Alexei Navalny, el máximo opositor al gobierno ruso, falleció en una cárcel cerca del Polo Norte. Se desconocen los motivos. Se suma al final de otros enemigos del líder del Kremlin.
Por Gabriel Michi
La noticia impacta al mundo. Si bien el gobierno de Rusia intenta ahuyentar fantasmas y hablar de una muerte natural, desde Occidente las sospechas crecen. El fallecimiento del referente opositor ruso más importante, Alexei Nalvany, mientras cumplía sentencia en una cárcel cercana al Círculo Polar Ártico, generó todo tipo de suspicacias. Según la información oficial, Navalny -de 47 años- murió tras sufrir un colapso y perder el conocimiento en la colonia penal colonia penal IK-3 en Kharp, a unos 1.900 kilómetros al noreste de Moscú. El Servicio Penitenciario Federal del Distrito Autónomo de Yamalo-Nenets dijo en un comunicado que Navalny "se sentía mal" después de un paseo por el penal. Fue entonces cuando habría perdido el conocimiento. "El personal médico de la institución acudió inmediatamente y se llamó a una ambulancia. Se llevaron a cabo todas las medidas de reanimación necesarias, que no dieron resultados positivos. Los médicos de la ambulancia constataron la muerte del preso", señalaron las autoridades penitenciarias. Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, "aún se están estableciendo las causas de la muerte".
Enseguida las dudas y los sospechas comenzaron a ganar terreno. La primera reacción de la esposa de Navalny, Yulia Navalnaya, fue poner en duda sobre la muerte de su marido: "Putin y su Gobierno están mintiendo constantemente". Y continuó: "No sé si deberíamos creer en la terrible noticia que recibimos. La noticia solo es de los medios oficiales. No podemos creer en Putin y su Gobierno, que están mintiendo constantemente", declaró en una Conferencia de Seguridad celebrada en Munich. Desde la Casa Blanca, el asesor de Seguridad Nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, añadió que "el largo y sórdido" historial del Kremlin acosando a sus opositores "despierta reales y obvias preguntas acerca de lo que pasó aquí".
Por su parte, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky señaló: "Es muy lamentable que Alexei Navalny haya muerto en prisión. Para mí es obvio: fue asesinado". El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, se mostró "conmocionado" por la muerte de Navalny y afirmó: "A la espera de más información, seamos claros: esto es responsabilidad exclusiva de Putin". La presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen manifestó que el deceso es "un sombrío recordatorio de lo que son Putin y su régimen (…) No teme a nada tanto como a la disidencia de su propio pueblo" y sostuvo sentirse "profundamente consternada y entristecida".
Dmitry Muratov, director de un periódico ruso y Premio Nobel de la Paz, calificó la muerte de "asesinato" y aseveró que creía que las condiciones de la prisión habían provocado la caída de Navalny. Por su parte, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Stephane Sejourne, señaló: “Alexei Navalny pagó con su vida su resistencia a un sistema de opresión. Su muerte en una colonia penal nos recuerda la realidad del régimen de Vladimir Putin. A su familia, a sus seres queridos y al pueblo ruso, Francia presenta sus condolencias". En tanto, el ministro sueco de Asuntos Exteriores Tobías Billström, escribió -también en X-: "Terribles noticias sobre Alexei Navalny (...) Si el informe sobre su muerte en la prisión rusa es cierto, representa otro terrible crimen del régimen de Putin. La crueldad contra Navalny demuestra una vez más por qué es necesario seguir luchando contra el autoritarismo ".
El líder opositor, estaba preso desde 2021 por enfrentarse contra el régimen del Kremlin, quien lo condenó a una pena de 19 años. Antes tuvo una sentencia de 11 años de prisión por supuesto fraude. Antes de caer detenido había regresado voluntariamente a Rusia -algo que le desaconsejaban todos sus allegados- tras ser envenenado en Siberia en 2020 y luego trasladado a Alemania. Por eso y por los sospechosos finales de otros enemigos del gobierno ruso, es que reaparecieron las sospechas y dudas sobre qué pasó en realidad con Navalny. De hecho, cuando se hicieron los estudios en Europa se encontraron restos de veneno en su cuerpo pese a que el Kremlin negó haber intentado matarlo y desmintió que hubiera evidencia de esa situación.
El caso del hombre que se convirtió en el peor enemigo público de Putin retroalimentó la mirada desconfiada que llega desde Occidente. No sólo por el dudoso final de varios de sus detractores sino también por la intolerancia de su gobierno hacia quienes se le oponen. Según Amnistía Internacional, las autoridades del país siguen “incumpliendo las normas sobre juicios justos”, algo que se profundizó tras la invasión a Ucrania (desde el 22 de febrero de 2022), período en el cual “más de 19.400 personas fueron arrestadas, entre ellas periodistas que cubrían las protestas”. Ahora Amnistía internacional también salió a cruzar al gobierno ruso, remarcando que el opositor murió estando bajo custodia. “Después de ser envenenado, encarcelado injustamente y torturado en prisión, Alexéi Navalny murió tras consumirse entre rejas durante 37 meses y ser enviado a una de las prisiones más remotas y duras de Rusia. Alexéi era un preso de conciencia, encarcelado exclusivamente por alzar la voz contra un gobierno represivo”, manifestó Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional. Y continuó. “Reclamaba libertad política para él y sus seguidores. Denunció la corrupción y enfrentó a Vladimir Putin. Su muerte es una devastadora y nefasta acusación de la vida bajo el gobierno opresivo y asfixiante del Kremlin. Pagó el precio máximo por ser una voz crítica, y defender la libertad de expresión. Amnistía Internacional apoya a todas las personas que luchan por los derechos humanos dentro y fuera de las fronteras rusas".
Los misterios sobre la muerte de Navalny se suman a otras también bajo sospecha. La más reciente fue la del polémico ex jefe de grupo mercenario Wagner, Yevgeny Prigozhin, quien murió cuando se estrelló su avión poco tiempo después de haber desafiado al poder de Putin por no recibir las provisiones requeridas para poder seguir combatiendo con su ejército privado en Ucrania. Tras la publicación de una serie de videos amenazantes contra el Kremlin y el envío de tanques que marchaban hacia Moscú, Putin lo calificó como un intento de “golpe de Estado” y prometió duro castigo para sus cabecillas, a los que tachó de “traidores” y de “apuñalar por la espalda” a Rusia. Por eso, Prigozhin tuvo que exiliarse un tiempo en Biellorrusia y luego -supuestamente tras una tregua con Putin- regresó a su país. A los pocos días su avión explotó.
Pero no fue el único caso de muerte dudosa de alguien que desafió al gobierno de Putin. Desde principios de los años 2000 más de media docena de políticos, periodistas y activistas de Derechos Humanos críticos fueron sido asesinados en Rusia y algunos en terceros países. Uno de los primeros hechos que se recuerda fue el del diputado Vladímir Golovliov, quien fue baleado en agosto de 2002 en Moscú cuando paseaba a su perro. El legislador, que en un principio apoyó al mandatario en su ascenso al poder a principios de siglo, rompió con él al poco tiempo y comenzó a criticarlo.
Un año después Serguéi Yushenkov, otro diputado liberal, fue tiroteado en las calles de Moscú. Este legislador había presidido el comité parlamentario que investigó los atentados contra unos edificios de apartamentos ocurridos en septiembre de 1999 y de los que el gobierno de Putin culpó a terroristas chechenos, un argumento que le sirvió para lanzar la segunda guerra contra la separatista república caucásica. Sin embargo, Yushenkov apuntaba a que los atentados fueron orquestados por los servicios secretos rusos.
El 7 de octubre de 2006 se registró uno de los casos con mayor repercusión internacional: el homicidio de la periodista Anna Politkovskaya, quien -con investigaciones muy rigurosas en el diario Novaya Gazeta- denunció las violaciones a los Derechos Humanos cometidas por las tropas rusas en Chechenia. En 2014 se sentenció a los cinco supuestos autores materiales del crimen pero nunca se llegó al autor intelectual.
Poco días después, se conoció el caso del ex espía Alexander Litvinenko, quien falleció en un hospital de Londres en noviembre de 2006, tras convertirse en desertor y opositor del líder ruso. La investigación determinó que fue envenenado con Polonio 210, un material altamente radioactivo, que estaba en una taza de té que utilizó. En un libro, Litvinenko había acusado al servicio secreto de organizar varios otros ataques terroristas en Rusia para justificar la guerra en Chechenia y llevar a Vladimir Putin al poder. Además, cuando se refugió en el Reino Unido, denunció que sus antiguos jefes le habían ordenado que asesinara al oligarca Boris Berezovksy.
Justamente ese multimillonario fue encontrado muerto en 2013 en su residencia en Surrey, en el sureste de Inglaterra. Si bien hubo versiones que indicaban que el empresario pudo haberse suicidado por las deudas que enfrentaba, no pasó desapercibida la denuncia de Litvinenko y el hecho de que durante su exilio sufriera varios atentados y una incesante persecución judicial por parte de Moscú. Berezovsky, quien había amasado una gran fortuna durante el gobierno de Boris Yeltsin, buscó aliarse con Putin y financió su primera campaña presidencial, pero se pelearon y le terminaron quitando el canal de tv de su posesión.
Otro caso de enorme repercusión se dio el 27 de febrero de 2015 cuando se produjo el asesinato del ex viceprimer ministro Boris Nemtsov, muy cerca del edificio donde Putin tiene su despacho. Se había convertido en un crítico del Kremlin, algo que lo llevó a la cárcel en tres oportunidades. En las elecciones presidenciales de 2008 intentó competir contra el Putin, pero luego desistió. Un año después, junto a otros reconocidos opositores como el ex campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov, fundó el partido Solidaridad. Según la investigación, los asesinos de Nemtsov formaban parte de las fuerzas del líder checheno, Radman Kadirov. Sin embargo, nunca se profundizó sobre los posibles nexos de este reconocido aliado de Putin con el crimen.
No todos los casos de los disidentes rusos que fueron envenenados terminaron con las víctimas fallecidas. En marzo de 2018, el ex espía Serguéi Skripal -convertido en doble agente para el Reino Unido- fue envenenado junto a su hija Yulia con Novichok, un potente veneno. La sospecha apuntó a que supuestos agentes rusos habían llegado hasta la ciudad inglesa de Salisbury para asesinar a ese hombre que trabajó para el Departamento Central de Inteligencia de Rusia (GRU, por sus siglas en ruso), pero que también era un doble agente del servicio británico de espionaje MI6 hasta su arresto en 2004. Por ello, Skripal fue condenado por la Justicia rusa a 13 años de prisión bajo el delito de "traición", pero luego fue intercambiado por unos agentes detenidos en EE.UU. Por este hecho, el Reino Unido identificó a dos de los autores del atentado como miembros de la inteligencia rusa y pidió a Rusia que se los entregue, algo que jamás ocurrió.
A todos esos casos que están bajo sospecha, se agregan la de media docena de oligarcas y ex funcionarios rusos que han perdido la vida en extrañas circunstancias desde el inicio de la invasión a Ucrania. Por ejemplo el del presidente del gigante petrolero ruso Lukoil, Ravil Maganov, quien en septiembre de 2022 murió tras “caerse de una ventana” en el hospital moscovita donde estaba internado.
Ahora es el principal opositor de Putin quien apareció muerto. Y las sospechas vuelven a fluir por doquier. Alexei Nalvany estudió Derecho en la Universidad Estatal de Moscú, donde se graduó en 1998. Luego obtuvo un título de posgrado en Finanzas y Valores en la misma casa de altos estudios. Durante sus años de estudiante, participó activamente en movimientos estudiantiles y fue miembro del partido político liberal Yabloko. Mientras que desarrollaba sus actividades en la Abogacía se convirtió en bloguero y activista anticorrupción. Allí fue cuando creó el Proyecto Anticorrupción, una organización que investiga y expone casos de corrupción en Rusia y que gozó de un fuerte respaldo económico de Occidente.
Eso fue determinante para lo que vendría: convertirse en un referente en las protestas antigubernamentales que explotaron en 2011, tras las elecciones parlamentarias que quedaron envueltas en un manto de sospechas de fraude. Allí Nalvany comenzó a convertirse en un ícono opositor muy seguido sobre todo por jóvenes. Y también en un blanco de los ataques del Kremlin, siendo detenido en repetidas oportunidades y acusado de múltiples delitos contra el orden público, entre otras cuestiones. En 2013 fue condenado a cinco años de prisión por malversación de fondos, un cargo que él y sus partidarios denunciaron como un castigo político. Hubo multitudinarias marchas en su apoyo en las calles que presionaron para que su sentencia fue suspendida. Y así fue.
Pero hubo un episodio que marcó su historia. En 2020, Navalny sobrevivió a un envenenamiento con el agente nervioso Novichok, un incidente que según él fue orquestado por agentes del gobierno ruso. El opositor argumentó que lo habían envenenado en un paso por Siberia. Tras su recuperación en Alemania, en 2021 regresó a Rusia y fue arrestado de inmediato. Una vez más, su detención provocó protestas masivas en todo el país y una condena internacional. Protestas y condenas que hoy se repiten, tras conocer el misterioso desenlace de la vida de Nalvany. Con otra sospechosa muerte en la Rusia de Vladimir Putin.
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