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La Pandemia que reta al mundo

El Coronavirus COVID 19 avanza a un ritmo arrollador. Ya mató y enfermó a millones. Atravesó las fronteras de más del 90% de los países y jaqueó todas las políticas de salud.



Por Gabriel Michi


Y un día los presagios apocalípticos de las más pesimistas películas de ciencia ficción se hicieron realidad. La peste convertida en Pandemia de Coronavirus COVID 19 ya alcanzó a 550 millones de personas infectadas en 31 meses, con una aceleración acentuada en el último tramo de este tiempo por la irrupción de Ómicron y sus variantes que es mucho más contagiosa que las anteriores variantes. En ese lapso el COVID 19 se cobró la vida de más de 6,3 millones de personas. Y esa "mancha venenosa" supo cómo atravesar fronteras de más de 188 países a lo largo y ancho de todo el Planeta. Sólo la aparición de las vacunas, que comenzaron a aplicarse un año después, pudo frenar al menos la enorme letalidad del SARS-CoV-2. Y, a medida que se llegaba a las más de 11.700 millones de dosis aplicadas en todo el Planeta, las muertes por COVID 19 cayeron considerablemente, aunque el nivel de contagios continuó alto.


Como lo demuestra la actualización permanente que hace la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, el Coronavirus está muy lejos de recluirse. Por el contrario, avanza a pasos agigantados poniendo a prueba a gobiernos, instituciones, sistemas sanitarios, culturas y, en definitiva, a todas las sociedades del Mundo entero. El virus no conoció fronteras ni ideológicas, ni políticas, ni socio-económicas, ni siquiera físicas. Se llevó puesto todas las barreras ficticias construidas por el hombre.



Y lo que es aún más grave es que la cantidad de víctimas contagiadas se multiplica geométricamente cada día. Si bien también aumenta el número de casos recuperados, la brecha entre unos y otros sigue siendo amplia y, aunque se ha reducido a medida que avanzó la vacunación, los enfermos crecen más. Así lo demuestra el gráfico ofrecido por la citada Universidad estadounidense: a más caso sanados, muchos más casos nuevos. Como una carrera totalmente desigual hacia la muerte. Lamentablemente, a mediados de febrero de 2020, cuando el foco aún estaba centrado en China, la cantidad de contagiados y curados diarios se había equiparado.



Pero cinco meses después los casos activos (sin mencionar los infectados totales desde el inicio de la Pandemia) duplicaron a los que han logrado recuperarse. Las malas gestiones en políticas de salud de Occidente, han permitido que eso ocurra, no capitalizando la dolorosa experiencia china, pese a las críticas que se hicieron sobre la negligencia que tuvo el gobierno de Xi-Jinping cuando ignoró y escondió el aluvión viral. China aprendió demasiado tarde la lección, cuando ya los casos dentro de su frontera eran de decenas de miles. Fue casi dos meses después del primer caso que el gigante asiático decidió echar mano a la cuarentena compulsiva de regiones enteras para evitar que el Coronavirus se siga propagando. Transcurría el 23 de enero cuando empezó el aislamiento social más gigantesco de la historia mundial hasta ese momento y por el que Wuhan (la ciudad de 11 millones de habitantes donde empezó todo) y la provincia de Hubei (con 56 millones de habitantes) quedaron marcialmente cerradas por el gobierno.


Luego Occidente se vio obligado a la necesidad de recurrir a las cuarentenas masivas frente a la avalancha de la enfermedad. Así lo mostraba la nota de MundoNews, titulada "El Mundo, en cuarentena". Pero parece que esto llegó muy tarde. Por lo menos en países como Estados Unidos, Italia o España y, luego, Rusia y Gran Bretaña. Esa falta de reacción de esos Estados que criticaron en el origen el mal ejemplo chino fue el mismo fenómeno que hoy quedó al desnudo en sus deficiencias. Y estos países encima deben afrontar el "dilema" porque al ser democracias más constituidas les es mucho más difícil controlar a su población y obligarlas a que cumplan con el aislamiento. Es una paradoja democrática donde los derechos consumados y las prácticas que de ellos resultan, chocan con el "Estado de Excepción" que hoy asola a esos países y con el que se ven obligados a restringir libertades.




La minimización original hecha por algunos gobiernos de ciertas potencias, como Donald Trump en Estados Unidos o Boris Johnson en Gran Bretaña (quien terminó en terapia intensiva por este mal), no ayudó a que se dimensione la verdadera catástrofe que estaba en marcha. Pero tuvieron que volver sobre sus pasos o, como se suele decir popularmente en Argentina, "recular en chancletas" frente a la crítica internacional y nacional pero sobre todo ante el cachetazo de la realidad que les demostró, a fuerza de enfermos y muertos, lo equivocados que estaban. Aún quedan algunos negacionistas importantes, como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, pero pareciera que a él también y a su propio gabinete el virus les tocó la puerta y entró sin permiso de la mano de la irresponsable ignorancia de sus gobernantes. Pero no sólo eso: Brasil se convirtió en uno de los peores focos de contagio del Mundo. El dilema es si ya no es demasiado tarde. Y si esa ficción del cine catástrofe no terminó convirtiéndose en la más real pesadilla.




 

El Caso Argentino

En Argentina el primer caso de COVID 19 se confirmó el 3 de marzo del 2020. Se trató de un hombre de 43 años que había llegado de Europa y que hoy ya fue dado de alta. Trece meses después el número de casos alcanzó a  9,4 millones de contagiados y superó las 129.000 muertes. El gobierno de Alberto Fernández decidió tomar decisiones extremas con cierta celeridad, para evitar los malos ejemplos de Italia y España, cuadro luego agigantado por los Estados Unidos que en la primera semana de abril se convirtió no sólo en el país con más infectados sino también en el de más personas fallecidas. En Argentina, primero fue el cierre de las escuelas, luego ciertas restricciones para quienes llegaran de viaje y para los turistas extranjeros, hasta finalmente alcanzar la cuarentena total, a partir del 20 y hasta el 31 de marzo, que luego fue extendida sucesivamente: el 13 de abril, 26 de abril, 10 de mayo,24 de mayo, 4 de junio, 18 de junio, 1 de julio, 17 de julio y 1 de agosto, 16 de agosto, 30 de agosto, 13 de septiembre y 28 de septiembre, hasta que después se fueron flexibilizando hacia  el Distanciamiento Social. El gobierno argentino lo hizo a través del decreto 297/2020. Y con posteriores modificaciones y flexibilizaciones. Vale decir que estuvo de acuerdo todo el arco político (salvo algún sector de los partidos de Izquierda o de opositores sin responsabilidad de gestión) y gozó del aval del universo científico. Pero a medida que se extendía el Aislamiento, el humor social y ciertos referentes de distintos ámbitos comenzaron a manifestar cierto hartazgo por la fatiga económica y de otras índoles que significa esta "pausa". La llegada de la "segunda ola" de COVID 19 a Argentina fue mucho más virulenta. Y desde febrero de 2021 se multiplicaron los contagios y los fallecidos, batiendo récords entre abril, mayo y junio.

Sin embargo, si bien la mayoría de la sociedad aceptó y cumplió con la cuarentena, hay muchos sectores que parecieran hacer caso omiso a las restricciones y han tomado -como pasó en un principio en Italia y España- estas disposiciones como si se tratara de un nuevo período vacacional, como queda en evidencia en la nota de MundoNews titulada "Estúpidos, ignorantes o unos verdaderos h.d.p.". A tal punto que, poco antes de que se anunciara el decreto con esas medidas, se atiborraron los ingresos de algunos centros turísticos como Pinamar y Villa Gesell, en la costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires, generando la furia de los vecinos locales que en muchos casos hasta llegaron a colocar barricadas para que los "avivados" no ingresen y potencien el riesgo de contagio. Y una vez anunciado el decreto del "Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio" y también cuando ya estaba vigente, miles de autos generaron verdaderos tapones de tránsito en las Autopistas del Norte, del Oeste y del Sur para tener un "exilio" más placentero que el que podría darles el aislamiento dentro de su domicilio en la Gran Urbe. Y potenciando, de esta manera, el riesgo de todos, incluso el propio.  








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