La mayor fuente de agua dulce y pulmón del mundo fue saqueada sin cesar en la cuarentena. El Papa Francisco impulsa su defensa a través de la Conferencia Eclesial que busca la unidad territorial entre los indígenas, los obispos y otros miembros de base de las parroquias locales.
Por Lucas Schaerer (*)
El clamor de la tierra y de los pobres de la Amazonía conmueve hasta a las alejadas estructuras del Vaticano, en la Ciudad Eterna, que desde la publicación de la encíclica Laudato Sí, del Papa Francisco, y la realización de una asamblea de obispos en octubre pasado, llamado Sínodo Amazónico, ha decidido profundizar la alianza con los indígenas, para enojo de las empresas extractivistas y de muchos presidentes de la región amazónica, que incluye nueve países, pero sobre todo de Jair Bolsonaro con potestad en el 58% de la selva en territorio de Brasil.
El grito del mundo amazónico es más potente en plena Pandemia. En la Amazonía el Coronavirus ya mató 13.409 e infectó 413.403 personas, según estimaciones difundidas por la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), que preside el cardenal brasileño, Claudio Hummes, conocido como el "obispo obrero" por su apoyo espiritual en la fundación del Partido de los Trabajadores (PT) y su amistad con su líder, Luiz Inácio "Lula" da Silva.
Al etnocidio se suma al saqueo de la tierra, o sea la casa de los propios pueblos indígenas, y la mayor fuente de agua dulce y pulmón del mundo. La deforestación en la selva tropical brasileña, según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil, hizo desaparecer más de 405,6 kilómetros cuadrados de selva tropical en un mes, una vasta franja aproximadamente del tamaño de California. El primer trimestre del 2020 ya había visto un aumento de más del 50% en la deforestación en comparación con el año pasado, según datos del INPE.
Es claro que esta "crisis apocalíptica", como llama la líder indígena Patricia Gualinga, potencia las decisiones del Vaticano que presentó el lunes 29 de junio la Conferencia Eclesial Amazónica (CEA), que es integrada por cardenales, monseñores e indígenas. El cardenal franciscano Hummes (85 años), es el presidente de este nuevo organismo y un hombre con décadas de recorridas de la selva. Su segundo es monseñor David Martínez de Aguirre, español que vive en Puerto Maldonado, Perú; y por otro lado, para el Comité Ejecutivo fue elegido monseñor Eugenio Coter (Bolivia). La iglesia puso detrás del CEA a otras instancias eclesiales regionales que acompañarán este proceso de manera orgánica, sumando por primera vez a tres líderes indígenas, que incluye además de a Gualinga del pueblo kichwa-Sarayakú (Ecuador); a Laura Vicuña Pereira del pueblo Kariri (Brasil); y Delio Siticonatzi del pueblo Asháninka (Perú).
“En estos tiempos difíciles y excepcionales para la humanidad, cuando la Pandemia del Coronavirus impacta fuertemente a la región panamazónica, y las realidades de violencia, exclusión y muerte contra el bioma y los pueblos que la habitan, claman por una urgente e inminente conversión integral, la Conferencia Eclesial de la Amazonía quiere ser una buena noticia y una respuesta oportuna a los gritos de los pobres y de la hermana madre Tierra, así como un cauce eficaz para asumir, desde el territorio, muchas de las propuestas surgidas en la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, celebrada en octubre de 2019, siendo también un nexo que anime a otras redes e iniciativas eclesiales y socio-ambientales a nivel continental e internacional”, señala el comunicado que firmaron en conjunto el cardenal Hummes y monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM).
Al inicio de la Pandemia, en el estado de Amazonas, donde se concentra la mayoría de la población indígena, tan sólo había un hospital con unidad de cuidados intensivos, en Manaos, la capital. El pasado miércoles murió por COVID-19 en Pará (norte) el líder indígena Paulo Paiakan, uno de los mayores íconos de la defensa de la Amazonía, informaron activistas.
La alianza indígena e iglesia católica es la última esperanza.
(*) Lucas Schaerer es Periodista
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