Los yanomamis enfrentan una situación desesperante en materia de salud, con epidemias de enfermedades provocadas especialmente por la minería y otras actividades ilegales. En la "Era Bolsonaro" murieron más de 570 niños. Lula colocó el tema en el centro de su agenda.
Por Gabriel Michi
Olvidados y perseguidos. Así padecen la realidad desde hace años los pueblos originarios de la Amazonia. Algo que se agravó durante los 4 años de gestión de Jair Bolsonaro, tiempo en el que desde la máxima instancia del poder en Brasil se apoyó y fomentó las distintas actividades extractivistas que no sólo potencian la deforestación del "Pulmón del Mundo" sino que jaquean el presente y el futuro de las tribus indígenas que allí viven. Eso, a su vez, les provoca enfermedades que diezman a su población. Un claro ejemplo es lo que está ocurriendo por los yanomamis, una población que ocupan un extenso territorio de la serlva amazónica y que en los últimos tiempos viene sufriendo todo tipo de calamidades ocasionadas especialmente por la minería ilegal.
Se calcula que hay 30.000 yanomamis pero ese número viene siendo diezmado por la desnutrición y las enfermedades, en especial un foco de malaria que parece indomable. Su situación de aislamiento hace que se vuelva muy difícil la atención sanitaria por lo que las pistas de aterrizaje (muchas de ellas muy precarias) son su casi única salida para ser tratados. Y eso se ha vuelto una cuestión de vida o muerte ya que la explotación minera los viene jaqueando: ocupan sus tierras fértiles, contamina los ríos y destruye las fuentes de agua. Y encima esos grupos -sumados a aquellos que trafican drogas, deforestan bosques por la madera o avanzan con la agricultura expansiva- suelen operar como verdaderas mafias que los persiguen y hasta los matan, como también a quienes defienden los derechos de los pueblos originarios, tal como ocurrió con el periodista británico Dom Phillips y el indigenista Bruno Pereira.
De hecho, las organizaciones ecologistas y de defensa de los derechos indígenas, vienen denunciando desde hace años el accionar de estos grupos. Y en el caso particular de la minería señalan que hay cerca de 20.000 mineros operando en esa zona. Esa actividad se multiplicó en la "Era Bolsonaro" ya que el precio del oro se disparó y el propio ex presidente alentó para esa sobrexplotación de los recursos naturales de la Amazonia. Si a eso se suma el total olvido que por años sufrieron estos pueblos originarios y la irrupción de enfermedades que podría ser prevenidas pero que no lo son, lo que esán sufriendo es un nuevo tipo de genocidio.
A ese cuadro de situación hay cuestiones que agravan el panorama: por ejemplo, hay denuncias de que los mineros tomaron el control de las instalaciones sanitarias para su propio provecho, lo mismo que de las pistas de aterrizaje que hoy son fundamentales para poder evacuar a los enfermos dentro del pueblo yanomami. "Los mineros están destruyendo nuestros ríos, nuestra selva y nuestros niños. Nuestro aire ya no es puro, nuestro juego está desapareciendo y nuestra gente clama por agua limpia”, escribió en Twitter Júnior Hekurari Yanomami, presidente del consejo local de salud yanomami. “Queremos vivir, queremos recuperar nuestra paz y nuestro territorio”.
Esta comunidad ha sufrido más de 44.000 casos de malaria en los últimos dos años. Eso se traduce en una realidad alarmante: toda la población estaba contaminada y algunas personas lo padecieron más de una vez. Pero además de la malaria, este pueblo originario enfrenta otra realidad preocupante: enfermedades curables y prevenibles como la gripe, la neumonía, la anemia y la diarrea se convierten, ni más ni menos, que en mortales. Todo eso se hace más desgarrador frente a los cuadros de desnutrición que se multiplican.
Y, como se dijo, el fomento de las actividades ilegales -y la consecuente persecusión y desplazamiento forzoso de los pueblos amazónicos- durante la gestión de Bolsonaro hizo que al menos 570 niños yanomami murieran por enfermedades no tratadas. Eso representó un aumento del 29% con respecto a los cuatro años anteriores.
Frente a este cuadro el flamante gobierno de Luis Inácio Lula Da Silva, que puso el tema de la Amazonia y los pueblos originarios en e tope de su agenda, declaró una emergencia de salud pública por esta situación. Un camino totalmente opuesto al transitado por su antecesor. De esta manera plantea revertir el dramático presente de los yanomamis. Como también el de otros pueblos de la Amazonia, para poder frenar ese otro genocidio del que poco se habla.
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