Una extensa sesión del Parlamento azteca dejó 14 legisladores y decenas de trabajadores contagiados por Coronavirus. Un senador murió, como también varios empleados del lugar.
Por Gabriel Michi
Ocurrió el 20 de octubre. Pero aún hoy, habiendo pasado dos meses, sus consecuencias se siguen sintiendo. Una extensa sesión del Congreso mexicano en un lugar inapropiado derivó en un supercontagio masivo entre legisladores y empleados. La falta de ventilación natural, la acumulación de personas en espacios reducidos, la ausencia de distanciamiento social, el uso del aire acondicionado y, en definitiva, la escasez de la suficiente conciencia y conductas responsables provocaron una verdadera tragedia con el contagio de COVID 19 entre el cuerpo legislativo del país azteca.
El tema a tratar ese día era impulsado por el frente oficialista encabezado por MORENA, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para hacer desaparecer un número importante de fideicomisos, algo que no era avalado por legisladores de la oposición. La sesión, que se extendió por más de 13 horas, se selló en la madrugada del 21 de octubre. Aún hoy resuenan las palabras del senador Joel Molina, de MORENA, quien limitó su participación a un simple "a favor". Estaba con barbijo y todo. Pero fue lo último que se le escuchó decir en ese estrado que había ocupado hacía 20 meses. Molina falleció cuatro días después en Tiaxcala, víctima del Coronavirus.
Fue el caso más grave entre los 14 legisladores a los que se les detectó COVID 19 tras la polémica sesión. Y el virus se multiplicó como una mancha venenosa entre decenas de empleados del Congreso. Como había muchas manifestaciones en contra del proyecto de ley impulsado por el oficialismo mexicano se decidió llevar adelante la sesión en otra locación: el Senado se reunió en su antigua sede, antigua casona de Xicoténcatl.
Previo a eso se habían desarrollado sesiones en distintos lugares. Una de ellos se dio el Salón Verdi del Hotel Emporio donde hubo una veintena de personas en un espacio reducido. Algunos de los legisladores presentes habían transitado el COVID 19, como fue el caso del oficialista Alejandro Armenta. Otras tuvieron ligar en el hotel Sevilla Palace. Hubo reuniones también en el hotel Marquis,.
Para esa época en México en Coronavirus ya corría a una velocidad inusitada, alcanzando los 900.000 casos y surfeando ya la denominada segunda ola, después de haber atravesado el pico de la primera en junio. Por eso había una gran preocupación sobre cómo desarrollar las sesiones legislativas. Hubo, como en otros países, discusiones de todo tipo sobre la presencialidad y la virtualidad de los debates legislativas. Y pujas intestinas entre el oficialismo y la oposición. Los antecedentes de al menos tres empleados legislativos que ya habían fallecido por COVID 19 retroalimentaban esas disputas. Por eso desde septiembre se establecieron protocolos -cuando se volvió a las reuniones presenciales-, aunque en los plenos no podían superar un aforo de 50 legisladores, reduciendo a la lectura de los dictámenes por teleconferencias y los representantes sólo concurrían al recinto para votar. Se estableció también que las sesiones no superen las cinco horas de duración, entre otras cuestiones.
Sin embargo, la sesión del 20 de octubre fue diferente, por el contexto en que se iba a desarrollar. Y el Senado mudó su actividad a esa casona colonial ubicada en el Centro Histórico, donde las condiciones edilicias no facilitaban una buena circulación del aire y, encima, provocaba concentraciones de personas en pasillos angostos y espacios reducidos. Por si fuera poco, la sesión se extendió por más de 13 horas y eso se convirtió en un foco de contagios al que muchos consideran un superpropagador.
De los 14 contagiados, cinco formaban parte del bloque oficialista de MORENA. El resto de los que terminaron con COVID 19 (otros nueve legisladores) eran de la oposición.
Una semana después de la polémica sesión -y tres días después de la muerte del senador Molina- las autoridades de la Cámara Alta señalaron que se habían realizado 805 pruebas PCR en dos días, detectándose 22 casos en total, de los cuales tres fueron legisladores. Después, el número se disparó alcanzando una cifra imprecisa en decenas de trabajadores parlamentarios y 14 senadores.
Así, el COVID 19 ingresó al Congreso mexicano. Un lugar que debería actuar de manera ejemplificadora para el resto de la sociedad. Y que, sin embargo, ese 20 de octubre hizo todo lo contrario.
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