La desaparición y asesinato del periodista británico Dom Phillips y el indigenista Bruno Pereira en la Amazonia revela el accionar de grupos criminales que operan en la selva y que tienen como principales víctimas a las tribus locales. Pescadores y cazadores ilegales, madereros que desforestan, mineros y narcos persiguen a los pueblos originarios y a quienes los defienden. Todo eso en un escenario en el que el presidente tiene sus responsabilidades.
Por Gabriel Michi
Ningún hecho, por grave que sea, puede ser entendido fuera de su contexto. Y la desaparición y el asesinato del periodista británico Dom Phillips y del indigenista brasileño Bruno Ribeiro Pereira, no parecen ser la excepción. Ocurren en la "Era Bolsonaro", aquella que tiene un Presidente que defendió la sobreexplotación de la Amazonia. Y, con eso, parece haberle dado vía libre a las interpretaciones más laxas para que se sientan fortalecidas las distintas mafias que hace años operan en la zona. Esas mafias que persiguen a los habitantes legítimos de ese pulmón de la Humanidad que es la selva amazónica y que pretenden quedarse con esas tierras y despojar a los pueblos originarios, a la vez que atacan a quienes los defienden. En ese accionar delictivo confluyen pescadores ilegales, cazadores furtivos, madereros que desforestan sin control toda esa región, mineros en busca de oro en los ríos y hasta narcotraficantes que aprovechan lo dificultoso de ese territorio para ingresar drogas desde Perú y Colombia. En esas ambiciones no dejan delito por cometer. Incluso asesinatos como el que hoy sacuden a Brasil (y al mundo) de Phillips y Pereira.
El periodista y el antropólogo (que le oficiaba de guía) habían desaparecido el pasado 5 de junio. Fueron días de angustia para sus familias y colegas. Como también para las propias tribus autóctonas (10 de ellas son "no contactadas") que salieron a buscar y reclamar por los dos desaparecidos que se habían acercado hasta allí para retratar los ataques que reciben de quienes quieren echarlos de sus tierras. Finalmente uno de los sospechosos detenidos, Amarildo da Costa Oliveira, alias "Pelado", confesó el asesinato -cometido junto a su hermano Oseney, también preso- e indicó el inhóspito lugar donde enterraron los cuerpos. Aún buscan a otros tres sospechosos que habían participado del asesinato de los dos activistas, ocurrido en el Río Itaquaí (uno de los afluentes del Amazonas), cerca de la localidad de San Rafael. Luego de perseguirlos, les dispararon en reiteradas ocasiones, de lancha a lancha, hasta acabar con sus vidas. Luego trasladaron los cuerpos 3,1 kilómetros hacia adentro de la selva, hasta enterrarlos en un lugar inaccesible.
Ese "lejano oeste brasileño" es uno de los lugares más inexplorados del Planeta y la falta de un Estado presente ha permitido que esas mafias se multipliquen dejando incontables víctimas en su camino. Víctimas humanas y la propia naturaleza. El Vale do Javarí, epicentro del avance del crimen organizado que avanza sobre tierras indígenas, está cerca de la frontera con Perú y por allí transitan grupos narcos que llevan por río las cargas de cocaínas provenientes de ese país y de Colombia.
Bruno Ribeiro Pereira, de 41 años, era funcionario en licencia del órgano federal de protección indígena FUNAI que trabajaba para la entidad Unión de Pueblos de Indígenas del Vale do Javarí, en el Estado de Amazonas. Previamente había sido amenazado de muerte por uno de los detenidos, el propio Amarildo da Costa Oliveira, participante activo de una organización de la pesca ilegal que afecta los recursos de las tribus del lugar. Hablaba cuatro lenguas indígenas y estaba enfrentado con el bolsonarismo que en 2019 lo echó de un cargo por haber participado en una protesta contra los "garimpeiros", los buscadores ilegales de oro que, un año antes, fueron defendidos por el Presidente durante la campaña electoral. Quien sacó de su cargo a Ribeiro Pereira fue el ex ministro y ex juez Sergio Moro, por orden de Jair Bolsonaro.
En tanto, Dom Phillips, de 57 años, era hace más de 15 años corresponsal en Brasil y colaborador del diario británico The Guardian en Río de Janeiro. En los últimos años se mudó a Salvador, Bahía, donde daba clases de inglés en favelas y planificaba escribir un libro para proteger el Amazonas, razón por la que estaba en el Vale do Javarí junto con Ribeiro Pereira, el mayor experto en el tema.
En los días en que los dos hombres estuvieron desaparecidos, Jair Bolsonaro hizo de las suyas. Con declaraciones altisonantes y con cero empatía para las familias que estaban sufriendo, aseguró -por ejemplo- que el periodista británico "era mal visto" porque hacía artículos contra la minería ilegal y la cuestión ambiental. "Ese inglés era mal visto en la región. Porque hacía muchas notas contra 'garimpeiros' (buscadores de oro ilegales en tierras indígenas), de la cuestión ambiental. Entonces en esa zona muy inhóspita mucha gente no gustaba de él. Debería haber redoblado la atención y resolvió hacer una excursión", dijo Bolsonaro.
También señaló: "Si los mataron los dos están bajo el agua y poco sobrará de ellos, Dios no quiera que eso haya pasado. Los dos resolvieron entrar en un área completamente inhóspita solos, sin seguridad y ocurrió el problema. Desde el primer día estamos buscando sin éxito. Es muy temerario ir allí sin estar preparados físicamente". Con eso coronó su nada empática postura sobre el tema en la que ya en los primeros días de la desaparición del periodista y el antropólogo había calificado su misión como una "aventura no recomendable" y señaló que que pudieron haber sido "ejecutados".
Los choques de Bolsonaro con Phillips databan de 2019, cuando el Presidente brasileño brindó su primera y única conferencia de prensa ante la prensa extranjera en el Palacio del Planalto. Allí, sentado al lado del primer mandatario en un desayuno, el periodista inglés le preguntó sobre el impacto internacional de la devastación amazónica brasileña. Molesto por la pregunta, Bolsonaro le respondió que la "Amazonia es nuestra, no de ustedes", algo similar a lo que le había dicho con vehemencia a Emmanuel Macron, cuando el presidente francés lo criticó por su política de sobreexplotación de ese ecosistema.
Las posturas de Bolsonaro sobre la explotación de la Amazonia no son nuevas. En la campaña electoral de 2018, no sólo defendió a los "garimpeiros" sino que pidió mejores condiciones legales para ellos. Pese a que distintos informes privados y oficiales indicaban que en aldeas (como Yanomami en el Estado de Roraima, fronterizo con Venezuela), la actividad de esta "minería artesanal" contaminó con mercurio el agua de la cuenca amazónica. Algo que pone en peligro la subsistencia de los pueblos originarios del lugar. Pero no sólo por la propia contaminación que genera. Sino también por la desforestación que propicia. De acuerdo s la ONG Mapbiomas, entre 2010 y 2020, el área ocupada por la minería dentro de reservas indígenas creció un 495 %, afectando principalmente a las etnias Kayapó y Mundurukú, en el Estado de Pará, y la Yanomami en los Estados de Amazonas y Roraima.
También Bolsonaro tuvo acciones que potenciaron la desforestación de esa región y afectaron su biodiversidad. De hecho, Alexandre Saraiva, un comisario de la Policía Federal de Manaos, fue echado de su cargo por encabezar la mayor confiscación de madera extraída ilegalmente. Esta semana, Saraiva de denunció que existe un bloque de parlamentarios bolsonaristas que forman parte de una organización criminal, que permite delitos ambientales y contra las comunidades indígenas en la Amazonia.
En 2021, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales brasileño (INPE) publicó un informe en el que denunció la mayor deforestación en 15 años de la selva amazónica, la más grande al nivel mundial. Los expertos alertaron de las acciones contraproducentes del gobierno de Jair Bolsonaro frente al manejo de una situación que podría tener impactos ecológicos sin precedentes al nivel mundial. Los datos revelados son dramáticos: Amazonia perdió 13.235 kilómetros cuadrados de cobertura vegetal entre agosto de 2020 y julio de 2021. Un equivalente a casi 17 veces el tamaño de la ciudad de Nueva York y alcanzando áreas similares a Montenegro, superando tamaño de países como Qatar, Jamaica o Kosovo. En 2021 la tala de árboles se incrementó un 22%, superando las cifras de los años pasados. Con eso no sólo se afecta a la propia naturaleza, sino que se destruye el hábitat de las tribus que viven allí. Algo que también formaba parte del trabajo investigativo que estaban realizando Phillips y Pereira.
A la invasión sin control de la minería y de la industria maderera que vienen raleando la selva amazónica y jaqueando la vida de los pueblos originarios, se suman los constantes avances de los cazadores furtivos y los pescadores ilegales. Dentro de este grupo se inscriben los victimarios del periodista y el indigenista. Los mismos que, en procura de mantener impunes sus actividades ilícitas, silenciaron a quienes los denunciaban. Cometieron uno de los crímenes más terribles contra defensores de los defensores de los Derechos Humanos que resultaban un "obstáculo" para sus ataques a las tribus autóctonas y sus intereses mezquinos. Quizás envalentonados con un clima de época. Un clima de época donde estas mafias se sienten a sus anchas. En la "Era Bolsonaro",
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