En el Mundo se batió el récord de más de 100 millones de desplazados. La invasión de Rusia a Ucrania empujó la cifra, con más de 6 millones de nuevos exiliados. Pero no es el único caso. Otros conflictos, violencias, miserias, persecuciones y crisis ambientales, contribuyen a que el desastre humanitario se traduzca en migraciones forzadas, internas y externas.
Por Gabriel Michi
Ocurre en Europa, con los millones de ucranianos que se alejaron de los bombardeos rusos en apenas 3 meses. Pero no es el único caso. Se da también en la frontera de los Estados Unidos, con decenas de miles de centroamericanos intentando cruzarla. O con los millones que debieron huir de Medio Oriente, Asia o África, con esa diáspora que los lleva a tener que escapar de sus tierras para salvar, ni más ni menos, sus propias vidas. Su futuro. Guerras despiadadas, violencia extrema, miserias invivibles, persecuciones políticas o religiosas y hasta los efectos del cambio climático (con desastres naturales de todo tipo) son algunos de los factores que llevan a estas personas a dejar todo atrás, sus hogares, sus historias y hasta sus familias, en busca de un horizonte al menos un poco más esperanzador. Aunque muchas veces no lo alcancen, muchos queden en el camino y suelan caer en manos de brutales redes de tratan de personas. En ese cuadro, por primera vez desde que hay registro, el Mundo superó los 100 millones de personas que se tuvieron que refugiar fuera de los países donde vivían o debieron abandonar sus ciudades para desplazarse hacia otras zonas más seguras dentro de la misma nación.
Según Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR): "El número de personas forzadas en huir de los conflictos, de la violencia, de los atropellos a los Derechos Humanos y de la persecución, superó por primera vez el asombroso límite de los 100 millones, impulsado por la guerra de Ucrania y otros conflictos mortales". El documento agrega: "La cifra de 100 millones es alarmante, preocupante y aleccionadora. Es una cifra a la que nunca se debería de haber llegado."
Con esa cifra se superó el récord de fines de 2021 que establecía que eran 90 millones los desterrados. Estos 100 millones que hoy tuvieron que dejar sus hogares representan el 1,33% de la población mundial. Sólo 13 países en todo el Planeta superan ese número de población. En esa desesperante cifras se incluye a los refugiados, a los solicitantes de asilo y también a 50 millones de desplazados internos. Este cuadro se vuelve aún más dramático si se tiene en cuenta que, según ACNUR, hay al menos 20 países que rechazan de manera sistemática dar acogida a los asilados. En algunos casos usan excusas vinculadas a la Pandemia del COVID 19.
Si bien hoy las miradas del Mundo están depositadas en lo que ocurre con los desplazados ucranianos era sangría se viene repitiendo, con mucha menos visibilidad, en países sumergidos en la violencia desde hace años. Por ejemplo en Afganistán, donde el regreso de los talibanes al poder, también acentuó esa fuga humanitaria. Y se extiende a realidades en varios países africanos como Etiopía, Burkina Faso, Nigeria y República Democrática del Congo. Pero no hay de olvidar lo que precedió a esta crisis actual: la guerras en Siria e Irak. Como tampoco la enorme (y permanente) sangría de mexicanos y centroamericanos hacia los Estados Unidos.
Para graficarlo en el caso más conocido de los últimos tiempos, antes del inicio de la invasión rusa, Ucrania tenía 37 millones de habitantes (excluyendo Crimea y las regiones separatistas del Donbass) y hoy tendría unos 6 millones menos que huyeron a través de sus fronteras. Si a eso se suma que otros 8 millones debieron dejar sus hogares en las zonas bombardeadas (sobre todo del Este y el Sur) hacia otras ciudades del país, en total ya habría alrededor de 14 millones de desplazados. En tan sólo tres meses. Y hay que estar atentos porque lo que puede sobrevenir en Europa (principal receptor de los ucranianos desterrados) es una enorme crisis humanitaria ya que deberán afrontar una situación extrema que explotó en muy poco tiempo y que pone en tensión sus economías, su educación, sus sistemas de salud y hasta incrementa las posibilidades de que aparezcan más brotes xenofóbicos.
"Somos testigos de una pandemia sin precedentes de sufrimiento humano", observó el secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, Jan Egeland, quien denunció la falta de acción de los responsables políticos que "traicionan a los más desfavorecidos del mundo a un nivel nunca visto". Y advirtió que el sistema de ayuda internacional se encuentra colapsado y que no podrá responder "sin recursos suplementarios" a las necesidades de este récord de 100 millones de personas desplazados.
Estos destierros son inhumanos e injustos. Pero son, para muchos, la única alternativa para seguir viviendo. A veces logran poner pie y ser bien recibidos en sus nuevos destinos. Pero sólo a veces. En la mayoría de las ocasiones son perseguidos, humillados y hasta deportados. La paradoja es que esos países que los rechazan, son las mismas potencias que expoliaron los recursos de sus países, que sostuvieron a gobiernos y dictaduras corruptas (que les facilitaban esas conductas) y que generaron las condiciones para que esos ciudadanos deban escapar en busca de un futuro. O sea, los mismos que hoy los rechazan son los que generaron que tengan que emigrar. Y así, el número de desterrados crece y crece. Y hoy llega a los 100 millones de sufrientes. De desplazados que padecen el dolor de abandonar su propia historia. Y de dejar atrás su hogar. Su vida. Sus sueños. Su identidad. Su tierra.
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