En Shanghai, la ciudad más importante del país, aplican una política de confinamiento total, con testeos masivos a los 26 millones de habitantes, separación de los niños de sus padres si han dado positivo y hasta detenciones. Sin embargo, los contagios se multiplican. Hay denuncias de falta de alimentos y medicamentos y se dispararon los saqueos a comercios.
Por Gabriel Michi

Una ciudad fantasma. De una población similar a la de un país. 26 millones de personas en cuarentena estricta hace más de tres semanas. Sin poder salir de sus casas. Siendo sometidas a testeos permanentes. Con niños que, si dan positivo de COVID 19, son separados de sus padres y llevados a centros especiales. Y con la amenaza de que aquel ciudadano que no cumpla con el aislamiento extremo, hasta puede terminar en prisión. Hay perros robots que recorren las desiertas calles de Shanghai alertando, a través de megáfonos, que aquel que viole las medidas dispuestas por el gobierno puede sufrir consecuencias. Y los controles van puerta a puerta. La política de "tolrancia cero" aplicada en China y en particular en su principal ciudad, es conocida como "Cero COVID".
Sin embargo, pese a este panorama tan estricto, los contagios se disparan día a día. Y la variante Ómicron, con sus diferentes linajes, no deja de provocar estragos. Nunca en Shanghai, como en toda China, tuvieron esta cantidad de casos de Coronavirus. Jamás desde el inicio de la Pandemia que se originó justamente en este país, allá por noviembre de 2019 en Wuhan. Si bien se señala que hay en promedio entre 900 y 1.000 casos sintomáticos diarios en la última semana, el número total de "positivos" -sumados los asintomáticos- que se registraron por jornada llegó a superar los 26.000.
Cada 24 horas, con cada nuevo registro, los contagios aumentan. Así desde hace días. Pese al rigor marcial que las autoridades vienen aplicando. Shanghai aparece con sus calles vacías y el impacto en uno de los centros financieros más importantes de todo el Planeta parece devastador. No sólo por las consecuencias económicas que esto está produciendo, sino también porque la vida de las personas está jaqueada por este confinamiento. A tal punto que en las últimas horas arreciaron las protestas, con gritos desde los edificios en los que los vecinos denunciaban que se quedaron sin alimentos o sin medicamentos. Pese a que el Estado se comprometió a llevar casa por casa lo indispensable para asistir a quienes más lo necesitan. Sin embargo, la situación explotó el último fin de semana y muchos salieron a la calle a protestar e incluso a saquear comercios. Aún con el temor que genera la mano de hierro de las autoridades.
Pese al enorme control que el Estado chino y las administraciones locales ejercen sobre Shanghai, poniendo bajo custodia y hasta deteniendo a quienes no cumplen con el aislamiento, yendo casa por casa para testear a toda la población, poniendo postas sanitarias por toda la metrópolis, nada parece frenar esta ola de contagios. Ni siquiera la planificación y estratificación que han hecho, dividiendo en tres categorías de diferentes grados de riesgo, para que, por ejemplo, aquellos barrios sin casos positivos puedan ir volviendo a la normalidad y los otros continúen con la cuarentena total.
En ese sentido, para mantener un rigor y control más detallado, Shanghai fue dividida en tres tipos de sectores: 7.624 áreas que aún están completamente cerradas, 2.460 que no tienen mayores restricciones ya que no se han detectados nuevos casos en una semana y otras 7.565 figuran como “áreas de prevención” que serán abiertas en dos semanas siempre y cuando no registren ningún caso positivo en ese período.
El grado de supervisión estatal es tal que los denominados "comités vecinales" llegaron a sellar con candados y cadenas de bicicletas las puertas de las casas y edificio para obligar a una confinación extrema a los ocupantes de cada hogar. Y el cierre de esta ciudad no es sólo hacia adentro: se frenaron todos los vuelos internacionales, lo que está produciendo un costo económico fenomenal a este centro financiero de peso mundial y que es, de hecho, la capital comercial de China.
El preámbulo de este lockdown total estuvo representado por escenas apocalípticas y dantescas, con miles de personas peleando por los últimos productos en los comercios y supermercados, para garantizarse las provisiones necesarias para lo que suponían una cuarentena estricta, aunque no tan extensa. Por eso, ahora explotan las protestas y hasta los saqueos en algunos lugares. Lo que habían acaparado y lo que les suministra el Estado no alcanza para hacer frente a tantos días de encierro. Y cada día, a medida que avanzan los test masivos, los ciudadanos imploran que tanto ellos como sus vecinos inmediatos no estén contagiados. La sola idea de que les pongan el sello de "confinados", "bajo control" y "en precaución", los aterroriza.
Así, la política de "tolerancia cero" o "Cero COVID" mantiene a los millones de habitantes de Shanghai en vilo. Encerrados como en los momentos iniciales de la Pandemia, cuando no había vacunas y el fantasma del Coronavirus (con sus desconocidos alcances) se empezaba a extender por todo el Mundo. Partiendo de ese país, China, que hoy pretende neutralizar al virus con su población puertas adentro. Aunque por ahora no le está resultando.
Comentarios