El conflicto que faltaba: tensión entre Japón y China, con EE.UU. y Rusia metiéndose en el medio
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El tema por Taiwán enfrenta al gobierno nipón con Xi-Jinping. Hay amenazas y despliegues militares sin precedentes en la zona, con presencia de aviones estadounidenses y rusos.
Por Gabriel Michi

Dos potencias se amenazan. Y lo hacen apoyadas, cada una, por otras potencias. De un lado Japón (con el respaldo de EE.UU.). Del otro, China (con el respaldo de Rusia). En una escalada que escenifica el conflicto que faltaba en el Mundo. Un conflicto que -en esta etapa- comenzó con declaraciones subidas de tono y terminó con despliegues militares como no se veían desde hace mucho tiempo en la zona.
Todo empezó con un cruce de dichos por el tema Taiwán, uno de los más álgidos en la historia de la región. En noviembre pasado, cuando llevaba menos de un mes en el cargo, la primera ministra conservador de Japón, Sanae Takaichi, advirtió que si existía alguna acción china contra Taiwán eso podría provocar una respuesta militar nipona. Eso indignó al gobierno de Xi-Jinping que no quiere que de ninguna manera ningún tercer país -en particular Estados Unidos y sus aliados- intervengan en la disputa por Taiwán, una isla autónoma que Pekín la reclama como suya y afirma que debe quedar bajo su control. La administración china argumentan que todo eso es un asunto interno en el que no se debe meter ninguna otra nación. Sin embargo, la injerencia de Occidente en ese territorio es tan evidente que el propio EE.UU. se convirtió en el principal proveedor de armas de la isla,
La flamante líder de Japón incluso fue más allá en su planteo: Sanae Takaichi dijo -ante un comité parlamentario- que un bloqueo naval chino u otra acción contra Taiwán podrían ser motivo de una respuesta militar japonesa. “Si implica el uso de buques de guerra y acciones militares, podría convertirse en una situación que amenace la supervivencia”, desafió. Si bien no es la primera vez que un mandatario nipón plantea sus diferencias en la materia con China, ninguno había ido tan lejos y planteado la posibilidad de una respuesta militar de su país ante una avanzada sobre Taiwán. Y después de eso, encima, Takaichi se negó a retractarse. De hecho, su apoyo a Taiwán no es nievo y considera que China es una amenaza creciente. Por eso ordenó aumentar el gasto militar de su país.
La posición desafiante de la primera ministra japonesa generó indignación en el gobierno de China, que si bien conocía cuál era la mirada sobre el tema de Takaichi, hasta este momento las tensiones en Taiwán no eran particularmente altas: Y hubo respuesta incluso más amenazantes: por ejemplo, el cónsul general de China en Osaka, quien declaró en redes sociales, que su país no tiene más remedio que "cortarle el cuello" a un intruso. Y el clima de conflicto creció y creció. De hecho, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China convocó al embajador de Japón para advertirle contra cualquier injerencia en Taiwán. Al día siguiente, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón convocó al embajador de China en Tokio para quejarse de la publicación en redes sociales. Y así, la escalada diplomática siguió. Pero no sólo la diplomática.
China criticó duramente la economía turística de Japón y desaconsejó a sus ciudadanos los viajes a Japón, algo que puede resultar muy preocupante ya que sólo en los primeros nueve meses de este 2025 más de 7,5 millones de turistas chinos visitaron tierra nipona, siendo la mayor cantidad de cualquier país y aproximadamente una cuarta parte del total. Por otro lado, el Ministerio de Educación de China envió una advertencia a los estudiantes sobre los recientes crímenes contra los chinos en Japón. Por su parte, del otro lado, también hubo advertencias similares: el gobierno nipón le sugirió a los ciudadanos japoneses que viven en China que estuvieran atentos, tomaran precauciones de seguridad y no llamaran la atención en medio de las tensas relaciones bilaterales.
Pero más allá de esas advertencias verbales, lo que más inquieta son los movimientos militares de una y otra potencia. El domingo 7 de diciembre, la guardia costera china anunció que patrullaba las aguas que rodean un grupo de islas deshabitadas que ambos países reclaman. Japón, por su parte, criticó un incidente en el que una flota de cuatro barcos de la guardia costera china violó brevemente las aguas territoriales japonesas alrededor de las islas el domingo.
Pero Japón tiene un problema adicional: desde el fin de la Segunda Guerra Mundial su Constitución le prohíbe el uso de la fuerza excepto para defender su territorio (el Ejército se denomina Fuerza de Autodefensa). Sin embargo, el ex primer ministro Shinzo Abe logró ampliar el mandato militar al obtener la aprobación parlamentaria en 2015 de una ley que permitiría a Japón acudir en ayuda de un aliado —por ejemplo, Estados Unidos— en un conflicto que se considera una amenaza existencial para esa nación. Y fue allí donde calzó la advertencia de Takaichi sobre que una acción china contra Taiwán podría considerarse una amenaza, lo que desencadenó la tormenta.
Una tormenta que también se amplificó en las últimas horas cuando bombarderos estratégicos de EE.UU. se unieron a una flota de aviones de combate japoneses en un ejercicio militar conjunto donde participaron dos B-52 estadounidenses y F-35 y F-15 nipones japoneses realizaron sus ejercicios de vuelo conjuntos cerca del espacio aéreo occidental de Japón, sobre las aguas entre el país y Corea del Sur. El operativo tuvo lugar un día después de que bombarderos chinos y rusos volaran juntos sobre el Oeste de Japón: dos bombarderos estratégicos rusos Tu-95 habían volado desde el espacio aéreo al Este de la península de Corea y se unieron a un par de bombarderos chinos H-6 sobre el Mar de China Oriental para un vuelo conjunto hacia el Pacífico frente a la costa sur de la isla Shikoku de Japón.
Eso desató la respuesta de Tokio con el despliegue de aviones de combate, aunque sin violaciones al espacio aéreo chino. La escalada también se disparó después de que aviones militares chinos fijaran sus radares en aviones japoneses el sábado, otro incidente que ha agravado aún más las relaciones entre ambas potencias.
Ante semejante cuadro de tensiones el ministro de Defensa japonés, Shinjiro Koizumi, y su homólogo estadounidense, Pete Hegseth, mantuvieron conversaciones telefónicas sobre la "cada vez más grave situación de seguridad en la región del Indopacífico, incluido el incidente del radar. Las acciones de China no contribuyen a la paz y la estabilidad regionales", señalaron desde el gobierno nipón. Por eso Japón potenció sus misiones de vigilancia y monitoreo en el espacio aéreo y las aguas que rodean a su país. Y en ese marco se dio la acción conjunta con la Fuerza Aérea de EE.UU.
El Estado Mayor Conjunto nipón señaló que "el ambiente de seguridad que rodea a nuestro país se está volviendo aún más severo", y que por eso Japón y EE.UU. “reafirmaron la firme determinación de prevenir intentos unilaterales de cambiar el status quo por la fuerza y la preparación entre las SDF y las fuerzas estadounidenses”. Washington, por su parte, destacó su alianza “inquebrantable” con Tokio y afirmó que el incidente no “favorecía la paz y la estabilidad regionales”.
Así, las relaciones entre Japón y China se han deteriorado como no ocurría en mucho tiempo, aumentando la posibilidad de un conflicto bélico muy peligroso. Un conflicto entre dos de las más fuertes potencias del Mundo, en lo económico y en lo militar. Dos potencias que se amenazan mutuamente, con el apoyo -cada una- de otras megas potencias aliadas, que juegan su propio juego: EE.UU. y Rusia. Demasiadas manos metidas en el conflicto que faltaba.






