Los niños ucranianos vuelven a las aulas que quedaron en pie, por primera vez desde el inicio de la invasión rusa. Les enseñan cómo refugiarse en caso de un bombardeo. En Rusia, en tanto, les dan clases de patriotismo, incluso en los territorios ocupados por ellos en Ucrania.
Por Gabriel Michi
Cualquier guerra atraviesa todos los escenarios. Está omnipresente en aquellos países donde se disputa. En las trincheras, en los campos de batalla, en las calles, en las fronteras, en la vida cotidiana. Y también en las aulas. Desde el 24 de febrero pasado, cuando comenzó la invasión rusa, en Ucrania no hubo más clases. El temor de que alguna bomba cayera sobre cualquier escuela -como de hecho pasó- llevó a que preventivamente se suspendieran las cursadas. Y los niños -por lo menos aquellos que no escaparon del país junto a sus madres- permanecieron en sus casas. Muchos colegios quedaron reducidos a escombros, sobre todo en la parte Este del país. Y, en el Oeste más alejado de los combates, se convirtieron en refugios improvisados de los que emigraron desde la parte oriental. Ahora, por primera vez después de seis meses de conflicto bélico, los estudiantes ucranianos vuelven a las aulas, impactados y atravesados por infinidad de postales y realidades que muestran que la guerra siga latiendo su furia de muerte y destrucción. Como una paradoja del destino -aunque no tanto por la coincidencia del año escolar con el fin del verano en el Hemisferio Norte- también regresan a las clases del otro lado de la frontera. Los alumnos rusos se adentran en las aulas, claro que sin tanto tiempo de ausencia ni tampoco con vestigios inmediatos que los remitan a las instantáneas más desgarradoras de la guerra.
En el caso de Ucrania, ya no resuenan las campanas. A lo sumo, cada tanto lo que se escuchan son las sirenas. Eso ocurre particularmente en el Este, que sigue bajo combate. Allí muchos alumnos debieron buscar un nuevo colegio porque del suyo no quedó nada. Otros ocupan alguna aula que milagrosamente se mantuvo en pie, mientras que el resto sólo es escombros. Y sus miradas se pierden cuando ven semejante desolación.
A los chicos ucranianos se les va a enseñar todo lo que figura en las currículas. Pero habrá algunos anexos especiales. Aquellos que remiten a la supervivencia. Por ejemplo, lo que tiene que ver con qué hacer cuando empiezan a sonar esas sirenas y cómo actuar en los refugios antibombas que en muchos casos están en el subsuelo de los propios establecimientos educativos. "En el momento en que el sistema de alerta antiaérea empiece a funcionar, debemos interrumpir toda actividad en cualquier circunstancia; ya sea comer, pasear o ir a clase", explica el profesor Mykhaylo Aliokhin. "Nuestro personal ha recibido formación para un evento de este tipo, tenemos que reunir a nuestros equipos y todas las clases tienen que tomar dos rutas de evacuación hacia los refugios", concluye. Esos búnkeres van a tener provisiones para resistir al menos dos días. Y está alistado el personal médico y los psicólogos ante cualquier emergencia.
Antes de la guerra, en 2021, en Ucrania había 4,2 millones de estudiantes en los colegios. Hoy son mucho menos por los niños y jóvenes que abandonaron el país, sin contar a los que lamentablemente murieron por los ataques. Según UNICEF más de dos millones de menores de edad dejaron la nación y tres millones se desplazaran internamente, lo que genera una mayor concentración en los establecimientos de esas regiones consideradas más seguras. La mitad de las 23.000 escuelas de Ucrania cuentan con un búnker equipado para dar clases presenciales. En aquellos colegios donde no los tengan, seguirán con clases virtuales. Vale decir que, según el Ministerio de Educación ucraniano, alrededor de 2.135 fueron dañadas por los bombardeos rusos.
Del otro lado de la frontera la situación es bastante distinta porque las bombas no cayeron por allí. En los lugares más distantes del frente de combate casi no hay elementos que hagan suponer que ese país está en guerra. Pero en Rusia las autoridades le han impreso su sello de nacionalismo a la formalidad y también a la currícula. Ahora el izado de la bandera rusa se volvió una obligación en todas las escuelas del país. Y cada semana se les dará a los alumnos una clase sobre "educación patriótica". Esa modalidad se aplicará además en las escuelas ucranianas que están en territorios hoy conquistados por los rusos. En esos lugares también vuelven las clases pese a que los combates están a la orden del día.
Es tal la importancia que el Kremlin le asigna a esa "educación patriótica" que el propio presidente Vladimir Putin se ocupó del asunto. En una reunión con alumnos en el enclave báltico de Kaliningrado, les dijo que en sus tiempos como agente de la KGB aprendió que el principal valor en la vida es "servir a la patria" sin esperar nada a cambio. Y por eso consideró que hay que editar libros de historia con información "fidedigna", como que Ucrania "nunca" tuvo su propio Estado hasta la creación de la Unión Soviética. También hizo un llamamiento a que toda la sociedad rusa apoye la denominada "operación militar especial".
En todas las escuelas de Rusia se dictará una materia, bajo el título "Hablando de lo importante", donde se abordará el tema de la guerra con Ucrania, con contenido teñido de ese nacionalismo con el que desde el Ministerio de Educación se pretende formar a los chicos en este asunto. En esa media hora los tutores deben "fomentar el orgullo nacional" y estará presente una reivindicación de la actual campaña militar, con textos, vídeos y canciones. Los profesores deben presentar testimonios de combatientes, de forma que los alumnos entiendan que "los militares de Rusia son héroes" y que "los residentes en las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk son rusos y, por tanto, es importante que vuelvan con Rusia".
Esa política despertó críticas no sólo de la oposición a Putin. De hecho, dos organizaciones de profesores instaron a los padres de alumnos a boicotear lo que llamaron abiertamente "proyecto ideológico" del Kremlin, ya que promueve que el principal ideal para un ruso es servir a la patria, "a menudo con las armas en las manos". Y sostienen que esas instrucciones emanadas desde el poder central chocan con la legislación vigente ya que está prohibida "cualquier propaganda política en las escuelas".
Como se dijo, ese disciplinamiento "patriótico" no sólo estará presente en todas las escuelas rusas sino también en aquellos establecimientos (unos 1.300) que se levantan dentro de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk (en la región del Donbás), territorios que están en guerra con el gobierno central de Ucrania desde 2014. Pero también se dará en aquellas regiones ucranianas ocupadas por las tropas rusas Jarkov, Jersón y Zaporiyia, esta última que está en la mirada del Mundo por el riesgo que existe por los combates que se disputan cerca de la central nuclear más importante de Europa. En esos territorios ocupados se seguirá dictando la lengua ucraniana, pero se editarán nuevos manuales de estudios, más afines a los intereses rusos. Ucrania considera que la "rusificación" de las escuelas son el primer paso para la anexión final de esos territorios, por lo que el gobierno de Volodymyr Zelensky les está exigiendo a los docentes que mantengan el programa de estudio ucraniano e incluso llegó a amenazarlos con consecuencias penales en caso de reconquistar esos territorios.
Así la guerra llegó a las aulas. De un lado y del otro de la frontera. En las escuelas de Ucrania y de Rusia. Y con realidades completamente diferente. Pero con un denominador común: los niños vuelven a ser víctimas inocentes de los errores de los adultos. Sobre todo de los que detentan el poder. Esos que jamás aprenden la lección.
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