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El dilema de reconstruir los hogares cuando los huracanes los destruyen una y otra vez

Actualizado: 7 oct 2024

Pobladores de la zona del Big Bend de Florida (EE.UU.) vieron cómo sus casas fueron arrasadas tres veces en 13 meses. Hoy ya no saben si quedarse o abandonar todo.


Por Gabriel Michi



Una vez. Dos veces. Tres veces. En apenas 13 meses. Eso es lo que sufrieron algunos habitantes del Estado de Florida, EE.UU. por el paso repetido de los huracanas: sus hogares fueron destruidos en tres oportunidades en poco más de un año. Primero fue Idalia (en agosto de 2023), luego Debby (en agosto de 2024) y ahora Helene (en septiembre de 2024). Después del paso de los dos anteriores muchos habitantes de la Costa del Golfo de Florida, reconstruyeron sus casas con la esperanza de que algo así no podría repetirse y que no podrían tener tanta mala suerte. Luego de Idalia, estas personas rearmaron sus hogares desde los cimientos; pero un año después llegó Debby y se llevó todo lo construido. Y cuando comenzaban a reorganizarse no tuvieron respiros y llegó Helene, que tuvo una impronta destructiva que incluso se llevó la vida de más de 120 personas. Ahora quienes se enfrentaron a esas pérdidas de sus casas se plantean si vale la pena reconstruir una vez más sus hogares o si deben resignarse a dejar atrás sus sueños y hasta su historia familiar y mudarse lejos de esas playas de arenas blancas hacia un destino más seguro donde los huracanes no sean una amenaza o aunque sea que no de manera tan frecuente. Ese es el dilema que hoy afrontan.


Eso ocurre, por ejemplo, con habitantes de la región del Big Bend de Florida, donde la península se une al resto del continente. Allí en una zona de 80 kilómetros de costa (de los más de 13.500 que tiene el Estado) los tres huracanes en cuestión generaron verdaderos estragos. Ese fue el caso de la familia Hiers que vive en la pequeña localidad pesquera de Horseshoe Beach, que cuentan que hace apenas un mes había abandonado el remolque de emergencia proporcionado por el Estado donde su familia había vivido desde que el huracán Idalia impactó allí en agosto de 2023 y destruyó su casa. En las últimas semanas venían ultimando la instalación eléctrica en la casa que ellos mismos habían reconstruido con tanto esfuerzo, gastando todos sus ahorros. El huracán Helene terminó de arrancar la nueva construcción de sus pilotes de 1,2 metros de alto y la arrastró flotando hasta el patio de un vecino. Los Hiers eran de esas personas que estaban convencidas de que la tragedia climática no se podría repetir. Pero ocurrió. “Uno siempre piensa: ‘No hay forma de que vuelva a ocurrir’. No sé si alguien ha experimentado esto alguna vez en la historia de los huracanes”, señaló Brooke Hiers a la agencia AP, a lo que agregó que ya se quedó sin adjetivos para describir lo que están transitando: He intentado utilizarlos todos. Catastrófico. Devastador. Desgarrador... nada de eso explica lo que pasó aquí”.


Pero no es un caso único. Muchos habitantes de Big Bend de Florida están teniendo que enfrentar una situación económica muy complicada por los repetidos impactos de os huracanes que también han aumentado contundentemente sus costos de vida -y en particular los precios de los seguros- en un área que es asediada por tormentas que, según los investigadores, se están volviendo más fuertes debido al cambio climático. Eso hace pensar que la situación tenderá a agravarse aún más.



El tema de los seguros hogareños en zonas propensas a inundaciones y huracanes es un problema en si mismo, porque en muchos casos o son impagables o directamente no lo cubren. Por eso muchos de los residentes de esas áreas debieron gastar los ahorros de toda su vida para reconstruir sus hogares y después ver cómo lo perdían todo cuando llegaba en muy poco tiempo un nuevo huracán. Y ese nuevo escenario y trágico escenario los encuentra sin ninguna reservas monetarias para poder encarar otra reconstrucción. Y ni hablar de una tercera, como los que puede generar lo que dejó el paso arrasador de Helene. Frente a esa desesperante situación muchas familias están analizando décadas de historias familiares que se afincaron en esos lugares tan elegidos para los "retiros" o las jubilaciones, o como se suele decir, en el "atardecer dorado". Aunque saben que abandonar esas comunidades tiene un elevado costo económico y emocional. Pero la otra opción es permanecer allí, intentar rearmar sus hogares pese a las malas experiencias y los exponenciales riesgos y hacerlo pagando decenas de miles de dólares para levantar nuevamente sus casas sobre los pilotes exigidos por los códigos de construcción dadas las inestables condiciones de los terrenos costeros. Algunos están optando por mudarse a casas rodantes algo que les permitiría quedarse en esos distritos y alejarse ante el peligro de nuevos huracanes. Mientras tanto, hoy muchos de los afectados están viviendo en casas de amigos o familiares. Y, en los casos más extremos, quienes no tienen esas posibilidades están durmiendo en autos e incluso en los restos de algunas de esas casas que fueron derrumbadas por las mega tormentas.


Si bien la zona de Big Bend no tiene mucha población estable es muy conocida por sus imponentes bosques de pinos y sus extendidos marismas. La naturaleza es lo que domina todo y ha logrado zafar de los condominios, campos de golf y centros comerciales tan comunes en gran parte del Estado de Florida. Pero el paso repetido de los huracanes sacudió a su población que muchas veces hoy ve esfumarse su futuro junto a la destrucción de sus hogares. De hecho, Helene fue feroz y algunos residentes ni siquiera les quedó una casa para limpiar los escombros: no quedó nada, se llevó absolutamente todo. Es más, como fue tan devastadora esa tormenta, hubo gente que se quedó sin casa y sin trabajo, porque también arrasó comercios, industrias, puertos y lugares de vacaciones.


Y todo eso se suma a que este tercer huracán los golpea después de los estragos de los anteriores, que incluso obligaron al cierre de fábricas y emprendimientos de todo tipo, aumentando el desempleo en la zona. Por ejemplo, el año pasado fueron despedidos los trabajadores del aserradero y la fábrica de papel, dos importantes fuentes de empleo en la zona, por el desastre dejado por Idalia. las vueltas de la vida hicieron que esas estructuras que albergaron a aquellos emprendimientos hoy se hayan reconvertido a la fuerza en centros de ayuda para la distribución de víveres para los afectados de Helene. La fábrica cerrada de la ciudad de Perry se transformó así en un campamento de asistencia a los damnificados. Y hay casos que generan un impacto especial: Hud Lilliott trabajó como empleado de una de esas fábrica durante 28 años, antes de perder su trabajo y ahora su casa frente al canal en Dekle Beach. Hoy Lilliott y su esposa Laurie esperan reconstruir su casa allí, pero no saben cómo lo pagarán.


En el medio, los condados locales ven cómo sus ingresos impositivos desaparecen y con eso tiembla toda su estructura administrativa. Pero lo que más preocupa es qué pasará con las personas que no quieren (ni pueden) soportar una nueva tragedia como la que vivieron. Y mucho menos dos. Y ni hablar de tres. Por eso se enfrentar al mayor dilema de sus vidas: reconstruir una vez más sus hogares o dejarse vencer por la naturaleza -empujada por el cambio climático- y resignarse con dejar todo atrás. Esa es la cuestión.



Helene fue un huracán muy destructivo que dejó al menos 120 muertos en varios Estados de EE.UU.

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