seguían -sin que nosotros lo advirtiésemos- días antes del crimen.


Para ese entonces, hacía más de dos meses que a Prellezo lo había separado de la Policía Bonaerense, le habían quitado su chapa 14.871, le habían reducido a menos de la mitad su sueldo y su prontuario ya albergaba el peor de sus crímenes.


A trece años de peor crimen contra la libertad de expresión ocurrido desde el retorno democrático y a diez años de una sentencia ejemplar, ya no quedan más presos tras las rejas. Lo único que está en prisión es la ilusión de que alguna vez, en la Argentina va a haber justicia.


Sin embargo, pese a haber sido condenado a la pena de reclusión perpetua –se consideró como agravante su condición de policía- el 2 de febrero de 2000 y pese a que esa sentencia está ratificada por la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, hoy Prellezo vuelve al calor del hogar. Con prisión domiciliaria, es cierto, y bajo la argumentación de que necesita un lugar más saludable porque tiene una hernia de disco. Otra explicación judicial fue que "padece de una enfermedad que se ha agudizado en el último tiempo y necesita de un ambiente carente de humedad. Tiene problemas respiratorios y de artrosis".






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